¡Libertad espiritual...en un cuerpo libre! Anselmo Quiroz - TopicsExpress



          

¡Libertad espiritual...en un cuerpo libre! Anselmo Quiroz escapó una decena de veces de igual número de penales. Un "Papillón" criollo, diría el juez al referirse al célebre evadido que inmortalizó el escritor Henry Charriere. Su cuerpo testimoniaba lo traumático de cada intento de huir: cicatrices en el rostro, la espalda, una lesión en las piernas, y las consecuencias de su último y fallido escape: perdió la vida. No resistió el impacto tras saltar de un muro de tres metros. Anselmo elaboró cuidadosamente su plan por espacio de cuatro meses, todo salió a perfección, pero no previó que su caída sería fatal. "Murió preso de sí mismo" explicó el director de la prisión, en un remoto pueblecito del Ecuador. La frase me dio vueltas en la cabeza por mucho tiempo:"Murió preso de sí mismo", "...de sí mismo”. ¡Tenía toda la razón! Hay por lo menos dos formas de estar prisionero... 1. Libres físicamente, pero prisioneros espiritualmente Junto a usted hay centenares de personas que si bien pueden desplazarse a donde quieren, sin restricciones, interiormente viven atados, prisioneros de una cárcel de la que difícilmente pueden salir. Están bajo condena a cadena perpetua. Son prisioneros de la amargura, de la frustración, de las crisis emocionales, de la sensación de vacío, de la soledad y cuantas emociones reprimidas pueda imaginar. Usted encuentra estos convictos por todas partes: en el metro, en la oficina, en el barrio, incluso allí en el autobús. Sus reacciones revelan que caminan en un laberinto sin salida... El salmista David lo describió así:"Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, mientras me echan en cara a todas horas: ¿Dónde está su Dios? Y también: "Se me afligía el corazón y se me amargaban los ánimos" (Salmos 42:3 y 73:21. Nueva Versión Internacional). 3 Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: « ¿Dónde está tu Dios?» Sal. 42:3; 21 Se llenó de amargura mi alma y en mi corazón sentía punzadas. Sal. 73:21; ¿Cristianos prisioneros? Los hay. Asisten a la iglesia, cantan durante los períodos de alabanza e incluso, leen la Biblia. Pero siguen igual. En sus vidas no se produce un cambio, Tienen raptos de ira incontrolada, caen con frecuencia bajo el peso de los vicios, expresan todavía palabras soeces y sienten que aquello de amar y perdonar al prójimo no pasa de ser teoría. ¿Las causas? Dependen de sus capacidades humanas, de su religiosidad y no de Dios. Por esa razón, caen y se sienten frustrados. Su perspectiva cambia: dejan de tener gozo y se vuelven tristes y proclives a la depresión. 2. Prisioneros físicamente, pero libres espiritualmente Conocía a Héctor Mario en la cárcel. Cuarenta y cinco años de edad, Diez de ellos en prisión, acusado de homicidio. "Soy inocente", repitió siempre, incluso cuando salió del penal. Su vida se convirtió en una pesadilla. Su esposa, con quien recién se había casado, lo abandonó. No le perdonó jamás su delito, sin ni siquiera saber si era verdad. Allí descubrió quiénes realmente lo apreciaban: en los diez años de prisión, solamente recibió cinco visitas, todas de amigos, ninguna de familiares o allegados. Por mucho tiempo Héctor Mario fue presa del rencor: "Mi familia me dejó solo", era su argumento. Afortunadamente alguien le habló de Jesucristo. En particular le impactaron versículos como: "Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32). También: "Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2 Corintios 3:17). Esa libertad es esencial: se trata de la libertad espiritual. Aquella que le abre las puertas al gozo, así hayan enormes dificultades a su alrededor; la libertad que le permite mirar su pasado sin temor o sentimientos de culpa, porque sabe que Jesucristo perdonó todos sus pecados en la cruz; y la libertad que le permite vencer sus hábitos, vicios y actitudes de autodestrucción. La forma de ver la vida cambió. Héctor Mario era un hombre diferente. En la cárcel, pero libre. Compartía estudios bíblicos con sus compañeros. "El pastorcito", le decían sus discípulos. Hoy se reincorporó a la sociedad. Trabaja en la construcción durante las horas del día, y en la noche, se reúne con un pequeño grupo de creyentes. No dudo que en el futuro será una próspera congregación. Usted puede ser libre Quizá ha descubierto que se identifica plenamente con aquéllas personas que son libres físicamente, pero espiritualmente permanecen prisioneros. ¡Su vida puede cambiar! Jesús lo prometió: "...si el hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" Juan 8:36). Ser libre es sencillo, sólo basta una oración sencilla. Dígale: "Señor Jesucristo, gracias por perdonar todos mis pecados con tu muerte en la cruz. Me arrepiento profundamente de ellos. Deseo que desde hoy seas mi Rey y Señor. Toma mi vida y haz de mí la persona que tú quieres que yo sea". Amén. No es necesario que copies esta oración, lo que es necesario es que vivas esta idea, que vivas esta actitud pidiéndole la salvación y el perdón de todos tus pecados. Repito: Ora al Señor y pídele esto a Dios, arrepintiéndote de verdad y de todo corazón. Alcanzarás la salvación de tu alma, teniendo una experiencia personal con Cristo. Dios te ama. .
Posted on: Fri, 20 Sep 2013 11:17:56 +0000

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