¿Y SI MADRID GANA? El éxito en unos Juegos Olímpicos se mide - TopicsExpress



          

¿Y SI MADRID GANA? El éxito en unos Juegos Olímpicos se mide en el tartán, las piscinas y los podios, pero sobre todo en los audímetros(Eso también le pasa JJAA). El mayor espectáculo televisivo del planeta transforma durante dos semanas una ciudad en el plató ideal. Todo debe estar medido desde el primer segundo para que sea profesional y telegénico. Por eso Terrence Burns sabe que hay cosas que no se pueden permitir. Por ejemplo, en 2000 el entonces alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, presentó la primera intentona olímpica del Madrid democrático (hubo otra en 1965). El alcalde compareció ante las cámaras sin papeles y, para tener algo que leer, pidió a los periodistas que le prestaran la nota de prensa que les habían repartido. También dio datos erróneos sobre el proyecto basándose en un informe anticuado. Terrence Burns hubiera necesitado que le sujetasen para no abofetear al regidor. Porque Burns es algo más que un hombre enérgico, de pelo blanco y radicado en Atlanta: es el principal asesor del equipo de Madrid para conseguir los Juegos Olímpicos de 2020. Presume de haber logrado ya los de Pekín, Vancouver y Sochi, la Universiada de Kazan y la elección de Rusia como sede del Mundial de fútbol de 2018. Por eso estos días Burns corre de un lado para otro en Buenos Aires preparando los detalles de la presentación madrileña ante el Comité Olímpico Internacional (COI), en la que se juega imponerse el día 7 a Tokio y Estambul. Quienes han tratado al gran gurú lo definen como “duro e inflexible”. No soporta los errores porque sabe que el COI tampoco lo hace. Escribe todos los discursos de la candidatura, incluso los del Príncipe, dirige la expresión corporal y no admite disensiones. Bajo su supervisión la alcaldesa Ana Botella toma clases de inglés, y un equipo de asesores visitó en julio las instalaciones de Madrid antes que los verdaderos inspectores del COI para asegurarse de que todo saliera bien. La selección de sparrings la componían profesionales del Olimpismo, como Simon Clegg, uno de los arquitectos de Londres 2012. Sus órdenes fueron claras: aparcar las peleas que recorren la candidatura, no lisonjear a los miembros del COI, mirarles a los ojos, apagar los teléfonos... Demostrarles que los invitados son lo primero. Eso es lo que se tiene que notar por televisión. Madrid vive obsesionada con sus Juegos. Es la tercera vez consecutiva que intenta organizarlos, y el salto en marketing que ha dado durante el trayecto ha sido notable. Con menos rivales que nunca y con el proyecto más valorado por el COI —un 8,08, por delante de Tokio (8,02) y Estambul (6,98)— esta parece la oportunidad ideal para llevarse un evento que definirá para bien o para mal el devenir de la ciudad en una década que se adivina dura. Pero la candidatura no solo ha aprendido a venderse. También asegura que ha construido ya el 80% de las infraestructuras necesarias. Manuel Llanos, por aquel entonces director de deportes del Comité Olímpico Español (COE), fue uno de los autores de un informe que en el año 2000 resaltaba las carencias de la candidatura de Álvarez del Manzano. Criticaba principalmente la falta de infraestructuras deportivas y su dispersión en contraste con la modélica organización de Barcelona 92. En una conversación telefónica, Llanos recuerda lo lejos que queda ese informe. “Ahora se han hecho muchos avances en infraestructuras”, asegura: “No tantas como dicen que tienen, pero eso es normal. A las demás candidaturas seguro que les ocurre lo mismo”.Pasan los años y Barcelona sigue siendo el referente olímpico. Por lo que ofreció y por lo que consiguió. Pero Madrid a principios del siglo XXI no es la Barcelona de finales del siglo XX. La capital catalana era entonces una ciudad industrial que aprovechó la oportunidad para transformarse en un centro de turismo y servicios. Aquellos fueron los Juegos del optimismo, de la presentación ante el mundo del milagro español. Estos se presentan con orgullo como los Juegos low cost. El proyecto de 1992 fue la guinda en la inauguración de la Barcelona que había comenzado a construirse desde los ochenta a base de plazas, parques y mejores servicios públicos. Aquella ciudad aún carecía de comunicaciones de primer nivel (autopistas, un aeropuerto puntero…) y pedía a gritos una salida al mar. El coste de los Juegos estuvo —según quien haga las cuentas— entre los 6.000 y los 10.000 millones de euros, un desembolso público sin precedentes que se concentró en la obra civil (en torno al 60%, según diversos estudios), dejando solo el 10% para instalaciones deportivas. La fotografía no se parece nada a la de Madrid, una ciudad con un perfil ya definido y que acaba de renovar sus infraestructuras ampliando el aeropuerto y la red de metro, además de soterrar la vía de circunvalación (M-30) para recuperar el río Manzanares y su entorno con jardines. Una panoplia de obras onerosas que han convertido a su Ayuntamiento en el más endeudado de España con 7.000 millones de números rojos, la mitad de la de todos los municipios españoles juntos. En 2005, Alberto Ruiz-Gallardón, entonces alcalde de la capital, se propuso rematar el bucle virtuoso de la economía española con unos Juegos. Lo volvió a intentar en 2009 con una economía ya renqueante que quiso ver en la llama olímpica un faro. En 2011, con Madrid en el fondo del cráter, insistió. ¿Es este el último cartucho de una ciudad arruinada, con problemas para pagar a sus proveedores y el 20% de su población activa sin empleo? Desde luego, el Ayuntamiento se frota las manos porque hay un compromiso de que la inversión olímpica se repartirá a tercios con el Gobierno y la Comunidad, y no habrá muchas más oportunidades de recibir 1.000 millones de euros. ¿Pero y si tras los excesos la resaca es aún más dura?
Posted on: Wed, 04 Sep 2013 20:10:52 +0000

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