... Después se acostaron ambos en la ancha cama. Él la miraba. - TopicsExpress



          

... Después se acostaron ambos en la ancha cama. Él la miraba. Estaba acostada boca arriba con la cabeza apoyada en la almohada, la barbilla ligeramente levantada, los ojos fijos en el techo, y en aquel tenso estiramiento de su cuerpo (siempre le había recordado la cuerda de un instrumento musical, le decía que tenía "alma de cuerda") vio de pronto, en un instante, toda la esencia de ella. Sí, de vez en cuando le sucedía (eran momentos milagrosos) que de pronto, en un único gesto o movimiento, parecía entrever toda la historia del cuerpo y el alma de ella. Eran momentos de una clarividencia absoluta y también de una absoluta emoción; y es que esta mujer le había amado cuando aún no era nadie, siempre había estado dispuesta a sacrificarlo todo por él, entendía a ciegas todos sus pensamientos y por eso podía hablar con ella tanto de Armstrong como de Stravinski, de tonterías y de problemas. (La despedida, Milan Kundera)
Posted on: Sat, 31 Aug 2013 02:04:44 +0000

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