135 Darmstadt: Decimoquinto campo de concentración. Parecido a - TopicsExpress



          

135 Darmstadt: Decimoquinto campo de concentración. Parecido a todos los precedentes, pero con una iglesia ortodoxa. Una pequeña iglesia improvisada. Traian Koruga y Iohann Moritz se quitaron los gorros y penetraron en la iglesia. Estaba instalada en una tienda. En el fondo había un altar. Los íconos, dibujados en cartón, con carboncillo y yesos de colores, tenían un raro aspecto. La noche anterior había llovido, y el agua, al filtrarse por la lona, había transformado la tierra apisonada del suelo en barro. En medio de la iglesia se alzaba un crucifijo del tamaño de un hombre. Traian se arrodilló a sus pies. La imagen estaba recortada en cartón y las espinas de la corona hechas con hojalata de los tarros de conserva cortada en estrechas tiras. Traian Koruga levantó sus ojos hacia las heridas de las manos y el costado de Cristo. El pintor no había tenido color rojo para imitar la sangre, y en el lugar de las heridas había pegado papel rojo procedente de los cigarrillos Lucky Strike. Las letras negras eran todavía legibles. —¡Jamás te había visto tan dolorosamente crucificado, Jesús! —exclamó Traian—. He venido a rezar por mis heridas. Pero ya no me veo capaz de hacerlo. Perdóname, Jesús, si rezo primero por tus heridas, hechas con papel de Lucky Strike. Esas heridas que manchan de sangre tus muslos, tus pies y la palma de tus manos son más dolorosas que mis heridas de sangre y de carne. Permíteme que ruegue antes por las espinas de hojalata de la corona colocada sobre tu frente. Los ojos de Traian, errantes por el cuerpo de Cristo, descubrieron en el pecho del Salvador la letra M escrita en tinta de imprenta. Era la M de las cajas Menú Unit impresas en el cartón donde había sido recortado el cuerpo crucificado. Traian se incorporó y besó los pies de Cristo. —Me siento ahora en íntima unión con tu cuerpo, Señor. Tú eres nuestro Menú eterno de esperanzas. Jamás comprendí tan bien que tu cuerpo es nuestro alimento. ¿Cómo el artista prisionero ha podido tener la idea de recortar tu imagen en el cartón de las cajas de Menú Unit? Simbolizas así toda mi sed de divinidad, de pan y de libertad. Traian, sumido en un estado de éxtasis, apenas veía a nadie a su alrededor. Iohann Moritz, a su lado, examinaba a los ángeles hechos con el papel satinado de las cajas de cigarrillos, y los íconos de la Virgen, con adornos recortados en la hojalata dorada de las cajas de “pudding”. Se persignó ante el ícono de San Nicolás, que se parecía al padre Koruga. Luego se acercó a Traian y contempló las rojas heridas del Cristo. —Señor —dijo Traian—, no te pido que retires este cáliz de mis labios. Sé que no es posible. Pero te imploro que me ayudes a beberlo. Desde hace un año lo tengo en mis labios. desde hace un año estoy en las fronteras de la vida y la muerte. Desde hace un año permanezco en los límites de la vida y el sueño. Parece que he huido del tiempo y, sin embargo, sigo viviendo. La vida se ha retirado de mi cuerpo por todos sus poros y a pesar de ello sigo alentando, respirando, introduciendo en mi cuerpo pan y agua, alimentos que ni siquiera deseo. Y todos los sufrimientos proceden de que no me doy cuenta si estoy prisionero o libre. “Veo que estoy encerrado, pero no llego a creer que lo esté. “Veo que no estoy libre, y sin embargo mi espíritu me dice que no hay ninguna razón para que no lo esté. La tortura que me produce esa incomprensión es infinitamente más dura que la esclavitud. Los hombres que me han encerrado no desean mi muerte, no quieren castigarme y no desean tampoco mi libertad. “Quieren, simplemente, salvar el mundo. “Pero me torturan, me torturan lentamente, con saña, con crueldad... Torturan y matan poco a poco a toda la Humanidad. No soy el único que sufre. Lo sé... “Los que dirigen el mundo quieren construir hospitales gigantes para curar las llagas de los hombres. Pero de sus llanas de albañil no surgen hospitales, sino cárceles. “Todo ocurre como por arte de maleficio. Mi pensamiento no puede comprender la inmensa contradicción de estos instantes. “Por eso quisiera morir. Ayúdame, Señor. Ayúdame a morir. “Mis fuerzas no pueden seguir soportando este tormento. “La hora en que estoy integrado no pertenece ya a la vida y soy incapaz de pasar a través de ella con mi volumen de sangre y de carne. Es la hora veinticinco. La hora demasiado tardía para ser salvado, para morir y también para vivir. Una hora tardía para todo. “¡Transfórmame en bloque pétreo, Señor, pero no me abandones a la vida! “Si me abandonas, ni siquiera podré morir. Contempla mi carne y mi alma; ambos aspiran por igual a la muerte, pero yo sigo viviendo. El mundo está muerto y sigue viviendo. Y yo no soy un fantasma, pero tampoco un ser vivo.” Traian Koruga se cogió la cabeza con ambas manos. Iohann Moritz le rozó tímidamente el hombro como para acariciarle, pero Traian no era capaz de oír ya nada.
Posted on: Fri, 04 Oct 2013 16:47:28 +0000

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