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- Es la única que había sido, en los tiem­pos modernos, expresión viva de los avan­ces mariológicos: Inmaculada Concepción, Realeza de María, Maternidad eclesial de María y de su Mediación maternal. - Es la que goza de más privilegio e historia. Existen unos cien documentos ponti­ficios a su favor. Todos los Papas, desde Gregario XVI hasta Juan Pablo II, la han encomiado, siendo algunos sus mejores propagandistas. En la clausura de la cuarta sesión del Concilio Vaticano II, una comu­nidad religiosa repartió medallas de oro en­tre los Padres Conciliares. - Es la que llevaron los Santos. • El cura de Ars andaba los 30 o 40 kilómetros que hay entre Ars y Lyon para hacer acopio de meda­llas que hoy guardan las familias de su feligresía como un recuerdo. En los procesos de beatificación y canonización de S. Juan María Vianney y en los testimonios que se conservan en el archivo de Ars se describen las distintas aparicio­nes de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa al Cura de Ars. En 1836 dedicó una capilla a la Virgen de la Medalla. • Bernardita, la Vidente de Lourdes, pertenecía a la Asociación de las Hijas de María. Llevaba una Me­dalla de la Milagrosa, que hoy se conserva en París, y cuando le preguntaban cómo era la Virgen, respondía: «Se me apareció en ac­titud Milagrosa». Repartía la Me­dalla a los peregrinos de Lourdes. La imagen que presidía la gruta y ante la cual rezó la Vidente era la Virgen Milagrosa. La única foto que se conserva de Bernardita en la gruta así lo confirma. Desde el 25 de marzo de 1858 hasta el año 1864, año en que José Fabrisch labró la imagen actual de la Virgen de Lourdes, la Milagrosa presidió la Roca. • Don Bosco propagaba la Medalla, como puede leerse en sus obras completas. Cuando presentó sus constituciones, el 9 de marzo de 1858, a Pío IX, le entregó también un ejemplar de sus Lecturas Cató­licas, lujosamente encuadernado. Lo habían encuadernado sus chicos ¿Cuántos tenéis en el arte?, preguntó el Papa. Quince, con­testó don Bosco y sin mediar palabra, el Papa entró en su habi­tación y cogió un paquete de me­dallas. «Estas quince medallitas para tus chicos que trabajan en la encuadernación. y estas dos mayores, una para ti y otra para tu colaborador don Rua.» Domingo Savio, alumno de Don Bosco, murió con la Medalla. • Santa Teresita usaba un pequeño rosarito para contar los actos de virtud que hacía. Al final de él ha­bía una Medalla Milagrosa. Ella identificaría después la Virgen de la Sonrisa con la Virgen de la Me­dalla. • En Abisinia (Etiopía) propagaron la Medalla San Justino de Jacobis y el beato Ghebra Miguel. El pri­mero dedicó una iglesia y una es­cuela a la Milagrosa. Antes de partir para la Misión vivía en Ná­poles. Cuando el cólera de 1836, repartió miles de medallas y sacó en procesión una imagen de la Virgen de la Medalla. Hoy se llama la «Madonna del Calera o della Li­bera». El Capítulo Vaticano, pro­fundamente impresionado, mandó coronar aquella imagen. En la actualidad la iglesia de San Nicolás de Tolentino es para Nápoles como el santuario de la Inmaculada en Lourdes. • El beato Juan Gabriel Perboyre extendió la Medalla por el conti­nente chino. • Los mártires de Uganda iban ca­mino del suplicio con la Medalla al cuello. • Santa María Goretti, después de recibir catorce puñaladas por de­fender la virtud, fue condecorada con la Medalla Milagrosa. • San Antonio María Claret impuso la Medalla Milagrosa a los Padres Paúles en la Casa Central de és­tos, en Madrid. Estableció la Asociación del Sagrado Corazón y fue un gran propagandista de la Me­ dalla. • Santa Micaela del Santísimo Sa­cramento merece un recuerdo emocionado y una alusión aparte por su devoción a la Virgen de la Medalla. • El redentorista P. Gillet, fundador en América de las Hermanas Sir­vientas del Inmaculado Corazón de María, colocó el diseño de la Medalla en los recordatorios de su ordenación. • El fundador de los Hermanos Ma­ristas, V. M. Champagnat, se ins­cribió, en 1838, en la Archicofra­ día de Nuestra Señora de las Victorias, obligándose a llevar la Medalla. En 1841 obtuvo para todo su Instituto el título de agre­gación. • Juan Claudio Colín, fundador de la Sociedad de María o Padres Maristas, decía en 1839: «Señores, ¿por qué se ha dado al mundo esta Medalla que vierte ríos de gracias? Sin duda porque la Sangre del Cordero va a ser derramada y porque la guerra y el hambre van a invadir nuestra tierra. Yo qui­siera que todos nuestros alumnos llevaran esta Santa Medalla. De­ searía también que la que trae la conversión del alma fuera clavada en nuestras puertas». Durante los ejercicios espirituales de 1845 vol­vió a insistir sobre el tema: «Dis­tribuyamos la Medalla de la In­maculada Concepción en nuestras misiones. ¿No es cierto que sus milagros se cuentan por miles? Llevemos, pues, con nosotros una bolsa de medallas para distribuir­las. Pesan muy poco y valen un tesoro».
Posted on: Sat, 16 Nov 2013 09:40:09 +0000

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