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12-08-13 -Comed, amigo, y desayunaos con esta espuma, en tanto que se llega la hora del yantar. Y el buen Sancho ambulaba por la fiesta con su caldero a cuestas. Amor meus pondus meum, decía S. Agustín --perdón por mi burda comparación--. Caldero donde caben tres gallinas y dos gansos. “Mi amor es mi peso”. Esa carga, que alegra la panza, permite hondas reflexiones sobre el tener y el valer –,“tanto vales cuanto tienes”- y, lo que es más sorprendente, sus teologías sobre el morir. Parece que, en esta ocasión, aplica aquel dicho: Primum vive, deinde philosophari. Filosofía de un escudero que no ha abandonado su ruralidad próxima al surco donde se deposita la semilla del vivir muriendo. Como si el contacto con el barbecho enseñara a pensar. Hablar de la muerte con el caldero a cuestas donde las tres gallinas y los dos gansos van perdiendo peso. El peso-pienso de las bodas de Camacho no empece el pensar trascendente sobre la verdad más cierta de la existencia humana. La muerte es la parte de la vida que sustenta nuestra dignidad. Olvidar esto es arrojar perlas a los cerdos. Ese Sancho tan pegado a la tierra capaz de remontar el vuelo, tan paradójico que prefiere las ollas de las bodas del rico al aguachirle capaz de ofrecer Basilio el pobre. Ese Sancho contradictorio que grita: “Viva quien vence”. No importa cómo se apunta a esta desgracia que ha recorrido esta Humanidad a la que parece no importar la verdad y la honradez y, casi siempre, se acerca al vencedor. Ese Sancho que compite con el cura de su pueblo en sus “tologías” sobre la “descarnada”, como llama a la muerte, la cual tan bien come cordero como carnero; y a nuestro cura he oído decir que con igual pie pisaba las altas torres de los reyes como las humildes chozas de los pobres. Tiene esta señora más de poder que de melindre; no es nada asquerosa: de todo come y a todo hace, y de toda suerte de gentes, edades y preeminencias hinche sus alforjas. Con cualquiera hinche sus alforjas, manera campesina de decir con otra imagen lo que los poetas dijeron en verso, y en prosa los sesudos predicadores y filósofos. Parece que Sancho se haya subido al púlpito de su pueblo. Y sigue su sermón la muerte como segadora que ni echa la siesta… Léase. Y D. Quijote se admira de tanta sabiduría. —Bien predica quien bien vive —respondió Sancho—, y yo no sé otras tologías. Gracias, amigo. Que esto merecería un ensayo de muchas páginas. Otro gallo cantaría… Y diciendo esto comenzó de nuevo a dar asalto a su caldero, con tan buenos alientos, que despertó los de don Quijote. (La muerte nos iguala. Cantiga LXI, Santa María cura a un renegado al que se le torció la boca)
Posted on: Mon, 12 Aug 2013 07:08:06 +0000

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