1994: enero 21 (viernes). A las 14:18 Está visto que cuando uno - TopicsExpress



          

1994: enero 21 (viernes). A las 14:18 Está visto que cuando uno está acostumbrado a comer poco y a destiempo, el hacer lo contrario le sienta mal al organismo. Hoy tengo un considerable dolor de tripa, y una descomposición de libro. Hoy tampoco voy a comer, aunque por causa diferente a la de estos días pasados. Está a punto de comenzar otro largo, tedioso y frustrante fin de semana. Espero que no se me crucen los cables y me dé por largarme a gastar el escaso dinero que tengo, y que me será absolutamente necesario para pasar la semana que viene. Además, tengo que lavar ropa, limpiar la terraza y la habitación, y no sé si alguna tarea doméstica más. Tengo la ligera esperanza de que, como ayer fue el cumpleaños de Arturo, uno de los dos días hayan invitado a mi familia a comer, con lo que dispondría de un poco del tan necesario aislamiento. Maite me ha dicho esta mañana que está esperando hace tiempo que me acerque por Barcelona para conocerme. Esto no significa nada, pero el tono en que lo ha dicho me ha dejado un tanto preocupado: parecía realmente impaciente por que eso sucediese. Serán imaginaciones mías. Hola mimosín. ¿Te vas a empeñar en llamarme así por alguna razón especial? Me gusta, y me parece que encaja perfectamente con tu forma de ser. En cuanto a lo de Maite, serán imaginaciones tuyas, pero puede que no. Alguna vez tomarás conciencia de lo sugerentes y atractivas que pueden ser tus palabras, y tus versos, para una mujer. ¡Ya veo que me encuentro permanentemente rodeado de ellas! ¿Y estás seguro de que es porque ellas no quieren? Porque yo no quiera no es, eso por descontado. ¿Te recuerdo algunos nombres? Déjalo. Parece que hoy estás dispuesta a darme «jabón». ¿Es por todo lo que me atacaste anoche? Tanto lo de anoche como lo de ahora no es más que la verdad. O lo que tú piensas que es la verdad. ¡Cuándo aprenderás a estar seguro de ti mismo y de tus posibilidades! Hace un tiempo puede que no tuvieses nada para reafirmarte, pero en los últimos tiempos los indicadores se están disparando. Y ya no sólo por tus escritos y tu manera de hablar. Tu presencia física también parece ser un argumento suficiente. Matilde, Rosi, Mari Cruz, avalan mi afirmación. Bueno, y ¿dónde están ahora Matilde, Rosi, Mari Cruz? ¡No me hagas hablar! ¿Has llamado a Matilde? Te dio su teléfono para algo. ¿Hiciste el más mínimo caso a Mari Cruz cuando intentó «consolarte» de tus penas de amor?. No digas que no tienes lo que no has querido. Entonces es que lo que hago no es suficiente, tengo que aprender a rematar la faena, ¿no es eso? No lo sé. Lo que pienso es que, de momento, no tienes ningún interés en rematarla. Es cierto, pero tampoco me funciona muy bien aquello en lo que sí tengo interés. Y aquí tengo que leer Carmen y su silencio, ¿no es cierto? ¡Tú verás! ¡Sigue recociéndote en tus propios pensamientos negativos! España y yo somos así, señora. Viernes 21 — 22:03 H. ¡Al final me he salido con la mía!: Carmen me ha llamado esta tarde a eso de las cinco y media. Hola de nuevo, mimosín. ¡Tatachán! Creo que tienes que devolverme un beso que te había dado. No intentes aprovecharte de mí, mimosina; la apuesta era que no llamaría el día dieciocho, hoy es veintiuno. Pero si lo que quieres es que te bese... Claro que es eso lo que quiero, ¿qué pensabas?. Bueno, bueno, cuenta de una vez. Como te he dicho ha llamado a eso de las cinco y cuarto o cinco y media. Por lo visto la última carta sí la ha hecho reaccionar de alguna manera. Esther se ha quedado hoy más rato de lo normal por aquello del balance; ha sido ella quien ha cogido el teléfono y me lo ha pasado. No he tenido ningún reparo en hablar delante de ella, pero claro, no es lo mismo; aparte de que ha dejado de trabajar mientras lo hacía, no sé si por poder prestar mayor atención a lo que decía, o porque realmente me estaba esperando para continuar. Carmen ha preguntado por mi estado, ha hecho alusión a mis visitas al psicólogo, ha apuntado algunas cosas que necesitaban ser desarrolladas, pero no era el momento. La he tenido que decir que estaba agobiado de trabajo, cosa que es cierta, y que yo la llamaría más tarde. En principio me ha contestado rápidamente que no lo hiciese, por lo que he preguntado que si iba a salir. Me ha dicho que no, que tenía una gripe importante, pero que se iba a meter en la ducha. Yo he dicho que no sería de inmediato, sino a las siete y media o las ocho. Ha aceptado, hemos colgado y he seguido trabajando, pero ya, evidentemente con distinto ánimo. He gastado algunas bromas (Esther me ha dicho que estaba realmente ingenioso), nos hemos reído bastante con las cosas de Julián, y a las seis y media nos hemos «cansado» de trabajar y Esther se ha marchado. A las siete, cuando nos marchábamos, me he enterado de que Begoña se iba a quedar hasta más tarde, por lo que he dudado entre venirme para casa y llamarla desde la cabina, o esperar a ver si se marchaba para llamarla desde el despacho. He decidido esperar tomando una cerveza. La conversación desde allí sería más cómoda (sin contar con que mucho más barata), sin límite de tiempo, como no fuese el que ella impusiese y, en bastante medida, más íntima. Si Begoña tardaba demasiado en marcharse, para llamar desde un teléfono público siempre estaba a tiempo. Afortunadamente, a las ocho menos veinte, cuando he ido a ver, ya se había marchado, por lo que he podido entrar y llamar. Hemos estado hablando desde las ocho menos cuarto hasta las nueve. ¿Y...? ¿Quieres dejar de echarle suspense al asunto? ¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho? La verdad es que, ahora mismo, me gustaría haber tenido una grabadora para registrar la conversación. He estado tratando de analizarla y no he llegado a ninguna conclusión concreta. ¡Tú sigue poniéndome nerviosa! No es mi intención. No recuerdo muy bien todo lo que hemos hablado, y si intento desmenuzar todos los mensajes que he creído escuchar, no sé a qué atenerme. En principio me ha preguntado por lo que me había dicho el psicólogo; creo que he sabido salir bastante bien del paso. También, aprovechando el incidente del exceso de trabajo, ha justificado su falta de llamadas diciendo que, como a casa no puede llamarme, el teléfono de Sergio considera, acertadamente, que está bien para una emergencia o algún asunto inaplazable, y llamarme al trabajo podía tener esas consecuencias, que por eso se resistía. También ha dicho que, primero, era muy perezosa para escribir, aparte de que no quería explayarse (no ha sido esa la palabra, pero no recuerdo la original, que significaba lo mismo) por ese medio. ¡Vaya! Al parecer esta vez sí ha contestado a puntos concretos de tu carta. Sí. Tú has leído esa carta, prácticamente no tenía otro remedio, pues la forzaba bastante a ello. También se ha «defendido» de mis «acusaciones» de silencio diciendo que creía que ya había dejado bastante clara su postura (que para mí no está nada clara, ni siquiera ahora). Me ha reiterado su ofrecimiento de una amistad sincera, aunque sin descartar nada que pudiese sucederse posteriormente. Ha repetido el pensamiento que encabezaba la carta, diciendo que estaba plenamente de acuerdo conmigo en eso, pero no creo que ambos lo enfoquemos en la misma dirección. Como esa carta y la anterior eran bastante explícitas en cuanto a la exposición de mis sentimientos, me ha dicho que tenía que comprender que, por las circunstancias acaecidas, la subida original que había sentido conmigo había remitido un poco, pero que ella también se acordaba de mí con mucha frecuencia. Ha habido un acuerdo tácito de que, puesto que a ella la resultaba dificultoso el llamarme, yo podría hacerlo siempre que quisiera; aunque he prometido, de «motu propio» no abusar de ese privilegio. Me ha «regañado» por mi insistencia en pedir cosas que ya me habían sido dadas, y aquí hay otra confusión de términos. Ha dicho: "No sé por qué insistes en esas cosas, te pedí expresamente que me escribieses cuando llamaste el día treinta". He pensado que en ningún momento me había referido a las cartas, es más, en la última decía que, salvo petición en contra, podría estar recibiéndolas eternamente. Sí, pero el tono, reconócelo, parecías pedir la conformidad de ella para hacerlo. Tal vez. Con respecto a las cartas ha habido más cosas. Yo he reiterado que me expreso mejor por carta que de palabra, sobre todo con las personas con las que me siento implicado por algún sentimiento, ha preguntado que si me pasaba con ella, y al decirle que por descontado, ha dicho que si yo quería sería un diálogo postal, un monólogo digo yo, ya que había proclamado anteriormente su intención de no escribir. Comentando la exposición de lo que yo quería, hecha en la última, ha asegurado que le había parecido muy bien que me expresase de esa forma. ¡Chico! ¿Dónde has aprendido a leer entre líneas? Todo eso es una declaración de intenciones tremendamente favorable para ti. No lo sé, ha habido algo que no encaja. Como me había propuesto hacer si llamaba, la he dicho lo de la posibilidad de mi viaje a Santander a fin de mes. He vuelto a notar su prevención. Evidentemente ya no podía decirme que no fuese de una manera directa, pero ha empezado, como la otra vez, a poner algunas objeciones incoherentes, que ha cortado de inmediato; ha vuelto a decirme que era posible que nos cruzásemos en el camino (¿Dónde he oído yo eso antes?); lo que no recuerdo es si aquello de que era posible que viniese la semana que viene o la siguiente, me lo ha dicho en ese momento o ya lo había mencionado antes. Como la vez anterior, como en un intento de «engolosinarme», ha dicho que, a causa de diferencias con Rosa, era muy posible que no se quedase en su casa cuando viniese, sino en un hotel. ¿Por qué intentas buscarle tres pies al gato? No puedes admitir que el conjunto de la conversación ha sido altamente satisfactorio, ¿verdad? Tienes que encontrar algo que empañe un poco el espejo, si no, no estás a gusto. Es que a mí no me ha parecido tan favorable. Hablando precisamente de Rosa, ante un comentario mío de que, a mi modo de ver, la quería mucho; ha dicho, entre risas para suavizar el tema, que a ella esos cariños de labios para fuera no la servían de mucho, que quería demostraciones, y que eso también podía aplicarse a mí. Evidente. ¿Qué esperabas? ¿Qué se olvidase de repente de todo, de sus propias palabras; que también la condicionan, no lo dudes; y dijese que te quiere desesperadamente? ¿Qué volviese a decirte ese «vida» que tanto esperas, de buenas a primeras? ¡Vamos! Reconoce que, según están las cosas, te ha dado un millón de esperanzas; yo diría certezas; y te ha dejado todas las puertas abiertas. No estoy muy seguro pero, aunque así fuese, es posible que después de mi depresión no quiera contribuir a que caiga de nuevo en ella. Es evidente que si quieres seguir dudando y recelando de todo aquello que te pueda ser favorable, encontrarás mil argumentos que apoyen ese supuesto, pero ¿tú ves a Carmen como a alguien que haga una cosa así por compasión? No seas obtuso. Ya te he dicho que la conversación me ha dejado bastante confuso, he advertido mensajes contradictorios. Perdona, pero yo no veo las contradicciones. El mensaje claro que yo capto es este: "No lo dudes, te quiero todavía, pero has cometido errores conmigo y ahora quiero menos declaraciones y más hechos que avalen tus palabras" Y no se suelen pedir demostraciones de algo que a una no le interesa. Puedes tener razón, pero no puedo desprenderme de mis dudas. Es que si lo hicieses no serías tú. También ha surgido, como no era para menos, el problema de su piel. Dice que tiene el brazo derecho y las manos muy mal, a causa del frío. Ha dicho que cuando haga el amor se pondrá unos guantes hasta los hombros. Y me ha preguntado algo que no creí que hubiese pensado, porque yo no lo pensé nunca: que si mi primera negativa a traerla a mi casa había sido a causa de que no sabía hasta qué punto ese problema afectaba su piel, pues fue después de que se quitó la chaqueta en Joy, y vi que no era para tanto, cuando cambié de idea y la traje. Eso tengo que aclararlo muy bien en la próxima carta que, como no, he prometido escribirla. Sé que el problema la atormenta y no quiero que crea que puede ser un motivo de rechazo por mi parte. Me parece muy bien. Pero ¡caramba Jose! ¿Qué más quieres oír? Si después de esta conversación no estás dando saltos de contento, no querrás estar seguro ni aunque te diga que te ama como una loca, perdidamente. Yo creo que casi te lo ha dicho. Eres un poco exagerada. ¡Tú verás! La intención no puede estar más clara, si no quieres obcecarte en lo contrario. Han habido otros muchos temas, como puedes comprender. Una hora y cuarto da para bastante, pero creo que lo más esencial te lo he expuesto. Ya lo supongo. En definitiva, ¿a qué conclusiones habéis llegado? ¿Y a cuales has llegado tú personalmente? Bueno, he obtenido el permiso para llamarla cuando quiera; la petición, una vez más, de que la escriba; la promesa inconcreta de que viene pronto; y la firme de que me llamará cuando lo haga "para tomar unas copas y echarnos unas cantadas por ahí". Mira, eso puedes traducirlo por: "Estoy deseando verte para besarte y abrazarte, porque, ¡sabes pedazo de burro! ¡Te quiero!" ¡Abril la optimista! Abril la realista. Bueno, sigue. Mis conclusiones particulares son que, no sé por qué motivo, no la hace muy feliz la idea de que yo aparezca por Santander. Te voy a conceder, aunque yo no lo creo, que eso sea cierto, pero ¿Por qué tienes que presuponer que ese motivo sea desamor? En ese caso tampoco querría verte en Madrid. Ya te he dicho que no lo sé, no insistas. Tengo que desmenuzar la conversación esta noche, mañana, etc. para ver si llego a algún sitio definido. También he tomado una decisión: Si no ha venido la semana que viene, cosa que dudo muy seriamente (por cierto, ¿Qué tiene que ver la huelga, que ella ha mencionado, si lo que tienen que hacerle en el hospital sólo lo hacen los martes y miércoles, y la citada huelga es el jueves?), y yo he cobrado para ese entonces, voy a ir lo quiera o no, y aunque ella venga el martes siguiente. La avisaré antes, ciertamente, pero no se va a negar de una forma rotunda. Interpondrá algunos argumentos en contra para disuadirme, pero no me lo va a prohibir, de eso estoy seguro; como de que, una vez allí, accederá a verme. Yo, particularmente, no haría eso después de lo que me has contado, pero si lo tienes decidido, adelante. Puede ser muy bueno para tu propia tranquilidad. ¿Cuándo escribirás esa carta entonces? El fin de semana, claro. La que te pasé ya no sirve para nada. Tengo que dar con el tono adecuado para atenerme a ese mensaje de "menos declaraciones y más demostraciones" que has captado, pero no voy a sacrificar mi manera de ser y de escribir para ello. Puedes encontrar un compromiso intermedio. Aunque tampoco creo que la importase mucho "las mismas declaraciones, acompañadas de más demostraciones" Eso creo yo también. De todas formas tienes razón: Debes poner cuidado y dar con el tono exacto. Y si vas a Santander contra su opinión tendrás que mostrarte exquisitamente discreto. Si es cierto que no le gusta mucho la idea, el motivo puede ser muy válido y nada relacionado directamente contigo. Eso tendremos más tiempo para discutirlo tú y yo, aparte de que tampoco descarto que, si quiere hacerlo, pueda disuadirme al final. Y ahora me voy a la cama. Son las tres y media y mañana tengo un millón de tareas domésticas que hacer, aparte de iniciar esa carta. Muy bien. Felices sueños escéptico mimosín. Lo mismo te deseo, optimista Abril.
Posted on: Wed, 03 Jul 2013 07:13:32 +0000

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