¿VANGUARDIA O EXPERIMENTACIÓN? Por Óscar Wong Desde el - TopicsExpress



          

¿VANGUARDIA O EXPERIMENTACIÓN? Por Óscar Wong Desde el pasado siglo XX, con Huidobro en 1911 y, posteriormente con César Vallejo, se han cuestionado los diversos modos de poetizar, partiendo de cánones rígidos, como son la métrica y la rima (sin soslayar la discusión planteada por el autor del Creacionismo con los preceptistas españoles. ¿Verso libre o verso blanco?, se interrogaba el chileno, determinando al verso como un código rítmico, como un aspecto donde la respiración y la tensión interna jugaban un papel predominante). Lo que después se concibió como vanguardia –y que yo denomino simplemente como”experimentación”– parte de las posibilidades que el lenguaje ofrece para entregar, de otra manera, el contenido lírico. Centro y Sudamérica se han caracterizado por estas exploraciones, estas posibilidades lingüísticas de abordar el poema, partiendo del tono conversacional, prosaico, o buscando resaltar en el discurso no sólo el aspecto tropológico sino la condición social. Muchas “poéticas” han surgido, desde la famosa antipoesía con Nicanor Parra, el Movimiento Zero en Perú, y por supuesto con las expresiones de los poetas cubanos de la revolución del 56. Hubo, desde luego, tendencias en Ecuador y en Nicaragua y en otras latitudes de Hispanoamérica. Por supuesto que desacralizar a la poesía, ahondar en la dimensión lingüística, buscando las posibilidades del lenguaje, partiendo del vínculo estrecho: expresión-contenido-intención-resolución, fue, a mediados del siglo XX, una pretensión y un logro. En este sentido, Fernando Alegría señalaba la clara orfebrería de índole ornamental en la primera etapa de Vicente Huidobro –“de raíz parnasiana y tonalidad romántica”– y el lenguaje cotidiano mezclado de fórmulas pedagógicas y sentencias de pillería popular, que unía obscuridades y claridades en Nicanor Parra. Esta manera de enfrentar al mundo partía de dos vertientes: 1) el mundo como caos y el hombre víctima de la razón y, 2. la actitud revolucionaria, donde la realidad se mostraba en su complejidad y hondura, por lo que ante el desmoronamiento de la racionalidad establecida, el poeta buscaba redescubrir la cadencia implícita en el lenguaje y apoyarse en las asociaciones de sentido que la escritura postula (Cf. Literatura y revolución, 1971). Es evidente que la Revolución Cubana, así como los procesos sociales en Hispanoamérica –golpes de estado, gorilatos, represión, persecución y encarcelamiento, etc. –, marcó la pauta. La expresión lírica generó ese logos social, que conciliaba la ética y la estética. Literariamente hablando, México continuó con su tono crepuscular (Pedro Henríquez-Ureña dixit) y salvo algunos autores como Sergio Mondragón, Efraín Huerta y los integrantes de La espiga amotinada, no hubo pretensiones de vanguardia o de adecuación de los contenidos versiculares. En nuestro país aún no es posible hablar de indagaciones ni tentativas. Los Contemporáneos –excepto Salvador Novo-, los del grupo Taller y más tarde los seguidores de Paz, circularon con una proposición formal en tono y contenidos; aunque Eduardo Lizalde, José Emilio Pacheco y Félix Suárez van de la tradición bárdica, del cantor sagrado, al poeta satírico. Muy escasos autores mexicanos han pretendido arriesgarse. Los nombres son mínimos: Sergio Mondragón, Gerardo Deniz, Orlando Guillén y … (Considero que es prudente agregar a Coral Bracho, por la forma de desplazar, tipográficamente hablando, sus recursos versiculares, su cualidad de introducir conceptos incluso de la ciencia, sin olvidar su peculiar sintaxis: guiones y paréntesis aclaratorios; pausas y cesuras para marcar plástica y fonéticamente los silencios, etc. Cf. El ser que va a morir [1981] y, sobre todo, Ese espacio, ese jardín [2003]). La famosa “tradición de la ruptura”, concebida por Octavio Paz en el siglo XX, simplemente ha quedado en “tradición de la mesura”. Por supuesto que habría que aclarar qué se considera en tanto búsqueda, en tanto vanguardia. Pero si arqueológica y míticamente el lenguaje, la palabra misma, extravió su primera substancia, su transparencia, en virtud de la dispersión que ocurrió en la Torre de Babel, es válido buscar ese secreto que la palabra contiene en sí misma, no en la superficie, y recuperar los huecos léxicos, esa significación que subyace petrificada en la palabra, como observaba Héctor A. Murena en La metáfora y lo sagrado). Originalmente los nombres denotaban aquello que designaban; aunque aún persiste un fragmento silencioso, un saber que tiene esas propiedades inmóviles que subyacen en ese espacio que la similitud, la analogía, dejó en la nada, en el vacío. La semejanza de las cosas se ha extraviado. Y más de una lengua a otra, revela Foucault (Cf. Las palabras y las cosas). Este extravío substancial, lírico, ha sido abordado por algunos autores –Lizalde, Sabines, etc.– donde la expresión asume una doble vertiente: escritura y lectura y, además, una visión del mundo contemporánea. Hay, desde luego, un perenne cuestionamiento sobre los modos de poetizar, soslayando los rígidos cánones tradicionales –métrica y rima– y concibiendo al verso como un código ritmo, un ámbito sonoro donde la respiración y la tensión interna juegan un papel determinante, puesto que pretende abordar las posibilidades que el lenguaje ofrece para entregar el contenido del poema. Se advierte el fraseo prosódico, la oralidad que se entroniza en la grafía. poesiadewong.blogspot
Posted on: Wed, 28 Aug 2013 07:05:03 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015