1984 GEORGE ORWELL Para el futuro o para el pasado, para la época - TopicsExpress



          

1984 GEORGE ORWELL Para el futuro o para el pasado, para la época en que se pueda pensar libremente, en que los hombres sean distintos unos de otros y no vivan solitarios... Para cuando la verdad exista y lo que se haya hecho no pueda ser deshecho: Desde esta época de uniformidad, de este tiempo de soledad, la Edad del Gaty Gran Hermano, la época del doblepensar... ¡muchas felicidades! Desde entonces, la guerra había sido continua, aunque hablando con exactitud no se trataba siempre de la misma guerra. Durante algunos meses de su infancia había habido una confusa lucha callejera en el mismo Londres y él recordaba con toda claridad algunas escenas. Pero hubiera sido imposible reconstruir la historia de aquel período ni saber quién luchaba contra quién en un momento dado, pues no quedaba ningún documento ni pruebas de ninguna clase que permitieran pensar que la disposición de la s fuerzas en lucha hubiera sido en algún momento distinta a la actual. Por ejemplo, en este momento, en 1984 (si es que efectivamente era 1984), Oceanía estaba en guerra con Eurasia y era aliada de Asia Oriental. En ningún discurso público ni conversación privada se admitía que estas tres potencias se hubieran hallado alguna vez en distinta posición cada una respecto a las otras. Winston sabía muy bien que, hacia sólo cuatro años, Oceanía había estado en guerra contra Asia Orienta] y aliada con Eurasia. Pero aquello era sólo un conocimiento furtivo que él tenía porque su memoria «fallaba» mucho, es decir, no estaba lo suficientemente controlada. Oficialmente, nunca se había producido un cambio en las alianzas. Oceanía estaba en guerra con Eurasia; por tanto, Oceanía siempre había luchado contra Eurasia. El enemigo circunstancial representaba siempre el absoluto mal, y de ahí resultaba que era totalmente imposible cualquier acuerdo pasado o futuro con él. Lo horrible, pensó por diez milésima vez mientras se forzaba los hombros dolorosamente hacia atrás (con las manos en las caderas, giraban sus cuerpos por la cintura, ejercicio que se suponía conveniente para los músculos de la espalda), lo horrible era que todo ello podía ser verdad. Si el Partido podía alargar la mano hacia el pasado y decir que este o aquel acontecimiento nunca había ocurrido, esto resultaba mucho más horrible que la tortura y la muerte. El Partido dijo que Oceanía nunca había sido aliada de Eurasia. Él, Winston Smith, sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia cuatro años antes. Pero, ¿dónde constaba ese conocimiento? Sólo en su propia conciencia, la cual, en todo caso, iba a ser aniquilada muy pronto. Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad. «El que controla el pasado — decía el slogan del Partido — , controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado.» Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria. A esto le llamaban «control de la realidad». Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar. — ¡Descansen! — ladró la instructora, cuya voz parecía ahora menos malhumorada. Winston dejó caer los brazos de sus costados y volvió a llenar de aire sus pulmones. Su mente se deslizó por el laberíntico mundo del doplepensar. Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo. Ésta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión. Incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar. La instructora había vuelto a llamarles la atención: — Y ahora, a ver cuáles de vosotros pueden tocarse los dedos de los pies sin doblar las rodillas — gritó la mujer con gran entusiasmo — ¡Por favor, camaradas! ¡Uno, dos! ¡Uno, dos ... ! A Winston le fastidiaba indeciblemente este ejercicio que le hacía doler todo el cuerpo y a veces le causaba golpes de tos. Ya no disfrutaba con sus meditaciones. El pasado, pensó Winston, no sólo había sido alterado, sino que estaba siendo destruido. Pues, ¿cómo iba usted a establecer el hecho más evidente si no existía más prueba que el recuerdo de su propia memoria? Trató de recordar en qué año había oído hablar por primera vez del Gran Hermano. Creía que debió de ser hacia el sesenta y tantos, pero era imposible estar seguro. Por supuesto, en los libros de historia editados por el Partido, el Gran Hermano figuraba como jefe y guardián de la Revolución desde los primeros días de ésta. Sus hazañas habían ido retrocediendo en el tiempo cada vez más y ya se extendían hasta el mundo fabuloso de los años cuarenta y treinta cuando los capitalistas, con sus extraños sombreros cilíndricos, cruzaban todavía por las calles de Londres en relucientes automóviles o en coches de caballos — pues aún quedaban vehículos de éstos — , con lados de cristal. Desde luego, se ignoraba cuánto había de cierto en esta leyenda y cuánto de inventado. Winston no podía recordar ni siquiera en qué fecha había empezado el Partido a existir. No creía haber oído la palabra «Ingsoc» antes de 1960. Pero era posible que en su forma viejolingüística es decir, «socialismo inglés» — hubiera existido antes. Todo se había desvanecido en la niebla. Sin embargo, a veces era posible poner el dedo sobre una mentira concreta. Por ejemplo, no era verdad, como pretendían los libros de historia lanzados por el Partido, que éste hubiera inventado los aeroplanos. Winston recordaba los aeroplanos desde su más temprana infancia. Pero tampoco podría probarlo. Nunca se podía probar nada. Sólo una vez en su vida había tenido en sus manos la innegable prueba documental de la falsificación de un hecho histórico. Y en aquella ocasión...
Posted on: Wed, 04 Sep 2013 23:59:40 +0000

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