"En el futuro, todo el mundo será famoso durante 15 - TopicsExpress



          

"En el futuro, todo el mundo será famoso durante 15 minutos" Andrew Warhola (Andy Warhol) ¿Quién es este señor impasible, de pálida faz, peluquín blanco encima de su pelo oscuro, que posa de superstar? Es Andrew Warhola, nacido en 1928 y fallecido hace treinta años. Americano, representante por excelencia del movimiento Pop de las artes plásticas. Andy Warhol, como decidió autonombrarse, llevó a cabo, como ningún otro artista contemporáneo, el plan de desmitificar el arte y acercarlo a la vida, volverlo POPular. Pero, ¿qué significa esto? Los movimientos artísticos del siglo XX habían tomado por el camino del reduccionismo. En cada nuevo movimiento que aparecía –el arte abstracto, por ejemplo– paulatinamente se eliminaban características consideradas hasta entonces fundamentales en el arte. Antes que nada, los movimientos de vanguardia debieron vencer el prejuicio propio del gran arte: portar un mensaje. La idea de nobleza y espiritualidad, la urgencia por representar la realidad y ser simbólico se fue yendo al traste. En el caso de la pintura, la ilusión de tridimesionalidad, la necesidad del lienzo como soporte e incluso el uso del marco se volvieron obsoletos. La pintura era superficie, arte puro hablando solo de sí mismo para los entendidos, y no se le pedía más. El Pop, con Warhol a la cabeza, hace un cambio inusitado: se propone bajar el arte al reino de este mundo y hacerlo accesible a todos los mortales. Si alguna similitud hubo entre los distintos movimientos de los años 60 y 70 del siglo XX fue acortar la distancia entre el arte y la vida corriente, y entre los artistas y las personas comunes. Despojado de sus metas espirituales y de su metalenguaje, el arte dejó de ser un producto del alma y de la razón y se convirtió en un producto del mercado. Como tal, su suerte es la de cualquier otro producto: imponerse mediante un sello de marca que lo vuelva reconocible, con un estilo distinguible sin esfuerzo, con suficientes variaciones que garanticen nuevas ventas y mayor número de compradores. La paradoja de tal propósito es que para que los humanos califiquemos de artístico un producto tenemos que volverlo especial, y volverlo especial se opone a volverlo común, meta del arte Pop, cuyos objetos –dicho sea de paso– no tienen ya nada de común. La singularidad fue, de hecho, usar la “magia” del arte para darle magia a lo común y cotidiano. Warhol quiso mantener una mirada desapasionada sobre el mundo que lo rodeaba. Desapasionada, con el fin de observar con ojos desprejuiciados su propio mundo, como si se tratara de un marciano que hubiera caído a la Tierra, pero jamás abandonando su perspectiva artística. Así lo hace cuando observa cualquier cosa: el bolsillo pequeño de los bluyines, en el que, dice, iría bien una moneda de oro de 20 dólares; o cuando compra una pasta de dientes porque le agrada su empaque rosado pues evoca uno que en su infancia le encantaba. Warhol se detiene sobre los objetos más comunes del mercado y los observa, los utiliza, los pasa por la magia del arte y los pone frente a nuestros ojos para que volvamos a verlos, pero de una manera diferente. Warhol nunca ha asegurado que los haya escogido por bellos, no nos ha dado sus razones, simplemente los ha separado del conjunto y ha encontrado la manera de realzarlos. Después de que hemos observado los colores, las formas, los textos escritos, los diseños, los patrones de los objetos más triviales, no es difícil recorrer el supermercado como si se tratara de una galería de arte. Hacer de sí mismo una obra de arte Warhol fue en sus inicios creador de imágenes para la publicidad, y realmente nunca dejó de serlo. Conocía la manera como el envoltorio afecta la percepción del producto y por tanto su venta: la facha del artista romántico fue parecer doliente de las penas del mundo y portar cierta dosis de locura; la extravagancia fue “el empaque” de los artistas de los años 30-50 (recordemos a Salvador Dalí); y el desparpajo y la autenticidad, puestos de moda por los hippies; había que proponer un nuevo estilo, el de ser vistoso pero hermético y superficial. Así lo decía: soy lo que se ve, no hay que buscar más. La misma estrategia que usó en Alemania y hasta el paroxismo Joseph Beuys: la de ser misterioso. Ambos, extraordinarios agentes de sus propias relaciones públicas. Warhol conocía bien la estructura de la sociedad y fue capaz de sacarle provecho. Cuando tenía veinte años se fue a vivir a la ciudad perfecta para su actividad: Nueva York. Se conectó con la alta sociedad y con los medios de comunicación. Su meta, ser notorio, reconocido, valorado; ser él mismo un objeto artístico con un sello personal. Para ello se inventó una imagen de sí mismo. Hacer arte con la propia vida implicó reflexionar y encontrar la manera de hacerse distinto de los demás, pues parecer “profundamente superficial” requiere cierta profundidad. Desde los veintitrés años se teñía el pelo de blanco, para que su edad no pudiera ser nunca algo obvio; hablar sobre los famosos en su revista Interview fue otra manera, pues atraía la atención de estos sobre él; mostrarse incansablemente fue una manera más de venderse. Warhol tuvo una profunda confianza en que la gente deseaba superstars, y los complació. Los reality shows ya habían existido en la mente de este artista singular. Por Ana Vélez Blog: El Catrecillo
Posted on: Tue, 06 Aug 2013 23:52:25 +0000

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