"NORFOLK, VIRGINIA. —Yo soy Gerhardt Falken —dijo el - TopicsExpress



          

"NORFOLK, VIRGINIA. —Yo soy Gerhardt Falken —dijo el hombre—. Entré en la Unión Soviética hace seis días por el puerto de Odessa. Durante diez años he sido agente del Bundesnachrichtendienst, el aparato de inteligencia del gobierno de Alemania Occidental. Mi misión era asesinar al Politburó en su reunión del jueves por la mañana, mediante una bomba colocada en un depósito instalado justo debajo de la sala de conferencias del piso catorce, donde ellos se iban a reunir. Toland y Lowe contemplaban fascinados sus televisores. Era perfecto. Falken hablaba un ruso perfecto, con la dicción y la sintaxis precisas que trataban de lograr los maestros de escuela en la Unión Soviética. Su acento era el de Leningrado. —Durante muchos años —continuó—, he tenido un negocio de importación y exportación en Bremen, y me especialicé en comercio con la Unión Soviética. He viajado a este país numerosas veces, y en muchas de ellas he usado mi identidad comercial para dirigir agentes cuya misión era debilitar y espiar al partido soviético y la infraestructura militar. La cámara se acercó. Falken leía monótonamente un papel escrito y sus ojos pocas veces se levantaban hacia los objetivos. Detrás de las gafas, a un lado, tenía una gran herida. Las manos le temblaban ligeramente cuando volvía las páginas del escrito. —Parece que le pegaron un poco —observó Lowe. —Interesante —replicó Toland—. Nos están haciendo saber que torturan a la gente para obtener información. —¿A un tipo que hace volar criaturas? —protestó Lowe—. Puedes quemarlo en una hoguera, ¿y quién va a dar algo por él? Esto lo han pensado muy bien, amigo. —Quiero dejar bien aclarado —continuó Falken con voz más firme— que no tenía intención de hacer daño a ningún niño. El Polítburó era un legítimo blanco político, pero mi país no hace guerra a los niños. Desde detrás de las cámaras llegaron gritos de disgusto. Como siguiendo una consigna, se amplió el campo en la pantalla y aparecieron dos oficiales uniformados de la KGB que flanqueaban al hombre que estaba hablando, sus caras se mantenían impasibles. El auditorio estaba compuesto por unas veinte personas vestidas con ropas civiles. —¿Para qué entró en nuestro país? —preguntó uno de ellos. —Ya se lo he dicho. —¿Por qué quiere su país matar a los líderes de nuestro Partido Soviético? —Yo soy un espía —replicó Falken—. Cumplo misiones. No hago preguntas como ésa. Sólo obedezco órdenes. —¿Cómo lo capturaron? —Me arrestaron en la estación de ferrocarril de Kiev. No me han explicado de qué medios se valieron para encontrarme. —Precioso —comentó Lowe. —Se llamó a sí mismo espía —objetó Toland—, nadie dice eso; para uno mismo, se usa la palabra «oficial». Un «agente» es un extranjero que trabaja para uno, y un «espía» es un mal tipo. Ellos usan los mismos términos que nosotros. El informe de CIA/AID llegó por télex una hora después. Gerhardt Eugen Falken. Edad cuarenta y cuatro años, Nacido en Bonn. Educado en escuelas públicas, con buenas calificaciones en los registros…, pero faltaba su fotografía en el libro anual de la escuela secundaria. Servicio militar en un batallón de transporte, cuyos documentos y antecedentes quedaron destruidos por el fuego en el incendio de un cuartel hace doce años; en sus efectos personales se encontró su baja con honores. Título universitario en artes liberales, buenas calificaciones pero otra vez faltaba su fotografía, y tres profesores que lo calificaron muy bien no pueden aparentemente recordarlo. Un pequeño negocio de importación y exportación. ¿De donde salió el dinero para iniciarlo? Nadie pudo contestar eso. Vivió en Bremen tranquila y modestamente, y solo. Un hombre amistoso en cierto modo. Siempre saludó con cortesía a sus vecinos, pero nunca intimó con ellos. Un buen patrón para sus empleados («muy correcto», decía su secretaria, una mujer mayor). Viajaba mucho. En resumen, mucha gente sabía que existía, unos cuantos hicieron negocios con su firma, pero en realidad nadie sabía nada acerca de él. —Ya estoy viendo lo que van a decir los diarios: este tipo tiene escrito «agencia» por todas partes. Toland arrancó el papel impreso y lo guardó en una carpeta. Tenía que hacer una exposición ante el comandante en jefe del Atlántico media hora después…, y se preguntaba qué le diría. —Cuéntale que los alemanes van a atacar a Rusia. Quién sabe, quizás esta vez tomen Moscú —murmuró Lowe. —¡No seas maldito, Chuck! —Muy bien, a lo mejor es sólo una operación para debilitar a los rusos y poder unificar a Alemania de una vez por todas. Eso es lo que está diciendo Iván, Bob —Lowe miró por la ventana—. Lo que tenemos aquí es una clase de operación de Inteligencia. Este tipo Falken es un mistificador rematado. Ni por todos los diablos hay forma de saber quién es, de dónde viene ni, por supuesto, para quién está trabajando, a menos que salte algo grande, y yo te apostaría a que no. Sabemos, o más bien pensamos, que los alemanes no son tan locos, pero la única prueba disponible apunta hacia ellos. Di al almirante que algo malo está pasando. Toland hizo precisamente eso, pero sólo para conseguir que casi le cortara la cabeza un hombre de elevado rango que quería y necesitaba información precisa. KIEV, UCRANIA. —Camaradas, dentro de dos semanas iniciaremos operaciones ofensivas contra las fuerzas terrestres de la OTAN —comenzó Alekseyev, y explicó las razones para ello; los comandantes de cuerpo y de división allí reunidos aceptaron impasibles la información—. El peligro para el Estado es el más grande al que hayamos tenido que enfrentarnos en más de cuarenta años. Hemos empleado los últimos cuatro meses para poner en forma a nuestro Ejército. Ustedes y sus subordinados han respondido bien a nuestras exigencias, y sólo puedo decir que estoy orgulloso de haber prestado servicios a su lado. Voy a dejar la habitual arenga del partido a los oficiales políticos de sus grupos —Alekseyev aventuró una única sonrisa en su discurso—. Nosotros somos los oficiales profesionales del Ejército Sovíético. Sabemos cuál es nuestra tarea. Sabemos por qué la tenemos. La vida de la Rodina depende de nuestra capacidad para triunfar en nuestra misión. Es lo único que importa —concluyó. Al diablo que sólo importa eso…" TORMENTA ROJA, TOM CLANCY
Posted on: Tue, 17 Sep 2013 16:23:13 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015