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… Y ¿SI SÓLO QUEDARAN MIS MANOS? (Texto de 2011... seguimos desempolvando los viejitos) Por: Dionisio Pimiento (@dpimiento) Texto escrito para Decanter “El modo en que recolectamos, procesamos, vendemos, compramos y preparamos la comida es tanto una labor necesaria como un arte diario que expresa lo que es estar vivo” Gastronomía, historia del paladar, p. 33 Set palillos metálicos. Porta cucharas. Báscula. Cucharas en cerámica. Batidora de mano. Tostadora antigua. Cucharas medidoras. Brocha. Espátulas. Sacabocados. Prensa ajos … sí, me reconozco como todo un coleccionista de lo que muchos llamarían “cosas inútiles” pues siempre me he dicho que un día me servirán. Y, ¿qué tal si lanzase una venta de garage y en adelante sólo cocinase con mis manos, tal y como de seguro fue en los orígenes? Éstas serían la principal herramienta junto con un hueso perfecto para golpear o trocear, y claro, con mis dientes (que de seguro no son tan poderosos como los del “hombre cascanueces” de la familia de los australiopitecos, que se servía de ellos para todo) ¿Y si guardase un único utensilio para la cocina? ¿Cuál sería el equivalente a mi hueso? Me decido a consultar a chefs y a lanzar la pregunta a través de las redes sociales. Quiero decidir cuál utensilio deberá quedarse. Quizás conserve el cuchillo pequeño de 10 a 15 centímetros que recomienda Juan Pablo Barrientos de El Cielo (Bogotá y Medellín). Sin duda el hecho de que “sirve para todo” lo hace más poderoso que su máquina para el nitrógeno o cualquier otro adminículo, proveniente más del laboratorio de química que de la cocina. Quizás conserve el colador chino de Álvaro Mólina, chef y propietario de la tradicional Casa Molina en Medellín. Quisiera saber si aquí es dónde radica la clave del éxito de su chicharrón con liposucción. Tal vez sólo conserve mi amado mortero a la manera de Harry Sasson, quién lo ha reconocido como su utensilio más preciado. Probablemente deba seguir los consejos recibidos en la consulta en Facebook y Twitter y dejar conmigo las pinzas como extensión de la mano, o el pela papa, un buen cuchillo global o el batidor de mano, el infaltable cucharón, un wok o las humildes y “nunca bien ponderadas”, cucharas de palo, fieles amigas siempre en la cocina. ¡Arranca la venta de garage! sólo quedará un único utensilio. Las ventas avanzan … algunas cosas por sólo $1000, otras generan una especie de puja y sale el martillo, todos con su “mejor oferta”. ¡Quién da más! La venta termina … todo se ha ido. Tengo dos caminos: dejarme perder en uno de esos cuasi museos infinitos dedicados al mundo de la cocina en los que claramente podría comprarlo todo de nuevo. O, a la manera de La Pelota de Letras, “deje así”. Ferrán Adriá ha cerrado El Bulli y de seguro su nuevo restaurante, de haberlo, sería todo lo contrario: básico, simple, artesanal, un tanto "paysan". Imagino un buen trozo de pan con el que “pasearé” por un consistente guiso. De seguro, lo único que conservará el catalán será su imaginación, utensilio irremplazable como para el chef argentino Martín Carrera. Tras la venta, por supuesto que conservo mis manos: con ellas trocearé, probaré, palparé y mezclaré tal y como lo hace el mediatizado, el rey Midas, Jamie Oliver. Cada ensalada es mezclada con sus manos mientras dice "wonderful" o "great". Cada infaltable limón en su cocina es exprimido con sus fuertes manos mientras nos lanza una sonrisa picarona que hoy vale millones de dólares. Sí … ¿y si todos volviésemos metafórica y realmente, a las manos? A palpar el ingrediente, a escribir con ellas sobre gastronomía, a comer utilizándolas tal y como sucede en tantos países (eso sí, con la extremidad derecha), a abrazar al cocinero, a acariciar al comensal … sí, ¿y si volviésemos a las manos?
Posted on: Mon, 26 Aug 2013 09:30:17 +0000

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