“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Estas son las primeras palabras de la Biblia. Él hizo que existiese el Universo, todas las galaxias y la más pequeña mota de polvo a partir de la nada, y esto únicamente mediante su Palabra: “Él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmo 33:9). Para Dios, crear no fue un simple impulso inicial, después del cual se desinteresaría de su obra. “…Todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:16- 17). Ahora, en este mismo instante, Dios mantiene la existencia de todo y da a cada uno de nosotros el soplo de vida. Dios no puede ser puesto en el mismo plano que la creación. Todos los seres dependen de él para existir, pero él no depende de nadie. Se llama: “YO SOY” (Éxodo 3:14). Él hace que todos los seres existan. Está totalmente por encima de ellos porque no depende de nadie. Sólo él merece ser adorado, porque él es Dios y creó una obra espléndida. ¿No es lo que percibimos ante la majestad de un paisaje montañoso, la inmensidad del mar e incluso la pureza del rostro de un niño? No nos quedemos en la contemplación de la belleza, vayamos a su Autor. Por la fe podemos conocerle como el Dios Creador, pero también como el Dios Salvador. Él nos creó para que pudiésemos contemplar su gloria y alegrarnos con aquello con que él se alegra.
Posted on: Mon, 23 Sep 2013 11:07:18 +0000