11 February 2006 @ 03:49 pm ENTRADA 50 El frío. Creo que no hay - TopicsExpress



          

11 February 2006 @ 03:49 pm ENTRADA 50 El frío. Creo que no hay una sensación tan horrible como el frío, cuando lo padeces dentro del agua. Notas como tus músculos se contraen, como tus dedos poco a poco dejan de responder, mientras miles de pequeñas agujas se van clavando lentamente en todo tu organismo. Es horrible. Cuando recorté la capucha de mi traje de neopreno, hace lo que parece un millón de años, no pensé en ningún momento que fuese a volver a usarlo alguna vez para meterme en el agua. Ahora, por el cuello recortado, me estaban entrando raudales de agua helada del río mientras Lúculo y yo nos deslizábamos corriente abajo. Todo el aislamiento que me podría proporcionar la gruesa capa de neopreno quedaba de esa manera seriamente limitado. La corriente del río en ese punto era lenta, perezosa. No había tenido en cuenta que tan cerca de su desembocadura, el efecto de la marea alta ralentizaría mucho mi marcha, por el contraflujo de las aguas. Así , lo que pensaba que sería un sencillo recorrido de tan solo unos minutos, se estaba convirtiendo muy lentamente en una odisea que ya duraba mas de hora y media. De todas formas, calculaba que ya debía de estar acercándome. En uno de los últimos tragos involuntarios de agua comprobé que esta ya era salobre. El agua marina y la del río se estaban mezclando. Tenía que estar muy cerca de la desembocadura del Lérez en la Ría. El principal problema era que estaba anocheciendo. El sol en Galicia se pone muy pronto en invierno, pues a eso de las seis de la tarde ya es de noche cerrada. Poco a poco la oscuridad iba cayendo sobre las aguas y mi visibilidad era cada vez peor. Eso le añadía una nueva dimensión al asunto, y nada buena, por cierto. Ahora corría el riesgo de que atravesando la ciudad a oscuras , pasase al lado del puerto deportivo sin verlo, y arrastrado por la corriente y la marea baja las aguas me llevasen al corazón de la Ría. Eso sería mi segura sentencia de muerte, ya que con esa temperatura del agua y sin nadie disponible para rescatarme, lo mas probable es que acabase llegando cadáver a mar abierto o totalmente aterido y desamparado en una orilla, sin saber que me podía aguardar dos metros mas allá. Lo mas jodido de todo es que no tenía ni la mas mínima idea de que hacer al respecto. No se me ocurría nada.. Poco a poco la oscuridad se fue adueñando de las orillas. Eso en parte me suponía la ventaja de que yo tampoco sería visible. De hecho, tras coger una bolsa de plástico que me encontré flotando a mi lado y taparme con ella parte de la cabeza, desde la orilla tan solo se vería un par de bidones atados y una bolsa enganchada a ellos. Basura a la deriva. Nada interesante. La tapadera perfecta. A medida que el río se iba internando en la ciudad comencé a pasar por debajo de los puentes que comunicaban las dos orillas del Lérez. El primero que me encontré era el que mas me preocupaba. Era el que estaba en lo mas alto de su curso y su distancia al agua era tan corta, que si una de esas cosas estaba sobre él y decidía saltar sobre mi, me atraparía con toda seguridad. Cuando pasé bajo el no me atreví a levantar la mirada. No se si había algo o alguien sobre el , pero el hecho es que nadie me vio. Poco a poco las orillas se iban transformando en un paisaje urbano. Lentamente, edificios, calles y avenidas iban surgiendo a mi alrededor, a medida que el cauce avanzaba de manera perezosa. Las calles estaban desiertas, salvo por la presencia constante de esas cosas por todas partes. Docenas, cientos de ellos, algunos mutilados, otros cubiertos de sangre y bastantes de ellos aparentemente intactos vagabundeaban por las calles cercanas, en un perpetuo ir y venir. La imagen era aterradora, impactante, sobre todo por el silencio. Era un silencio total, absoluto, tétrico. No oía nada, salvo el rumor de las aguas al discurrir a mi alrededor. La ciudad estaba silenciosa, oscura. Muerta. Podía ver los efectos de toda esta mierda sobre ella. Coches abandonados en las calles, con las puertas abiertas. Accidentes de tráfico por doquier, a los que nadie les había prestado ningún tipo de atención. Algunos locales abiertos, otros con las verjas cerradas. Miles de papeles ,bolsas y residuos revoloteando por las calles vacías. Ni una sola luz encendida, semáforos muertos, farolas apagadas y rotas. El viento silbando por las calles desiertas de una ciudad muerta. La imagen del vacío. La imagen de la devastación. La imagen del Apocalipsis. Poco a poco, mi visión se fue reduciendo. Al cabo de unos minutos tan solo podía adivinar la forma de los edificios, que formaban una especie de cañón a mi alrededor. La ansiedad empezó a hacer mella en mi. Nunca me ha gustado estar en el agua de noche, sin saber que es lo que hay a mi alrededor. Agarrado a los bidones, mis ojos trataban de perforar las tinieblas, buscando adivinar cualquier amenaza, real o imaginaria, que me acechase. Mi imaginación, enfebrecida, galopaba de manera desbocada. Treinta veces creí haberme pasado de largo el puerto deportivo y las treinta eran falsas alarmas. Sin embargo, súbitamente las forma fantasmal del club náutico fue surgiendo delante mía, iluminada de forma tenue por la luz de la luna. ¡Iba a conseguirlo, joder!. El Club Náutico de Pontevedra un edificio instalado sobre una estructura de pilotes, en la orilla del Lérez. Tratando de chapotear lo menos posible, empecé a mover mis entumecidas piernas para dirigir la deriva hacia esos postes. De ahí, tenía pensado subirme a los pantalanes, pasar al lado de mi zodiac e ir hasta los amarres del fondo, donde estaba fondeado el barco de Miguel. Era pan comido. Tres minutos, a lo sumo. Con un esfuerzo titánico, después de dos horas en el agua, mis brazos dormidos no querían ayudarme a subir al pantalán. Cuando por fin lo conseguí me quedé tumbado como un pez jadeante, absolutamente exhausto, sobre el pontón de madera. Si en ese momento, una de esas cosas hubiese aparecido por allí, podría haberme merendado en cuestión de segundos. No podía ni mover un dedo, y menos aún, defenderme. Con los ojos cerrados, tumbado a lo largo, traté de aguzar el oído. No se oía absolutamente nada. Bien. Con esfuerzo me incorporé y subí los bidones al pontón. Lo primero de todo, Lúculo. Saqué su cesta del bidón y con mis dedos ateridos luché con el cerrojo de la portilla. El pobre estaba asustado, confuso, hambriento y mojado, pero vivo, al fin y al cabo. Creo que mi pequeño amigo se ha ganado un premio. Ha soportado todo este viaje fluvial sin apenas quejarse, aterrado, pero sereno. Buen chico. Con la mochila en la espalda y la cesta en la mano comencé a andar hacia el barco. Al llegar al pantalán principal, me quedé paralizado. No podía ser. No había ni un solo barco. Ni uno, ni siquiera mi zodiac. Todo lo que podía flotar y moverse, había desaparecido ¿Pero como?. Caí de rodillas, absolutamente agotado, incapaz de pensar, bloqueado ante la situación. Mis peores presagios se estaban cumpliendo. No había barcos. En los últimos momentos del Punto Seguro, la multitud aterrorizada debió correr hacia los muelles y subirse a cualquier cosa flotante, con tal de escapar de esos monstruos. Lo debí suponer. Los mástiles de dos veleros sobresalían del agua, mientras los barcos que los soportaban yacían en el fondo del río. Exceso de carga o falta de pericia, supuse. Esos no habían ido muy lejos. Poco a poco empecé a ver mas cosas. La sangre se me heló en las venas. Restos de sangre y agujeros de bala por todas partes. Huellas de pelea. En ese embarcadero había habido una masacre. Una pelea a muerte por un barco. La lucha del mas fuerte por sobrevivir. Un paisaje del infierno. Oh, Dios mío...... Súbitamente, tuve un recuerdo.Quizás no estuviese todo perdido. En la otra orilla, fondeado lejos de los pantalanes, recordaba haber visto en multitud de ocasiones algún velero. Eran los barcos que estaban en lista de espera para conseguir un punto de amarre. Para sus dueños era una lata, pues cada vez que querían embarcar tenían que ser transbordados en zodiac hasta ellos. Quizá la multitud no hubiese podido abordarlos. Quizás aún quedase alguno. Resueltamente metí de nuevo a Lúculo en el bidón, así como la mochila en el otro y, procurando no hacer ruido, me sumergí de nuevo en las oscuras aguas del Lérez . Tan solo eran unas cuantas brazadas, pero me dio la sensación de estar cruzando el puto canal de La Mancha. Mi esperanza se iba desvaneciendo a medida que me acercaba. Nada. Nada!! Pero...espera!! Al fondo, contra el reflejo de Venus en las aguas, podía divisar un mástil balanceándose. Quedaba uno. Joder. Si. Si. Si!!! Utilizando mis ultimas fuerzas, chapotee hasta el barco. Era un doce metros, amplio, airoso de líneas, con un bruñido espejo de popa donde podía leerse su nombre. “Corinto”. Mi nuevo barco. Mi salvación. Con un último esfuerzo me agarré a la regala de popa y subí a bordo. Con una mirada a mi alrededor, comprendí por que nadie se había llevado este barco. Y lo que tendría que hacer si lo quería para mi.... Continuo cuando digan como van... Z-kary..raaw
Posted on: Sat, 20 Jul 2013 06:45:24 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015