1.Los casos de Albania, España y Suecia Como observa I. Berlin, - TopicsExpress



          

1.Los casos de Albania, España y Suecia Como observa I. Berlin, no hay una conexión directa entre la libertad personal o negativa, y la democracia. Esta puede ser, incluso, más restrictiva que un despotismo para la libertad negativa, ya que a menudo trata de entrometerse y reglamentar todos los órdenes de la vida (lo vemos hoy). Ello explica que un régimen no democrático, como el franquismo, permitiera una amplia libertad personal, mientras que hoy, por motivos o pretextos de seguridad, la democracia llega a establecer sobre los ciudadanos una vigilancia mayor que nunca. Al discutir las diversas y a menudo evanescentes interpretaciones de la libertad, Berlin afirma: comoquiera se entienda el concepto, los suecos serían más libres que los españoles (en el franquismo) o los albaneses de su tiempo. Poner en el mismo plano la España de Franco con la Albania de Enver Hoxha es un despropósito muy notable, poco sorprendente en los ambientes eurooccidentales de entonces. Ya Kolakowski o Solzhenitsin, más agudos, mostraron con ejemplos las cruciales diferencias entre el franquismo y el socialismo real, aunque sin profundizar en la naturaleza de esa diferencia. Pero la frase de Berlin tiene interés a nuestro objeto de la relación entre el poder y la libertad. En los regímenes comunistas que Berlin ejemplifica en Albania, el estado absorbe prácticamente a toda la sociedad, al eliminar la propiedad e iniciativa privada y adoctrinar a la población sobre lo que debe hacer y pensar. En esto consiste el totalitarismo, y ello nunca se produjo, ni remotamente, en España. Pero no debe trivializarse la argumentación totalitaria. La experiencia más inmediata nos muestra cómo los individuos utilizan su libertad, muy a menudo, en acciones contraproducentes para otros o para sí mismos, y revelan una ignorancia profunda de problemas que rebasan los suyos más inmediatos, o de la relación entre estos últimos e intereses más generales. En ese sentido decía Churchill que el argumento más fuerte contra la democracia consistía en unos minutos de charla con el votante medio. Con una ignorancia muy extendida, la libertad no servirá a algún fin elevado o simplemente racional, y creará más bien un caos de abusos e injusticias. Disponer, no ya del sentido común o de racionalizaciones moralistas, sino de una teoría científica como el marxismo, permitiría superar esa ignorancia. Y autorizaría a los poseedores de tal teoría a imponerse al resto de la sociedad por su propio bien, y a adoctrinar a los individuos hasta que no fuera ya precisa ninguna imposición, pues la gente, instruida, obraría espontáneamente de forma correcta. Esa imposición más o menos larga, pero transitoria, no significaría opresión o recorte de la libertad, sino, hegelianamente, una libertad mucho más profunda y auténtica: permitiría a los individuos realizarse como seres libres por encima del capricho, la confusión y la explotación propios de las sociedades orientadas por la ciencia social. Crearían un “hombre nuevo”. El argumento, en teoría, no es fácil de rebatir, y por algo ha seducido a tantos individuos de la más variada posición. Ha sido más bien la experiencia práctica la que ha echado por tierra las ilusiones al respecto. El franquismo se regía, mejor o peor, por unas concepciones cristianas tradicionales. Las tendencias totalitarias de la Falange o de sectores de ella fueron contenidas pronto, y el régimen se definió preferentemente como “católico”. Como tal, rechazaba la omnipotencia del estado, mantenía la propiedad privada y consideraba que la propia naturaleza humana (el “pecado original”) impedía algo semejante al “hombre nuevo”. La tendencia de los individuos a la maldad, y la ignorancia, al menos parcial, eran entendidas como obstáculos insalvables para una sociedad “perfecta”, basada en una supuesta ciencia que solo aportaría esclavitud espiritual y social. El régimen se atribuía la virtud de distinguir lo bueno y lo malo para la sociedad — aunque admitiendo un margen importante de error– y la autoridad para reprimir las organizaciones y, en menor medida, ideas consideradas perjudiciales, condensadas en el derrotado Frente Popular. Casi siempre se olvida que el franquismo no tuvo oposición democrática, y tampoco socialista o separatista (hasta la ETA, tardíamente), sino, de modo casi exclusivo, comunista y terrorista, esporádicamente anarquista. Se entiende que fuera fatal para él la hostilidad que, en sus años finales, le demostró gran parte de la Iglesia. Como fuere, aquel régimen edificó un estado reducido, y ese mero hecho junto con el mantenimiento de la propiedad privada, garantizó una libertad personal muy amplia, algo inexistente en los regímenes comunistas. En cuanto a Suecia, si bien una democracia por cuanto se permitían los partidos y el cambio político, fue gobernada durante decenios por una socialdemocracia en la que el estado no cesó de expandirse y de reglamentar una gran parte de la vida social e individual. La particularidad consistía en que no llegaba al absolutismo de los países sovietizados, mantenía la propiedad privada y ejercía su poder de forma mucho más suave, mediante una intensa propaganda y control de la enseñanza. Propaganda convincente por el éxito económico espectacular que lo acompañó. Berlin, no obstante, omite la posible crítica ya adelantada por Tocqueville, a un poder providente que, manteniendo las formas externas de la democracia, sometería las personas a una “servidumbre reglamentada, apacible y benigna”, que “busca la felicidad de los ciudadanos, pone a su alcance los placeres, atiende a su seguridad, conduce sus asuntos procurando que gocen con tal de que no piensen sino en gozar”. Un “poder tutelar semejante a la autoridad paterna si, como esta, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero que, por el contrario, solo persigue fijarlos irreversiblemente en la infancia.” Y “a la larga privaría al hombre de uno de los principales atributos de su humanidad” ¿Hasta qué punto representaba la sociedad sueca esta tendencia? Difícil saberlo, pero no es difícil encontrar en la ideología socialdemócrata esta orientación, más suave pero no distinta e en esencia de la soviética.
Posted on: Fri, 04 Oct 2013 16:21:56 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015