20 de octubre Santa Irene, muchas historias Por Francisco - TopicsExpress



          

20 de octubre Santa Irene, muchas historias Por Francisco Roberto Groves Mártir venerada en la Iglesia ortodoxa fue una mártir cristiana, hermana de santa Ágape y santa Quionia (en griego los nombres significan paz, amor y pureza, respectivamente). Se dice que fue capturada en posesión de la Biblia a pesar de la prohibición dictada por Diocleciano en el 303. Fue martirizada al igual que sus hermanas por no negar la fe cristiana. En algunas obras se dice que fue quemada viva y en otras se cuenta que murió al atravesarle la garganta una flecha. Santa Irene es más venerada en la Iglesia ortodoxa y su día es el 5 de abril en el santoral católico. Como reliquia se venera su supuesta mano en una iglesia ortodoxa griega en Astoria, Nueva York. El nombre de la isla griega de Santorini procede de esta santa. Santa Irene nació en un pueblo llamado Nabancia en Portugal. Sus padres fueron Hermigio y Eugenia y se esmeraron en dar a la niña una educación cristiana. Un tío suyo llamado Selio, abad del monasterio de santa María resolvió contribuir eficazmente al cultivo de aquella noble planta. Con esta mira encargó a Remigio, monje del mismo monasterio, que educara a la niña. Irene se educaba juntamente con Julia y Casta, tías suyas, y con otras jóvenes, las cuales vivían en gran recogimiento, dedicadas al servicio de Dios, con total separación de los tumultos del siglo. En mi investigación encontré a otras tres Irenes, que también pongo a consideración de los lectores, separadas por un distinto subtítulo. Irene frecuentaba mucho los sacramentos. Un día la vio Britaldo, hijo de Castinaldo, señor del pueblo, quien quedó tan ciegamente enamorado de ella, que no pudiendo lograrla por esposa porque Irene tenía consagrada su virginidad a Jesús, cayó en una profunda melancolía y profunda tristeza, que lo pusieron en inminente riesgo de perder la vida. Tuvo Irene revelación de la enfermedad que padecía Britaldo, y movida de caridad determinó visitarle a fin de curar al joven poseído de una pasión que exponía su salvación. Acompañada de algunas personas honestas, pasó a casa del enfermo, y le habló Irene con tanta energía sobre las prerrogativas y excelencias de su castidad y de los grandes favores con que Dios premia esta virtud tan agradable a sus divinos ojos, que serenado Britaldo enteramente, lo dejó consolado. Volvió Irene a su retiro llena de alegría por el feliz éxito de una expedición tan peligrosa. El demonio valiéndose de la familiaridad que tenía Irene con Remigio, comenzó a hacer al monje tan cruel guerra, levantando en el corazón de Remigio una tempestad de tentaciones deshonestas, que rendido al fin a los violentos ataques del tentador, vino a manifestar su pasión a Irene. Irene reprendió al religioso quien resolvió vengarse de la inocente virgen, dándole a beber artificiosamente una bebida que le hinchó el vientre en términos que parecía estar embarazada. Se divulgó la noticia por todo el pueblo; lo supo Britaldo y encendido en descompasados celos envió a un soldado a darle muerte a Irene. Salió una noche la santa a desahogar sus penas a la ribera del río Nabán, cercano al pueblo, y cuando estaba de rodillas en la más fervorosa oración bañada en lágrimas, el asesino le atravesó la garganta con una espada y arrojó al río el cuerpo de la mártir. Ya se deja de ver el sentimiento que causaría en sus tías Julia y Casta la pérdida de Irene. Estaban inconsolables temiendo algún rumbo desastrado en la sobrina, estimulada de la dolorosa pena que la afligía continuamente; pero aquel Señor que permitió el atentado por sus juicios impenetrables, providenció los más asombrosos medios para declarar la inocencia de su fidelísima sierva. Se hallaba en oración su tío el abad penetrado del mismo sentimiento, y habiéndole revelado Dios todo el suceso, valiéndose del alto concepto que debía al pueblo, le convocó y condujo en solemne procesión al lugar del homicidio. Las corrientes del río Nabán habían llevado el venerable cadáver al caudaloso río Tajo, y llegando a él la procesión, vieron con admiración todos los concurrentes, que retiradas las aguas de su antigua corriente, habían dejado en seco el cuerpo de la santa sobre un suntuoso sepulcro, labrado por ministerio de los ángeles, con repetición del mismo asombroso prodigio que sucedió en la muerte de san Clemente Papa. Quiso el abad con toda la comitiva extraer el cadáver de aquel lugar; pero no pudiendo conseguirlo a pesar de las más eficaces diligencias, quedaron todos convencidos de que era voluntad de Dios que allí permaneciese, confirmándose más en este concepto con el nuevo prodigio que ocurrió luego que se retiraron, que fue volver las aguas del Tajo a su antigua corriente, cubriendo con su cristalina pureza la infame nota que fulminó la iniquidad contra la casta esposa de Jesucristo, que quiso recomendar la santidad de su fidelísima sierva con la referida maravilla y con otros muchos milagros que obró al contacto de algunas reliquias que el abad trajo a su monasterio: tomando el pueblo de Scalabiz, en cuya jurisdicción estaba el sepulcro, el nombre de santa Irene, bien que corrompido y abreviado el vocablo, ha quedado el de Santaren. Del monje Remigio y del soldado que asesinó a la santa virgen dicen los Breviarios que en Roma hicieron digna penitencia de sus pecados. Fijan este suceso el año 653, en que reinaba Recesvinto en España. HAGIOGRAFÍA DE SANTA IRENE DE TESALÓNICA Irene procede de (eiréne), que significa paz. Los griegos tenían un alto concepto de la paz, que representaba no la situación en que uno acepta someterse a su conquistador, sino aquélla en que las rivalidades entre pueblos vecinos se resolvían finalmente mediante alianzas justas, en vez de resolverlas por las armas. Por eso la entronizaron entre las divinidades, puesto que para ellos era un valor de primer orden. Este nombre ha tenido un gran prestigio no sólo en Grecia, de donde es originario, sino también en todo el mundo. Santa Irene de Bizancio, mártir del primer siglo del cristianismo, fue bautizada por san Timoteo. Su nombre pagano era Danae, y lo trocó por el de Irene al hacerse cristiana. Se convirtió en un mito para los griegos, de manera que los datos biográficos se confundieron con los legendarios. Fue tal el prestigio de que gozó esta santa, que se le dedicaron numerosos templos por toda la Iglesia oriental. Santa Irene de Tesalónica vivió en tiempos de Diocleciano y sufrió martirio en la persecución que éste desencadenó contra los cristianos. Dicen las actas antiquísimas de su martirio, que vivía Irene con su padre y sus dos hermanas, llamada Ágape (Amor) una y Quionia (Pureza) la otra, en Tesalónica (hoy Salónica). Que fueron detenidas y llevadas a presencia del prefecto quien, decidido a conseguir un triunfo con Irene, usó con ella de todos los medios para doblegar su voluntad. La expuso primero en una casa de lenocinio para que sufriera la humillación que allí le esperaba. Pero algo había en su rostro que hizo que fuese respetada. Acusada de haber ocultado en su casa libros prohibidos, contestó que no eran de ella; en efecto, eran de toda la comunidad cristiana de Tesalónica. El prefecto, irritado porque no pudo hacerla renegar de su fe, mandó quemarla viva. Sus dos hermanas fueron degolladas ante ella. Las Irenes celebran su onomástica el 21 de febrero (santa Irene mártir); el 5 de abril (santa Irene de Tesalónica); el 5 de mayo (santa Irene de Bizancio); el 18 de septiembre (santa Irene mártir); y el 20 de octubre (santa Irene de Portugal). Irene emperatriz de Constantinopla se distinguió entre las grandes Irenes que han pasado a la historia. Nació de familia humilde el año 752. Pero su talento y hermosura la hicieron digna esposa del que sería el emperador León IVº. Tuvo un gran ascendiente sobre su esposo, quien al morir le encomendó la tutela de su hijo Constantino. Ocupó por tanto la regencia muy provechosamente para el imperio. Frenó a los sarracenos e hizo la paz con el califa Harun al Raschid. Venció a los iconoclastas, restableciendo el culto a las imágenes, por lo que la Iglesia ortodoxa la elevó a la dignidad de los altares. El nombre de Irene es una exaltación de la Paz auténtica, no la del sometido, sino la del aliado. Llamarse Irene obliga a ser dialogante, comprensiva. Es un nombre que inspira fortaleza y flexibilidad a un tiempo. SANTA MÁRTIR IRENE DE BIZANCIO (5 DE MAYO) Santa Irene de origen eslavo, vivió en la segunda mitad del primer siglo, era hija de Licinio gobernante de la ciudad de Magedón en Macedonia. Ya en su juventud Irene creyó en Jesucristo, al comprender la futilidad de la vida pagana. De acuerdo a la tradición fue bautizada por el apóstol Timoteo, discípulo del apóstol san Pablo. Deseando dedicar su vida al Señor, santa Irene, renunció al casamiento. Al conocer más profundamente la fe cristiana, santa Irene empezó a convencer a sus padres para que se conviertan al cristianismo. El padre de Irene en principio comenzó a escuchar sus palabras con benevolencia. Luego se enojó con ella, y cuando ella renunció venerar a los ídolos, la arrojó bajo las patas de los caballos salvajes. Sin tocar a la mártir, los caballos se tiraron sobre el padre y lo aplastaron hasta matarlo. Cuando por sus oraciones él fue devuelto a la vida, él, toda su familia, y 3.000 personas más se hicieron creyentes. Después de ello, santa Irene comenzó con decisión a profetizar sobre Jesucristo entre los habitantes de Macedonia, por lo cual muchas veces fue sometida a sufrimientos y humillaciones. Por orden del gobernante de Sedeka, a santa Irene la tiraron en un pozo con víboras, luego trataron de serrucharla, finalmente la ataron a la rueda del molino. Los sufrimientos de Irene eran acompañados por señales milagrosas, atrayendo a muchos a creer en Cristo. Así las víboras no tocaban a la mártir, los serruchos no lastimaban su piel, la rueda del molino no giraba. El mismo atormentador Vavodón creyó en Jesucristo y se bautizó. En total, gracias a Irene se convirtieron alrededor de 10.000 paganos. Cuando el Señor comunicó a Irene el día de su deceso, ella se fue a una gruta dentro de una montaña en las cercanías de la ciudad de Éfeso, y a pedido de ella la entrada fue cerrada con piedras. Al cuarto día, sus conocidos volvieron a la gruta, y, al abrirla, no encontraron en ella el cuerpo de santa Irene. Todos comprendieron que ella fue llevada por el Señor al Cielo. En el antiguo Bizancio era muy venerada la conmemoración de santa Irene. En Constantinopla se construyeron varios templos magníficos en su memoria. SANTA IRENE DE CAPADOCIA (28 DE JULIO) Santa Irene nació de una noble familia de Capadocia en el siglo IXº. Tras la muerte de su esposo Teófilo, la emperatriz Teodora gobernó el Imperio durante la regencia de su hijo Miguel. La santa emperatriz Teodora ayudo a derrotar la herejía iconoclasta y la restauración del culto de las sagradas imágenes. Cuando Miguel cumplió 12 años, la emperatriz envió mensajeros por todo el Imperio para encontrar una esposa adecuada para el futuro emperador de Bizancio. Santa Irene fue la elegida y dio su conformidad al matrimonio. Cuando pasaba por el monte Olimpo en Asia menor, Irene pidió que la comitiva que la llevaba a la capital del Imperio se detuviera para poder pedir la bendición de san Joanicio (su fiesta: 4 de noviembre) El santo que sólo se dejaba ver en contadas ocasiones, esperaba la llegada de santa Irene. Una vez que los dos santos se encontraron el asceta le dijo a la joven que la necesitaban en Constantinopla; pero no en el palacio imperial si no en el convento de Chrysovalantou. Santa Irene cayó postrada a sus pies y pidió su bendición. Llegados a Constantinopla descubrieron que el emperador había tomado esposa hacía unos días. Lejos de estar decepcionada Irene se alegró enormemente pues así tenía el camino libre para convertirse en la esposa de Jesucristo: llenándose de alegría por el cambio producido en los acontecimientos y que había profetizado el santo asceta de Olimpo. Recordando las palabras de san Joanicio, Irene visitó el monasterio de Chrysovalantou. Quedó tan impresionada por las monjas y su forma de vida que liberó a sus esclavos y distribuyó su riqueza entre los pobres. Cambió sus ricos vestidos por el hábito monástico y comenzó a servir a las hermanas con gran humildad y obediencia. La abadesa estaba impresionada sobre todo porque viniendo santa Irene de noble familia realizaba las tareas más bajas encomendadas por la obediencia monástica sin ninguna queja. Frecuentemente leía las vidas de los santos en su celda y siempre intentaba imitar sus virtudes de la mejor manera posible. A menudo permanecía toda la noche en oración con los brazos levantados al igual que Moisés. Pasaba los días de su juventud en medio de luchas espirituales derrotando, con la ayuda de Cristo, los ataques insidiosos de los demonios y obteniendo los frutos del Espíritu santo. Cuando la abadesa sintió próxima su muerte pidió a las demás monjas que no aceptaran a nadie como abadesa que no fuera a Irene. Cuando la abadesa murió, las monjas pidieron consejo a san Metodio (su fiesta es el 14 de junio). Iluminado por el Espíritu santo les preguntó si había en el monasterio una monja humilde llamada Irene pues ella debería ser la nueva abadesa. Las monjas se llenaron de alegría y daban gracias a Dios. Elegida abadesa, Irene rogaba a Dios que le ayudara a servir a sus hermanas desde el ejercicio del cargo de abadesa y redobló sus esfuerzos espirituales. Mostraba gran sabiduría en la dirección de las monjas y recibía frecuentes revelaciones de Dios que le ayudaban en el ejercicio de la autoridad. Nunca avergonzaba a las monjas: al contrario las ayudaba para que pudieran corregirse y adelantar en el ejercicio de la virtud. Muchos fueron los milagros que realizó durante su vida; mas el de las manzanas es quizás el más famoso de todos. Era su costumbre permanecer en el patio del monasterio bajo el cielo estrellado en la vigilia de las grandes fiestas. En la noche de una de estas fiestas una monja que no podía dormir salió de su celda y salió al patio del monasterio. Allí vio a la abadesa elevada del suelo y completamente inmersa en la oración. Asímismo observó que los dos cipreses del patio estaban con sus copas inclinadas tocando el suelo. Cuando terminó su oración, santa Irene bendijo a los cipreses y estos volvieron a su posición original. Pensando que podría ser una tentación del demonio, la monja acudió a la noche siguiente contemplando de nuevo el milagroso acontecimiento. La monja ató unos pañuelos en las copas y al día siguiente todas las monjas se preguntaban como podía haber ocurrido aquello. La monja que había sido testigo del milagro se lo contó a las demás monjas. Santa Irene se entristeció mucho y prohibió que hablasen de ello hasta después de su muerte. Una noche mientras dormía escuchó una voz que provenía del Cielo que le dijo que un marinero le traería un regalo que debería aceptar. El marinero llegó al día siguiente y permaneció en la Liturgia en la iglesia hasta el final. Éste le dijo que al pasar por Patmos un anciano se había acercado al barco caminando encima de las aguas y él había entregado tres manzanas “que Dios le enviaba de mano de su discípulo Juan”. El marinero le dijo a santa Irene que cuando comiese de las manzanas todos los deseos de su alma se concederían. Santa Irene ayunó dando gracias a Dios por aquel regalo y después de cuarenta días comió la primera manzana a pequeños trozos. Durante este tiempo no necesitó más comida o bebida. El Jueves santo, después de recibir las monjas los santos Dones, les dio un trozo de la segunda manzana, notando ellas su gran dulzura y como nutría sus almas. Un ángel informó a santa Irene que sería llamado ante Señor en el día después de la fiesta san Panteleimon. Durante una semana se preparó con ayuno y oraciones para celebrar la fiesta del santo mártir, comiendo sólo pequeños trozos de la manzana y bebiendo un poco de agua. Todo el monasterio se llenó de una gran fragancia y todas las rencillas se desvanecían llenándose de paz los corazones. El 28 de julio de santa Irene llamó a las monjas para despedirse de ellas y para recomendarles que eligieran a la hermana María como abadesa y así seguir en el camino estrecho que conduce a la vida eterna. Vio a los ángeles que Dios le enviaba para recoger su alma y llena de alegría descansó en el Señor. Tenía ciento un años cuando murió; mas su rostro estaba joven y hermoso. Fueron muchos los que se acercaron a su funeral y desde entonces fueron innumerables los milagros que se realizaron en su tumba. En muchas iglesias se acostumbra a bendecir las “manzanas del Paraíso” en este día recordando el milagro de las manzanas que recibió santa Irene. OTRA IRENE ¡PERO MÁS BIEN DE ARMAS TOMAR! (ATENAS, 752 - LESBOS, 803) Emperatriz de Bizancio. Procedente de una modesta familia, se casó en 769 con León IVº, hijo de Constantino Coprónimo. Ejerció gran influencia sobre su marido, y después de la muerte de éste se granjeó el afecto de los grandes del reino, y logró que la proclamasen augusta con su hijo Constantino Vº, un niño de nueve años. Los dos hermanos del difunto emperador tramaron una conspiración a fin de despojar a la viuda de todos sus derechos; pero descubiertos los rebeldes, fueron condenados a muerte por la inflexible emperatriz. LA EMPERATRIZ IRENE EN UN MOSAICO DE SANTA SOFÍA Por este tiempo amenazaba Carlomagno el imperio de Oriente, y queriendo Irene contener los progresos del coloso conquistador, envió numerosas tropas contra él, que fueron derrotadas en Calabria en 788. Más afortunada con los sarracenos de Asia, obtuvo sobre ellos algunas victorias, e hizo luego la paz con Harun-el-Raschid. Sometió Sicilia y arrojó a los esclavos de Grecia; reunió un concilio en Constantinopla, disolvió la guardia compuesta de iconoclastas en su mayor parte, y en el año 787 trasladó a Nicea el concilio que restableció el culto de las imágenes. Su hijo Constantino, no contento con poseer solamente el nombre de emperador, despojó a su madre del gobierno, y la desterró al castillo de Eleutere en las playas de Propontide; pero al cabo de quince meses logró salir de él, y se vengó mandando sacar los ojos a su hijo, quedando como única poseedora del imperio. Este crimen no quedó impune, porque al cabo de algún tiempo el gran tesorero Nicéforo, habiéndose hecho proclamar emperador, la desterró a la isla de Lesbos, dejándola sin recursos, en tales circunstancias que tuvo que ganarse el sustento hilando, hasta que murió despreciada de todos y devorada por los remordimientos. La iglesia de santa Irene (en turco = Aya Irini Kilisesi, griego = Αγία Ειρήνη, esto es, Hagia = Irene) es una iglesia ortodoxa que está situada en el primer patio del palacio de Topkapı en Estambul, Turquía. Está abierta al público todos los días excepto el lunes, pero requiere un permiso especial de entrada. La iglesia fue fundada en el siglo VIº en el solar en el que se habían edificado tres edificios de culto anteriores. Es la primera zona de culto construida en Constantinopla. El emperador Constantino Iº ordenó la creación de la primera iglesia en el siglo IVº. Durante la revuelta de Niká en el 532 la iglesia fue destruida. Justiniano Iº restauró la iglesia en el 548. Sirvió como sede del patriarcado de Constantinopla hasta la finalización de santa Sofía en el 537. En el siglo VIIIº un terremoto dañó seriamente a la iglesia. El emperador Constantino Vº ordenó su restauración y decoración con mosaicos y frescos. Destaca el atrio único ejemplo bizantino que se conserva en la ciudad. Una gran Cruz negra y dorada corona el Synthronon, cinco filas de asientos en el ábside es el único vestigio de arte iconoclasta que queda en la iglesia. En los siglos XIº y XIIº se realizaron diferentes restauraciones y ampliaciones. Tras la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos en 1453 a manos de Mehmed IIº, la iglesia fue añadida al interior del palacio. Los jenízaros usaron la iglesia como arsenal y en ocasiones como almacén de los botines de guerra. Durante el reinado del sultán Ahmet IIIº (1703-1730) se convirtió en un museo de armas. La iglesia tiene unas dimensiones de 100 m x 32 m. Posee una planta basilical romana consistente en una nave central con dos laterales dividas por columnas y pilares. Completan la estructura el Narthex, galerías y atrio. La cúpula tiene un diámetro de 15 metros y una altura de 35 metros con 20 ventanas. Desde 1980 se usa como sala de conciertos durante el Festival de Música de Estambul en el verano. SANTA IRENE DE TANCOR, RELIGIOSA, OCTUBRE 20 Etimología: Irene = Aquélla que trae la paz. Viene de la lengua griega. La historia nos dice que esta joven era muy bella y piadosa. Sin orgullo por los dones físicos que Dios le había concedido, ella se dedicó a darle gracias por ellos y a vivir una intimidad muy estrecha con el Señor. No le apetecía presentarse a un concurso de “mises”. Su mejor cualidad residía en su fuerza interior, sí esa que mueve el Espíritu santo en los corazones. Nació en el lejano siglo VIIº en la región de Tancor que, más tarde, se llamaría Portugal. La época no le fue muy propicia para vivir en paz. Los musulmanes dominaban ampliamente toda la zona. Ella, sin en embargo, hija de padres cristianos, recibió una esmerada educación en el monasterio. Una vez que hubo terminado sus estudios, volvió a casa con la intención clara de dedicarse a la vida religiosa. Dicen sus biografías que rezaba mucho en casa. Apenas salía. Eso sí, la única salida que hacía era para ir a la Misa. Un apuesto joven puso los ojos en ella y se enamoró locamente de sus encantos. Cuando ella le comunicó que había hecho voto de virginidad, sintió el joven una gran pena en su corazón enamorado. Al principio lo aceptó más o menos bien. Pero a medida que pasaban los días, su mente y su vida entera maquinaban lo peor. Y efectivamente, el chico le pagó a un criminal una cantidad de dinero para que le diese muerte. Cuando su cuerpo joven cayó a tierra sin vida, lo arrojó al río Tajo. Un tío de Irene se enteró del vil asesinato. Fue corriendo a las riberas del río para encontrar su cadáver y llevarlo en procesión al monasterio. Hoy se conoce esta ciudad con el nombre de Santarén (santa Irene). Es un nombre muy popular en España y Portugal. Murió en el año 653. BIBLIOGRAFÍA • Akşit Iº., Hagia Sophia; Akşit Kültür ve Turizm, 2005, ISBN 975-7039-07-1 • Alexander Kazhdan (ed.), The Oxford Dictionary of Byzantium, 3 vols., Oxford University Press, 1991 (ISBN 0-19-504652-8), s. v. Irene, Church of Saint, vol. 2, 1008-1009 • Fanny Davis. Palace of Topkapi in Istanbul. 1970. ASIN B000NP64Z2 • Krautheimer, Richard (1984). Early Christian and Byzantine Architecture. New Haven, CT: Yale University Press. ISBN 978-0-300-05294-7. • Necipoğlu, Gülru (1991). Architecture, ceremonial, and power: The Topkapi Palace in the fifteenth and sixteenth centuries. Cambridge, Massachusetts: The MIT Press. pp. 336 pages. ISBN 0-262-14050-0.
Posted on: Sun, 20 Oct 2013 00:00:19 +0000

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