¡Hasta la victoria siempre, Maradona! Por Diego Marín - TopicsExpress



          

¡Hasta la victoria siempre, Maradona! Por Diego Marín Contreras De la genial especie de los contradictorios, se declara enemigo del imperialismo yanqui y admirador ferviente de Hugo Chávez, cuando no de Fidel Castro, con tatuaje del Che Guevara en el hombro guerrero, mientras se hospeda en el Hotel Trump de New York City o se hace una nueva cirugía plástica como cualquier diva que se respete. Denuncia la mafia del Vaticano, cuando no sus bendiciones cómplices, mientras se lo vincula con la muy prestigiosa mafia napolitana, porque le encanta la camorra casi tanto como el pacifismo. Se declara humilde muchacho de la barriada porteña, que sufre de histeria y no sabe de historia –quién no recuerda el cinco cero que refutó sus vaticinios y su soberbia–, pero es un argentino de alma entera, un Eguito Maradona arrogante hasta los tuétanos que podría hacer suyo un exabrupto de Orson Wells, quien, cuando lo acusaron de contradecirse, respondió: “¿Me contradigo? ¡Claro! ¡Soy un genio!” Maradona también: un genio mediático. Punto de referencia obligado de la grandeza. En cierta ocasión unos hinchas que venían de un partido donde él había jugado, vieron venir por la acera de enfrente al poeta Jorge Luís Borges, y no hallaron mejor manera de elogiarlo que gritándole: “¡Borges, sos más grande que Maradona!” Diego Armando estuvo de acuerdo. Tanto el uno como el otro representan, en todo caso, el ser argentino mismo, la argentinidad elevada a su máxima expresión, si es que algo así existe en alguna parte que no sea el ego de los habitantes de la república plateada. Maradona es un poeta del escándalo, cuya personalidad surrealista habría fascinado a Salvador Dalí. Un Di-egocéntrico que siempre tiene a Dios a la mano, porque nunca se sabe cuando falla el ego. Un contradictorio, un tipo genial. Vulnerado y vulnerable, adicto y sabio, pasional y emotivo, reparte abrazos y besos con el corazón abierto a la humanidad más trémula, con esa incesante energía amorosa con la que emprende obras sociales a diestra y siniestra, este muchacho de la barriada que ha criticado la pompa del Vaticano, con esa compasión que sólo tienen los seres que, como él, han conocido también la humillación y la derrota, la miseria y el éxtasis, los días que, uno tras otro, son la vida. Es grande, Maradona, aunque no lo vean quienes no ven más allá de sus narices, y no lo ven justamente porque envidian esa grandeza que nada tiene que ver con la fama, que es un don tan misterioso y bello como su mismo arte futbolístico. Es un latinoamericano de venas abiertas, Maradona, es uno de los nuestros, de esos que saben, camará, que la maestra vida te da y te quita, te quita y te da. Es humilde y prepotente, es cobarde y valeroso, es mitómano y honesto: es un contradictorio, pero es él mismo. Pero es el mejor futbolista del Cosmos, o un cosmos llamado Diego Armando Maradona, muchacho de la barriada porteña elevado a ícono universal, tanto como ese Ernesto Guevara de La Serna que ha sido su ídolo desde siempre. Y no importa quién gane o quién pierda, siempre que gane Latinoamérica, la nuestra. Lo que importa, lo único que vale la pena, como decía tu Che querido, es continuar, persistir, perseverar, ¡hasta la victoria siempre, Maradona!
Posted on: Mon, 12 Aug 2013 03:17:26 +0000

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