“Gala del Ballet Clásico Cubano de Miami con lo mejor del - TopicsExpress



          

“Gala del Ballet Clásico Cubano de Miami con lo mejor del repertorio”, un éxito rotundo de crítica y público Aunque dicen que “segundas partes nunca fueron buenas”, el perseverante maestro Pedro Pablo Peña –artífice indiscutible de que en Miami tengamos ballet del bueno y un festival de renombre mundial– ha roto con tan agorero adagio al presentar una exitosa segunda edición –esta vez en el Miami Dade County Auditorium– de la gala homónima que tuvo lugar en el Teatro Jackie Gleason de Miami Beach el 25 de mayo de este año. Luego de las palabras de presentación de Pedro Pablo, las cortinas se descorrieron para que Meisy García, Shaina Kaim, Claudia Lezcano y Adriana Méndez –un cuerpo de baile de lujo– y las solistas Trisha Carter y Analay Saíz hicieran gala de gran acople y musicalidad para“acompañar” a Arianne Martín y a Edward González –Gamzatti y Solor, los protagonistas– en esta lucida Suite del ballet La Bayadera (coreografía de Marius Petipa y música de Ludwig Minkus, puesta en escena de Eriberto Jiménez), que también contó con la feliz contribución de Ihosvani Rodríguez y de Víctor Santana. Antes de comentar el baile en sí, quiero destacar el buen gusto del vestuario a cargo de Galina Solovyeva y la feliz selección de la imagen del fondo, totalmente a tono con la atmósfera hindú del ballet, así como la cuidadosa puesta en escena de Eriberto Jiménez. Arianne posee una hermosa línea, con arabesques elegantes y precisos, y una impresionante extensión, que exhibió tanto en el adagio como en las variaciones. Ya en la coda, sacó de su arsenal unos deslumbrantes pirouéttes, durante los cuales no se desplazó del lugar. Edward, a su vez, como partenaire, debe hacer girar mejor a su compañera, más centrada, mientras que como solista sí se destacó por sus saltos y giros, aunque le faltó elevación en el óvalo que hizo con los primeros, y debe perfeccionar su “caída” final en los segundos. Las seis bailarinas mencionadas al principio se lucieron con grand jettés de primeras figuras, y Trisha Carter y Analay Saíz, en su rol de solistas, ostentaron un muy buen trabajo de pies y gran acople. De este mundo de brahmanes, rajás, guerreros y cazadores de tigres pasamos al reino animal, para ver morir a un cisne en la coreografía inmortal de Mijaíl Fokín para el fragmento “El cisne”, de El carnaval de los animales, de Camile Saint Saens. De nuevo la imagen proyectada en el telón de fondo se ajustó completamente al ambiente “lacustre” que este ballet demanda, y la primera bailarina Hayna Gutiérrez fue la depositaria del difícil reto de morir como cisne en esta pieza que la Pávlova y Maya Plisétskaya bordaron para siempre. El port de bras de Hayna me pareció lo mejor de su desempeño, pues lo logró con un efecto de “cámara lenta” que le hubiera encantado a Alicia Alonso, siempre preocupada porque las bailarinas cubanas no imiten a las soviéticas con una port de bras exagerado, “manierista”, y Hayna –que, por cierto, bailó el rol por primera vez en esta ocasión– logró imprimirle un toque personal a ese aleteo ondulante que todos esperamos ver en un “cisne” moribundo que se respete. Ahora bien, le faltó más “drama”, creerse de verdad que es un ave que muere sin remedio, y por eso pienso que su interpretación no tuvo el impacto debido. Eso sí, me encantaron los saludos al final, sin salirse del personaje, como demanda la “escuela cubana de ballet”. Del reino animal al de las rosas –con el mejor telón de fondo de toda la función, que incorporó las flores al aparecer su “espectro” –, es oportuno destacar que el fantasma de Vaslav Nijinski siempre conspira contra el bailarín a cargo de este papel “floral” (coreografía de Fokín y música de Carl Maria Von Weber), sobre todo en el grand jetté final, pero Randy Crespo lo interpretó con gran dignidad, con muy buena labor de pies y saltos –volteretas en el aire incluidas–, aunque le recomiendo enfatizar la condición “andrógina” del personaje y mejorar el trabajo de brazos y manos que demanda la coreografía, para “deshumanizarse” en pose de flor, ¡ah!, y lograr más elevación en su grand jetté cuando se va. Randy fue el atento soporte para que Analay Saíz se adueñara de tal modo de su personaje de adolescente soñadora y romántica que parecía que bailaba dormida. El chispeante pas de deux Arlequinada (coreografía de Petipa y música de Riccardo Drigo) trajo el humor al amor, con un delicioso y pirotécnico Ihosvany Rodríguez en el simpático rol del enamorado que corteja a una “esquiva” joven, interpretada también con gran picardía por Annie Ruiz Díaz, quien debe “terminar” mejor sus fouettés en lo que a la técnica se refiere. (Fin de de la primera parte)
Posted on: Thu, 04 Jul 2013 21:17:17 +0000

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