¡BENIDORM! ... ¡BENIDORM! Para hablar de Benidorm hay que - TopicsExpress



          

¡BENIDORM! ... ¡BENIDORM! Para hablar de Benidorm hay que comenzar por su arquitectura. Walter Jahn Hace unos años, tuve a mi cuidado, el jardín de un jubilado alemán, arquitecto de profesión, que en su juventud fue alumno de la célebre escuela de diseño de la Bauhaus. Su nombre era Walter Jahn (hablo en pasado porque ha fallecido recientemente) y entre poda y poda me enseñó a mirar la ciudad y sus edificios. Era un decidido defensor de Benidorm, no como modelo urbanístico para aplicar en otros lugares, sino como algo único, irrepetible y de una personalidad, complejidad y belleza (sí, he dicho belleza) que se sale de los cánones académicos. Formado en el funcionalismo más estricto, confesaba que redescubrió la arquitectura cuando llegó aquí y se encontró con el cielo y el sol del Mediterráneo. – Hasta entonces yo solo sabía de geometría, cálculo y construcción, pero no de arquitectura… Mi cielo era frío y gris, y sin sol no hay sombra, y sin sombra no hay contraste, ni forma, y sin sol no hay calor, ni espacios entre interior y exterior… y sin todo esto, puede haber construcción, pero no arquitectura… por eso las orillas de este mar son la cuna de la arquitectura... … Cuando Le Corbusier, en su viaje iniciático llegó al Mediterráneo, dijo que, lejos de las enmarañadas arquitecturas del norte, venía en respuesta a una llamada persistente del sol, de las grandes líneas de mares azules y de las grandes paredes blancas de los templos… Cuando llegué aquí, entendí al maestro… … En las ciudades del norte, la calle es algo estrictamente funcional. Sirve para ir de un edificio a otro, de una fachada a otra, y la plaza un medio para organizar la disposición de los edificios. Pero en el Mediterráneo, los espacios libres, lo son en sí mismo. En ellos se condensa y expresa la dimensión pública de la vida social de la ciudad. Quizás por eso, seamos nosotros, los bárbaros del norte, quienes mejor sepamos valorarlos… …Síntesis de naturaleza y artificio, como diría Leví Strauss, Benidorm es ejemplo, único y singular de la ensoñación desbordada, puesta al servicio de la creación de esa obra humana por excelencia, que es la ciudad… Una ciudad soñada, que se sabe soñada. La única ciudad real que hubiera tenido cabida, entre las Ciudades Invisibles de Calvino… … Los arquitectos, supuestamente cultos, la tachan de disparate kitsch y posiblemente no les falte razón. Pero en nuestra sociedad del espectáculo… ¿qué no es kitsch?... Pienso, que Benidorm es bastante más. A Robert Venturi, el arquitecto que recomendaba aprender de Las Vegas, seguramente le hubiera gustado… Su fortuna como destino turístico, no ha venido acompañada del reconocimiento por parte de la crítica arquitectónica y urbanística. Pero todo llegará. Sólo depende de que otro Venturi la descubra… La gente estirada y pija de Madrid la llama despectivamente el Vallecas marbellí y la califican de cursi y hortera. Sin embargo… ¡qué lejos queda del deleznable espíritu kitsch, que con pretensiones modernas, caracteriza la cultura de nuevo rico, dominante hoy en nuestro país!... Pienso en los densos suburbios residenciales, construidos en los recientes años en torno a las principales ciudades españolas, por arquitectos gregarios al servicio del promotor zafio de turno; en las interminables filas de anodinos adosados para funcionarios y clases medias; en las urbanizaciones cerradas de la enjoyada Marbella o de la periferia de Madrid, con sus BMW de cristales tintados y su repertorio de disparatados y llamativos chalets, cuyas formas hablan de los fantasmas y ambiciones de sus adinerados propietarios; en el lenguaje vacío, banal y a trompicones de los dirigentes de los partidos y en sus aburridas y ajadas campañas electorales; en la música ramplona que inunda las radios; en el cine de comedieta progre madrileña, que ha hecho buenas las antiguas españoladas; en los reality show de las televisiones y en sus debates carroñeros sobre la vida privada de la gente; en los nuevos museos de diseño, con su arquitectura espectacular de marketing, con los que, los ayuntamientos, a golpe de talón, exorcizan el páramo cultural de nuestras ciudades; en la obscenidad del mundo del fútbol y el periodismo que lo jalea; en la literatura de evasión, sus premios relumbrones y sus exitosos ganadores reconvertidos en tertulianos a sueldo de radios y televisiones …¿Cómo se puede calificar de kitsch a algo en esta España europea con pies de barro, donde todo, comenzando por su monarquía, es cursi y hortera?... Al menos Benidorm no tiene las pretensiones, ni los aires del nuevo rico. Porque pensándolo bien, ¿qué es más kitsch, la boda de la hija de un camionero o de la hija de Aznar?...¿el sofá de eskay que la vecina de arriba tiene frente a la tele o los sillones de cuero de la sala de consejos de Botín?...¿los discursos de fin de año del inquilino del Pardo o los del inquilino de la Zarzuela?…¿la guardia mora o la guardia real?...¿el trenecito que recorre con turistas las calles de Benidorm o el consabido monorraíl elevado de la exposición universal de Sevilla?…¿un plato de Manises o un grabado de Tápies?...¿unas banderillas de una tienda de suvenires o una corrida de la feria de San Isidro?... ¿una Faria o un Montecristo?...¿una silla tradicional de enea o una moderna de Ikea?...¿el desfile de moros y cristianos de Alcoy o el de la Legión por la Castellana?...¿María Jesús y su acordeón o Julio Iglesias, el cantante de las marujas?... ¿el predicador evangelista Nazario el Rata o el curilla de los Kikos?...¿las torres de Benidorm o las del Madrid de Bankia?... ¿el cursi o el que se esfuerza en no serlo?... Con la única condición de que no se tome en serio a sí misma, aquí tiene cabida cualquier arquitectura, por eso el racionalismo y el funcionalismo puritanos, hijos de la cultura protestante, resultan extraños a esta ciudad pop que acaba contagiando a todos. Jahn decía que: … aquí late, el mismo espíritu surrealista, kitsch y pop, que en Miami y Las Vegas… porque surrealismo, kitsch y pop, al margen de las interpretaciones académicas, siempre han ido unidos…Así hay que entender la nueva iluminación de churrería del paseo de Levante, obra de una elitista firma de arquitectos catalanes, que tan bien encaja con la imagen de su vida nocturna… Extrañas a la exquisitez tecnológica de los rascacielos de acero y vidrio (como los relojes de Dalí, en Benidorm, las cajas de cristal, se derriten) que bancos y multinacionales levantan por medio mundo, sus torres son como moais de hormigón enfrentados al mar, que por encima del acierto en el diseño de cada una, componen un conjunto único, que el urbanismo académico no ha sabido valorar… Como el perfil de su paisaje… como su línea del cielo. La obsesión por asomarse al mar, les lleva a buscar la mirada, entre el hueco de las que llegaron antes, ocupando el mínimo terreno y lanzándose imparables hacia arriba. Frente a la abstracción de las cajas funcionalistas, responden a un expresionismo figurativo, derivado del predominio de su fachada al mar, algo ajeno a los principios abstractos de la arquitectura moderna. Y es que, esta ciudad, sin saberlo, ya era postmoderna. Sin cuadricula, ni alineación para fijar y controlar el orden (mecanismos característicos de la mentalidad cartesiana, militar, funcionarial y autoritaria, con los que se han construido tantas ciudades) la ordenación urbanística queda reducida a una red viaria de soporte. El resto es laissez faire y el resultado sorprendente. La altura de los edificios no agobia, los espacios libres resultan amplios y despejados (pero no excesivamente grandes) y el ambiente es característico de una mediterraneidad, donde las calles siguen siendo el centro de la vida, a lo que contribuye su suave topografía que permite ir caminando a todas partes y disfrutar del comercio concentrado a pie de calle. Y por último esta la playa, esa gran plaza de la ciudad, abierta al infinito. Jahn me explicaba que uno de los secretos del éxito del urbanismo de Benidorm, radicaba en el hecho de que, el uso de sus rascacielos, es residencial. En el resto del país (como en la city de Azka en Madrid) las concentraciones de edificios altos se destinan a oficinas y cuando se acaba la jornada de trabajo, la ciudad se muere, convirtiéndose por la noche en un lugar inhóspito y peligroso. También ponía el ejemplo del barrio Hansa de la Interbau de Berlín del año 1954 donde colaboró con los arquitectos Müller &Siegmann en una de las torres de vivienda. Un barrio – exposición decía – que quiso ser ejemplo de la ciudad moderna y que fue un fracaso por la excesiva separación entre los edificios en medio de un espacio verde (¡ay los urbanistas! confundiendo a la gente con las vacas) que simplemente era vacío. ¡Cuántos barrios como este, existen hoy en Centro - Europa convertidos en verdaderos guetos ocupados por inmigrantes llegados de los países del hambre! La ciudad moderna, como reacción a la alta densidad del siglo XIX, separaba los edificios aislándolos entre sí, en un intento desesperado por recuperar el campo, como si se tratara de una ciudad jardín de villas. Pero fue un fracaso, porque la gente quiere vivir en la ciudad y el barrio Hansa, como tantos otros, en su intento de fusionar ciudad con campo no fue ni una cosa ni la otra. Tampoco las bucólicas arquitecturas mediterráneas, blancas y puras, que perseguían los modernos de los años treinta y los nostálgicos de un Mediterráneo tercermundista, con pequeños y serviles pueblos de pescadores, con estrechas calles pavimentadas de cantos rodados, tienen cabida aquí. Para eso está conservada en formol, la exquisita y rechupeteada Altea, con sus puertos deportivos, sus restaurantes con encanto y sus tiendas de moda, donde juegan a lo étnico los fines de semana, los pijos de Madrid a precios de Madrid. Benidorm es otra cosa. Una fábrica de vacaciones, un producto de la industria turística para las masas, en la que, menos elitismo, hay casi de todo y donde la relación calidad precio resulta equilibrada Solos, en grupo o en familia, llegan todos los años millones de visitantes españoles y extranjeros, gran parte de los cuales repiten con pasmosa fidelidad. Vienen con la sana intención de no hacer nada, y de gozar del placer de dejar transcurrir el tiempo. Porque en este parque temático de vacaciones que es en sí la ciudad, no hay catedral gótica ni barroca, ni murallas medievales, ni acueducto romano, ni museos arqueológicos, ni pinacotecas, ni visitas guiadas… Aquí no se puede hacer turismo como en otras ciudades españolas, recorriendo las ruinas dejadas por la historia. Porque aquí, para bien o para mal, no hay historia. Tampoco se pueden visitar las arquitecturas, siempre pretenciosas, de los modernos edificios públicos, porque como no es capital tampoco los tiene…Bueno…tenemos sí, el nuevo Ayuntamiento (que no está en la plaza mayor, porque no hay plaza mayor) con su diseño de moderna torre acristalada de oficinas, que presenta la peculiaridad de estar tumbada, una posición que algunos han considerado adecuada, dada la actividad política y funcionarial que acoge…Y están la playa, la calle, el sol, el cielo azul y el discurrir indolente del día a día, que en esta ciudad parecen transformar mágicamente a sus visitantes… Y claro está, a la vista de todo esto, los expertos urbanistas no se explican su éxito. ¿Pero quiénes forman esa enorme marea de visitantes?... Algún sociólogo, agudo y observador, se ha referido a una mezcla de aristocracia obrera y clases medias, un invento de la moderna socialdemocracia, producto del estado del bienestar, con sus vacaciones pagadas, la pensión de jubilación y la seguridad social universal…Y parece que Benidorm responde como ninguna otra ciudad, a sus sueños y a sus demandas. Son gentes que vienen a pasar unos días y olvidándose de los condicionamientos sociales, del origen o de la edad, se sueltan el moño y se lo pasan bomba. Y nadie se lo explica, pero les acaba enganchando. Más tarde, en sus frías ciudades del norte, dominadas por la cultura puritana y protestante del trabajo, la llamada de aquel lugar donde siempre sale el sol y reinan el relajo y la tolerancia, retornará como una vieja herida con cada cambio de estación. Y un día venden su casa, meten los muebles en un camión de mudanzas y se vienen para aquí abajo. Algunos para siempre. Otros, en un último viaje, desandarán el camino en una caja de madera, hacia la tierra donde vieron la luz… Pero para ese viaje, ya sobra todo… incluso el sol. El clima, la playa y la influencia británica, hacen que todo el mundo se vista como le venga en gana, sin llamar por ello la atención. Gentes con boina de toda la vida, la dan de baja en cuanto llegan, dejan la calva al aire y se encasquetan un sombrero de paja, una visera o una gorra de béisbol. La elegancia, como imagen externa de la categoría social, aquí no existe. Lo mismo se ven viejos vestidos de jóvenes que, jóvenes vestidos de viejos, porque en el vestir, como en tantas otras cosas, en esta ciudad se ha perdido el miedo al ridículo. Algo que los viejos nunca se atreverían a hacer en su pueblo, arrejuntarse en pecado a espaldas de sus hijos y de las amistades de toda la vida, aquí lo hacen. Porque sin la presión social, el pecado desaparece. Y en Benidorm se sienten libres. Entonces descubren que les han engañado, que la familia ha sido un yugo y no han hecho otra cosa que trabajar toda su puta vida para criar a los niños, pagar al gobierno los impuestos y la hipoteca al banco. Y como el viejo rosal, cuando da su postrera y más bella rosa, se agarran a las brasas de la vida para gozar de su última floración. Como la ciudad norteamericana, construida en un tiempo sin memoria que siempre se está reiniciando sobre sí misma, ésta es una ciudad sin pasado, donde el concepto de casa troncal, como núcleo de las esencias sagradas de sucesivas generaciones familiares, carece de sentido. Porque aquí la familia no tiene tronco, solo tiene ramas. Así que cuando morimos, no queda nadie para continuar nuestra labor, porque nada hay que continuar. Porque la vida se inicia y acaba con uno, y todo vuelve a comenzar de nuevo, con otros que vendrán a ocupar nuestro lugar. Porque en esta ciudad donde no hay viviendas, ni casas, sino hoteles y apartamentos, todo es efímero… como el turismo. Una ciudad abierta, sin una estratificación social consolidada (los políticos locales y su mundo pueblerino van por un lado y la vida real y cosmopolita por otro) donde casi nadie es de aquí y por tanto no caben los argumentos chovinistas para el rechazo. Porque por un motivo u otro, nadie quiere mirar atrás. Porque casi todos somos exiliados. Por eso crece y seguirá creciendo, hasta convertirse en la única entre las ciudades del país que, nunca llegará a ser capital, porque desconoce el significado de la historia. Así llegan, año tras año, muchos viejos y no tan viejos, procedentes de media Europa, buscando un lugar donde reiniciar su vida, sin el peso de los fracasos y la carga del pasado. Así he llegado también yo, después de inacabables años de cárcel, buscando un nuevo lugar bajo el sol. Y como yo acabarían también llegando, uno tras otro, los personajes que pueblan estas historias que vengo contando. Y es que, para nosotros, los hijos de la estirpe de Caín, Benidorm es como una isla de libertad, donde, nuestro estigma, se desvanece con el sol, y poco a poco, dejamos ante los demás de ser los otros.
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 20:19:28 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015