¿Qué hay dentro de la felicidad? ¿Qué significa la felicidad y - TopicsExpress



          

¿Qué hay dentro de la felicidad? ¿Qué significa la felicidad y cómo la perciben las personas? POR ELIZABETH WEIL - The New York Times Según Sonja Lyubomirsky, tenemos un nivel establecido de felicidad que en parte llevamos en los genes. Cuando pasa algo bueno, nuestra sensación de felicidad aumenta, mientras que declina si sucede algo malo. Pero, al poco tiempo, nuestro estado de ánimo volverá a su nivel prestablecido por un fenómeno poderoso y perverso llamado “adaptación hedónica”, o que nos habituamos a la cosas. Con el libro de 2007 “El cómo de la Felicidad” y en el siguiente, “Los mitos de la felicidad”, de este año, la doctora Lyubomirsky, profesora de psicología de la Universidad de California, Riverside, se aseguró un lugar entre los gurús de la industria de la felicidad, desde M. Scott Peck, con El camino menos transitado, hasta Martin E. P. Seligman y Optimismo aprendido y Daniel Gilbert y su éxito Tropezar con la felicidad. Las conclusiones de Lyubomirsky pueden resultar desconcertantes y, por momentos, reñidas con la lógica, ya que sostiene, por ejemplo, que los inquilinos son más felices que los propietarios. Interrumpir experiencias positivas puede contribuir a hacerlas más disfrutables. Las buenas acciones nos hacen sentir mejor, pero no si nos vemos obligados al mismo acto con demasiada frecuencia. (Llevarle el desayuno a la cama a una pareja un día puede hacernos sentir muy bien, pero hacerlo a diario hace que se lo perciba como una obligación). Lyubomirsky no parece precisamente una gurú de los estados de ánimo. “Odio las caritas sonrientes, los arco iris y los gatitos”, dijo. No piensa mucho en las cosas buenas que tiene en la vida ni escribe cartas de agradecimiento, por más que su investigación sugiere que eso hace más feliz a la gente. Durante años, preocupada por el hecho de que estudiar cómo aumentar la felicidad sonara demasiado frívolo, se concentró en la clasificación de las características de las personas felices e infelices con una objetividad clínica, casi antropológica. Pero todos seguían preguntando: ¿Cómo funciona? ¿Cómo podemos lograr ser más felices? Fue por eso que Lyubomirsky terminó por orientar su investigación hacia esas preguntas. Determinó que la gente infeliz compara mucho y se preocupa por los resultados. Tiende a sentirse mejor cuando recibe malas evaluaciones pero se entera de que a otros les fue peor, que cuando recibe evaluaciones excelentes pero por debajo de las de otros. En un experimento, pidió a pares de voluntarios que usaran títeres para dar una clase sobre la amistad a un público imaginario de niños. Luego se los evaluó comparándolos entre sí: lo hiciste muy bien, pero tu compañero lo hizo mejor, o lo hiciste mal, pero tu compañero lo hizo peor. Los voluntarios que eran felices antes de los títeres se preocuparon un poco al enterarse de que les había ido peor que a sus colegas, pero en su mayor parte se encogieron de hombros. Los voluntarios infelices quedaron devastados. La doctora Lyubomirsky escribe: “Parece ser que las personas infelices aceptan la máxima sardónica que se atribuye a Gore Vidal: ‘Para una verdadera felicidad no basta con tener éxito. (…) Los amigos de uno deben fracasar’”. Es probable, dice, Lyubomirsky, que esa sea la razón por la que es más la gente que conoce el término alemán schadenfreude (que hace referencia a la alegría ante la desgracia del otro) y casi nadie conoce la expresión yiddish shep naches (la alegría ante el éxito del otro). Lyubomirsky, que tiene 46 años, nació en Moscú. Emigró con sus padres y su hermano a Estados Unidos cuando tenía 9 años con la ayuda de la Sociedad de Ayuda al Inmigrante Hebreo. Estudió en la Universidad de Harvard con Brendan Maher, el profesor al que se atribuye el pasaje de la psicología de ciencia blanda basada en descripciones a ciencia dura basada en datos, y decidió que quería especializarse en ese campo. Se trasladó luego al oeste, a la Universidad de Stanford en California, donde su tutor le sugirió que se dedicara al estudio de la felicidad. “En ese momento”, dijo Lyubomirsky, “solo había una persona que estudiaba la felicidad: Ed Diener. En aquel entonces se la llamaba ‘bienestar subjetivo’ y se la consideraba un tema muy vago”. Lyubomirsky dedicó esa década a tratar de definir cómo eran las personas felices e infelices. Según su amigo Andrew Ward, que ahora trabaja en el Departamento de Psicología del Swarthmore College en Pensilvania, “en esos años se pensaba que las personas felices racionalizaban todo el tiempo”. Fue por eso que Lyubomirsky diseñó un experimento en el que la gente calificaba diez postres sabiendo que solo recibiría uno. Luego se dio a cada participante su segunda o tercera opción y se les pidió que volvieran a calificar los diez postres. ¿Quiénes racionalizaron los postres recibidos? Las personas infelices, dijo el Dr. Ward. “Las personas felices dijeron: ‘Este postre es rico, y estoy seguro de que también los otros lo son’. Las personas infelices disfrutaron su postre pero indicaron que se sentían muy aliviados por no haber recibido el ‘horrendo’ postre no elegido. En otras palabras, la gente infeliz despreció el postre que no recibió, mientras que la gente feliz no sintió necesidad de hacerlo”. En enero de 1999, Seligman y Mihaly Csikszentmihalyi, el autor de Flujo: La psicología de la experiencia óptima, invitaron a Lyubomirsky y a una decena de otros académicos en psicología menores de 40 años a Akumal, México. Ahí, Selig fundó el campo de la psicología positiva. El grupo redactó un manifiesto de la Psicología Positiva, definió el campo como “el estudio científico del óptimo funcionamiento humano” y estableció “un nuevo compromiso por parte de los psicólogos investigadores de centrarse en las fuentes de la salud psicológica e ir más allá de los centros de atención anteriores, que eran la enfermedad y el trastorno”. En la actualidad, Lyubomirsky no se considera una psicóloga positiva y piensa que la palabra “positiva” es innecesaria. “La verdad es que no estoy interesada en la gente feliz”, insistió. “Me interesa la forma en que la felicidad cambia con el tiempo y qué estrategias pueden incrementarla”. Contó que cuando su familia se mudó hace poco, su esposo, Peter Del Greco, quería comprar un gran televisor de alta definición. “Le dije: ‘Te vas a adaptar.’ Por supuesto, igual lo quería. Se adaptó”. Lyubomirsky no cree que la gente vaya a aprender a no adaptarse. “Estamos muy concentrados en el ahora”, señaló. “El presente es un imán. Es algo compulsivo”. Desde la mudanza, Lyubomirsky se ha adaptado a casi todo en la casa excepto a la ducha (tiene seis flores) y a la vista del océano. Pero no le preocupa. Como bien sabe, concentrarse demasiado en la felicidad, esperar demasiado de un objetivo, tiende a ser contraproducente. “Recuerdo cuando escribía el capítulo sobre las relaciones de ‘Los mitos de la felicidad’”, dijo. “Un día, cuando manejaba rumbo a casa terminé por pensar: ‘Tendría que hacer algo muy bueno por mi esposo esta semana”.
Posted on: Wed, 07 Aug 2013 11:00:01 +0000

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