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¡ASU MARE! ¡CEMENTERIO GENERAL ES PEOR! Me pregunto si el éxito comercial indiscutible de Cementerio general convertirá a esa pésima película en la nueva niña mimada de los economistas neoliberales disfrazados de críticos de arte que hace apenas unos meses propusieron Asu mare como ejemplo del tipo de cine que se debería producir masivamente en el Perú. No me lo pregunto sólo por maldad. En verdad sería interesante escuchar el argumento. Porque, esta vez, no podrían decir que el éxito de la cinta se debe a que refleja el alma pujante de la nueva peruanidad (es una copia de cien películas americanas), ni a que cuenta una historia de éxito (spoiler alert: todo el mundo manca), ni a que es criollaza, alegre, jaranera y festiva (es una hora y pico de llantos), ni podrían decir tampoco que ha sido hecha a partir de concienzudas investigaciones de mercado, para darle a la gente lo que digan los focus groups, como fue el caso con Asu mare. Me interesa, también, saber qué opinan de que la popularidad del lanzamiento de Cementerio general haya sido construida sobre un dato falso: la afirmación, muchas veces repetida en las últimas semanas, de que ésta es la primera película de horror que se hace en el Perú. Como si no fueran películas peruanas los muchos filmes de horror dirigidos por cineastas provincianos como los ayacuchanos Melinton Eusebio y Palito Ortega, un fenómeno tan masivo que no sólo ha ocupado espacio en festivales y ciclos cinematográficos nacionales y merecido reportajes impresos, radiales y televisivos, sino que ha sido estudiado en círculos académicos y discutido por la crítica de cine en el Perú y en el extranjero (yo mismo vi muchas de esas películas porque me las regaló un colega uruguayo en la Universidad de Stanford, en California). Pero, sobre todo, hay una razón fundamental por la cual me gustaría saber si los economistas neoliberales especialistas en todo, esos que explican cualquier fenómeno humano como una consecuencia de las leyes de la oferta y la demanda, están dispuestos a proponer Cementerio general como un modelo para el cine nacional. Esa razón es la siguiente. Durante las semanas que duró la discusión sobre Asu mare, apareció, como tema del debate, el asunto de la calidad artística. Quienes decíamos que Asu mare era una mala película fuimos tachados de elitistas. Los econocríticos decían que una película no era buena o mala en función de lo que pudieran afirmar, desde sus imaginarias torres de marfil, los críticos y los académicos. De hecho, lo que se esgrimía era un argumento populista sobre el arte: el cine es bueno si tiene éxito; si cientos de miles o millones de personas dicen que una película es buena, entonces es buena y los que tienen que revisar sus posiciones son los críticos. (Para no ser burdo sobre el tema anotaré que la crítica, históricamente, revisa sus argumentos de manera constante, y que hay infinitas obras de arte, incluyendo infinitas obras de arte popular o de gusto popular que han transformado cánones y hecho a la crítica cambiar de dirección, de perspectivas e incluso, algunas veces, de principios. Desde el Quijote hasta Chaplin, desde el blues hasta Batman, desde la poesía juglaresca hasta el teatro de guiñol, desde Louis Armstrong hasta las Vargas Girls). Pero me gustaría ver a gente como Alfredo Bullard, por ejemplo, ensayando el argumento de que Cementerio general es una buena película y que solamente un académico elitista, como yo, sería capaz de negarlo. Y confieso que me gusta especialmente la oportunidad porque yo, elitista, respingado, culturoso, como dicen, demasiado intelectual, como dicen, soy un amante del cine de horror y algo más: soy un amante del mal cine, y, sin embargo, creo que Cementerio general es tan horrorosamente mala, tan trivialmente mala, tan ridículamente mala, y mala de manera tan común, tan poco original, tan payasesca y desesperada, que ni siquiera un amante del cine de horror, como yo, y ni siquiera un amante del mal cine, como yo, puede encontrar en ella nada que sea mínimamente rescatable. Aquí debo hacer dos desvíos pequeños. El primero es para saldar una cuenta con Asu mare. Cuando escribí negativamente sobre esa película, mucha gente me dijo que mi crítica hubiera sonado más creíble si yo hubiera rescatado algo positivo de Asu mare, si hubiera dicho qué cosa estaba bien en la película, en lugar de incidir sólo en sus defectos. A eso tengo que decir que la crítica no es un libro de caudales en el que un comentarista esté obligado a anotar todos los debes y todos los haberes del objeto criticado. Aun así, quiero decir que Asu mare tiene dos o tres momentos no sólo hilarantes sino rescatables (es más fácil ser hilarante que hacer buen cine): la escena del parto y el hombre atravesado por un poste, por ejemplo, o la primera y almodovariana escena de la bruja. Son rescatables porque son cinematográficamente válidas, no ilustraciones de algo ya dicho antes o ya anunciado antes, no enésimas repeticiones de algo que la película ya explicó previamente, sino pasajes que se soportan en la propia narración y en la propia exposición, en la imagen y el diálogo. Pero eso, lamentablemente, el resto de la película lo olvida de modo flagrante. Por supuesto, digo esto para de inmediato observar que Cementerio general no tiene ni siquiera un pasaje, una escena, un encuadre, un diálogo, un motivo o un rápido guiño que deje al espectador pensando “ok, esto es propio, esto lo ha hecho un director con alguna imaginación, lo ha escrito un guionista con sentido de la narración, con la expectativa o el deseo de decir o de mostrar algo distinto”. Y el segundo desvío es en verdad un regreso al tema: ¿cómo es que un amante del cine de horror que además se declara amante del mal cine puede decir que esta película de horror es demasiado mala para que, aunque sea él, le encuentre algo rescatable? En mi antiguo blog, Puente Aéreo, escribí algunos posts bajo el título general de “Malas películas imprescindibles”, dedicados a cintas como Spider Baby, Beyond the Valley of the Dolls, Color Me Blood Red, Á Meia-Noite Levarei Sua Alma y Plan 9 from Outer Space. Dije que eran malas y también que eran extraordinarias y que había que verlas. Algunas más que otras, claro: ver la de Ed Wood por segunda vez ya sería un sacrificio, pero Spider Baby la he visto tres veces y sigue siendo mágica y la joya brasilera de José Mojica Marins la quiero repetir apenas pueda. ¿Por qué ésas sí y Cementerio general no? Porque una película puede ser mala y a la vez estar llena de hallazgos, descubrimientos imprevistos, a veces incluso casuales, o ser mala pero decir algo sumamente interesante, o puede ser pésima de manera grotesca y en medio de su vulgaridad encontrar un lenguaje propio y distinto: una mala película puede ser una fuente extraordinaria de ideas, dejarlo a uno marcado con imágenes que un cineasta más consciente o más pudoroso o menos refrenado o más sutil jamás se hubiera permitido filmar. Y en esa falta de pudor a veces se filtra —uno lo ve— una variedad de locura que es tan poderosa que su forma se vuelve súbitamente secundaria, o todo lo contrario: la locura se vuelve pura forma, la intuición del mal o de la vileza o la bajeza o la miseria de lo humano se vuelve pura forma, y eso, que quizás un cineasta más cauto y menos enloquecido hubiera moderado y reprimido, un mal cineasta puede liberarlo hasta acuñar una obra indeleble, válida ya en sí misma, no importa cuántos principios estéticos y cuántos principios de composición viole, o quizás precisamente porque los viola, a veces sin saber. Bueno. No esperen nada así de Cementerio general, porque Cementerio general no es otra cosa que una pésima imitación de las peores cintas de horror del cine americano de las últimas dos décadas, construida sobre un guión tan malo que ni la más lastimosa productora hollywoodense se hubiera dado el trabajo de aceptarlo aunque fuera sólo para reescribirlo. Y como si eso fuera poco, la película tiene las actuaciones más mediocres que sea posible imaginar, no sólo entre los jóvenes que asumen, incautos, sin aparente dirección, el rol de los muchachitos perpetuamente llorosos, gritones y lastimeros que aparecen y desaparecen en la historia sin orden ni concierto, corriendo por el cementerio como un rebaño de ovejas asustadas, todos igualitos, como un ridículo personaje de cuatro o cinco cabezas. De hecho, peor que ellos está Marisol Aguirre, incapaz de llorar y gritar de manera medianamente verosímil y cuya actuación ocasiona momentos más chistosos que todo Asu mare. Hablando francamente: ¿cuán malo tiene que ser un cineasta para filmar una película de horror en locación, en un tenebroso cementerio de provincia, de noche, con cámara de visión nocturna, y conseguir que, en la pantalla, el cementerio parezca uno de esos camposantos de cartón en los que filmaba sus mamarrachos involuntariamente cómicos el legendario Ed Wood? Alguien me dirá (mucha gente ya lo dijo): “pero uno se ríe con Asu mare y muchos se asustan con Cementerio general, así que cumplen su objetivo y por lo tanto son buenas”. Eso es como decir que un automóvil es un buen automóvil porque rueda y tiene motor o como decir que un zapato es notable porque tiene un hueco donde puedo meter el pie. Cumplir más o menos con la definición del género no hace a una película un buen exponente de ese género ni mucho menos una buena película. Ojalá los econocríticos digan que sí, que si Cementerio general es un éxito, entonces esa película es un modelo a seguir. Ojalá, porque si lo dicen quedará ya demasiado claro que no tienen la menor idea de qué cosa es arte y qué cosa es un producto cultural válido, ni tampoco tienen idea de qué cosa es, para ponerlo en sus términos, una buena industria del entretenimiento, y que en el fondo lo que ellos esperan para el Perú es que el Perú sea una mala copia de las peores cosas que se hacen afuera de él. Eso es lo que parece cada vez que hablan de economía e industria, y eso es lo que parece, hasta ahora, cada vez que hablan de arte y de cultura. …
Posted on: Mon, 05 Aug 2013 01:21:41 +0000

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