¿QUIEN CARAJO TIENE MI PERFUME? Para quienes no la conocen, - TopicsExpress



          

¿QUIEN CARAJO TIENE MI PERFUME? Para quienes no la conocen, les diré que mi madre se ubica en esto de la vestimenta pasando el límite de la talla XL; pero sus cualidades y bondad exceden esa medida, en tanto que sus defectos y carencias apenas alcanzan la talla SMALL en la que se alucina. Digamos que es, como Mafalda, alguien rellenita de amor. Tiene sus fallas: no es confiable, por ejemplo, para llevar encargos (ni siquiera saludos) y los regalos que nos ofrece hay que guardarlos un buen tiempo intactos e inamovibles, como el dije en forma de cañoncito que recibió Castilla, según ameno relato del tradicionalista Ricardo Palma. La Collo volvió al Perú el miércoles antepasado, con precisas recomendaciones de dar cada cosa a cada cual, con paquetes cerrados con cintas adhesivas y nombres escritos con plumón, porque saben de sus “debilidades talla small. Para mi madre no hay precintos de seguridad que se libren de sus asaltos y le importa un comino eso de que “papelito canta” (y ahora, el FB cuenta). Así, resulta que yo terminé con un reloj de un dorado escandaloso (que mantengo en mi vitrina-biblioteca en su propio empaque, emulando a Castilla, sin siquiera tocar, a la espera de cómo dé la hora y devolver cuanto antes) y un perfume comprado para mí por dos de mis hermanas desapareció (o como decía mi sobrina Medalit “está perfumando a alguien indebidamente). De ahí que no pregunte sino más bien exclame: ¡Quién carajo tiene mi perfume! Hay un maravilloso tango, “Cambalache”, que habla de problemas universales, la injusticia y tener todo al revés. Recuerden los mayores y entérense los jóvenes: “Siglo XX cambalache/ problemático y febril/todo es igual/ nada es mejor/ lo mismo un burro/ que un gran profesor...”. Y la Collo hace cambalaches, en el sentido de hacer trueques sin intención malsana sino con el ánimo de agradar y de complacer, pero dejando apaleados en el camino Y sus cambalaches son de apología. Una vez, una de mis hermanas se compró una blusa hermosa luego de buscar por doquier, era su sueño, la adoraba y esperaba una ocasión para lucirla, era “la” blusa (y las mujeres saben a qué me refiero). En una reunión familiar vio que alguien tenía una idéntica, enmudeció, se aproximó a la joven y casi entra en shock: otra había hecho el estreno de tan selecta prenda. ¿A quién culpar? Todo apuntaba a nuestra gordita, pero como su amor de hija siempre puede más, asimiló el golpe y asumió el cambalache de nuestra madre. Hace como un año, una hermana me envió con mi madre una colonia, seguramente muy agradable porque sé de su buen gusto. Y quedé como un cerdo porque no le agradecí. Y no le di las gracias porque nunca me llegó. Resulta que mi madre, al preguntársele, dijo, con la desfachatez que le es propia al verse descubierta, que decidió quedársela porque le gusta usar perfumes de hombres. Mi hermana calló y yo recién me entero. ¡Cambalache! En otra ocasión llego lllego temprano a casa y veo al subir a los dormitorios un color extraño en la cama de mi hijo. Sé de los colores de los cubrecamas que tiene, mi trabajo me exige distinguir tonos y tonalidades, pregunto, me responden “tu mamá lo trajo”, y tanto el color como los dibujos me resultaban familiares al día siguiente y el siguiente, caí en cuenta que los había visto en fundas en la casa de una hermana, el telefonazo, las disculpas ¡Otro cambalache ...de mi madre! Me contaba un sobrino que para una reunión importante quería lucir una camisa muy fina que había comprado para cierta combinación de terno y corbata. Buscó y nada. Asumió que debía ponerse otra cosa, aunque a regañadientes porque quien sabe vestir conoce que hay detalles que no tienen que obviarse. Había que resignarse. En el curso del almuerzo ve llegar a uno de sus tíos, abrió desmedidamente los ojos, no había duda, era su camisa, y pensó: ¡Mi abuela, la Collo! Hace pocos meses, uno de mis sobrinos debía salir de casa para hacer unas compras, hacía frío, llevaba encima apenas un polo. Mi esposa le pide que espere, sube de prisa y trae una casaca muy bonita, crema, abrigadora, diciéndole “ponte ésta de tu tío”. Y Ale exclamó: ¡Mi casaca, tío, mi casaca!. ¡no la encontraba por ningún lado! Risas. Demás está decir que la responsable de este otro cambalache era ¿quién? ¡la Collo! Hace unos 10 días debí haber recibido un perfume, regalo de mis hermanas. Es inútil preguntarle a mi viejita qué fue de él. Y me da bronca. Ayer no quise ir al almuerzo que le prepararon. Total, el domingo pasado la llevé a comer parrillada con mis hijos, sobrino y esposa, y gusto más de estos pequeños agasajos. Sigo enojado. Estoy empachado de cambalaches y todavía el fastidio se me pasará en unas semanas, aunque extrañe a la Collo y sea yo quien la pase peor sin verla. He llegado a la conclusión que la Collo es la única que cree en sus cuentos y en sus habilidades para “hacerse la sueca”. Conozco su enorme corazón y comprendo que peque por exceso y tenga estas fallas talla small de las que hablaba al principio. Pero son. Y no es justo. Ya me cansé. Por eso, insisto: ¿QUIEN CARAJO TIENE MI PERFUME?
Posted on: Sun, 24 Nov 2013 19:03:53 +0000

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