21 March 2006 @ 08:58 pm ENTRADA 69 El furgón avanzaba - TopicsExpress



          

21 March 2006 @ 08:58 pm ENTRADA 69 El furgón avanzaba lentamente entre la densa multitud de cadáveres que nos acosaban por todas partes. De vez en cuanto sufríamos una sacudida al pasar por encima de alguno que no se movía lo suficientemente rápido o no tenía espacio para apartarse y acababa bajo las ruedas del pesado furgón. Era absolutamente aterrador . Notaba algo borrosa mi visión, y solo al pasar mi mano por los ojos me di cuenta de que era a causa de mis lágrimas. Estaba llorando de puro terror. Y no era para menos. Avanzábamos a cinco o seis kilómetros por hora en medio de una enorme multitud de cadáveres es distinto estado de conservación y daño. Los había de todas las edades y de todos los tipos. Podía ver mujeres de mediana edad, hombres jóvenes, ancianos, niños.... Estos últimos eran los mas desquiciantes. Una niña de unos ocho años, con una camiseta de las Bratz, rasgada y manchada de algo negruzco, y con un profundo corte en la cabeza empastando de sangre su sucio pelo rubio nos estuvo acompañando al otro lado de mi ventanilla durante unos diez minutos. Tenia una de sus manos fuertemente agarrada al espejo retrovisor y con la otra golpeaba insistentemente el cristal de la ventanilla mientras gemía furiosamente y nos mostraba su boca oscura y su piel pálida y llena de venas rotas. Al cabo de un rato empezó a pegar cabezazos contra el vidrio, supongo que furiosamente frustrada por tenerme tan cerca y no poder alcanzarme. En un determinado momento oí perfectamente el crujido que hacían sus incisivos al partirse de un golpe contra la ventanilla blindada. Dios, aun tiemblo al recordar ese momento. No puedo seguir escribiendo. Ya me siento mejor. Ya estoy mas tranquilo. Quiero dejar constancia escrita de todos los momentos vividos, pero hay algunas situaciones que parecen volver de una manera tan fuerte a mi con tan solo evocarlas en la mente que me producen nauseas. La media hora de viaje en el furgón es una de ellas. Estaba hablando de la niña. Al cabo de diez minutos se soltó, no se si cansada (¿Se cansan esos seres?) o por ser apartada por un hombre fuerte, enorme de unos treinta años. Aquel hijo de puta parecía haber surgido de una pesadilla o algo peor. Tenia la mitad de su cuerpo quemada y cubierta de ampollas, como si hubiese estado demasiado tiempo al fuego y en una de sus manos le faltaban tres dedos. Lo se porque era con esa mano con la que aporreaba insistentemente el parabrisas, mientras que con la otra se agarraba al capó. Cada golpe iba acompañado de un berrido inhumano y los propinaba con tal furia que al cabo de un rato había transformado su muñón en una masa de pulpa rojiza que empañaba el cristal. Finalmente, con un traqueteo del furgón al aplastar a uno de aquellos seres, el muy cabrón se soltó, no sin antes haberme puesto los pelos de punta durante un buen rato. Son solo dos ejemplos. Recuerdo veinte o treinta mas, y podría describirlos todos perfectamente, pero ahora no quiero. No puedo. Es demasiado terrorífico. Al fin y al cabo teníamos centenares de esos seres alrededor nuestra, gritando, gimiendo y golpeando con furia cada centímetro de superficie del furgón blindado. El griterío del exterior contrastaba profundamente con el silencio sepulcral del interior del vehículo, solo roto por el susurro gutural y monótono de dos de los pakistaníes rezando en árabe. Me hizo gracia la idea de rezar a Dios cuando ya estábamos en el infierno, pero me abstuve de hacer ningún comentario. Ya teníamos suficiente con lo de fuera. Kritzinev se agarraba a su petaca como un naufrago a un salvavidas y de vez en cuando le pegaba unos tragos largos y profundos que hacían subir y bajar su nuez como una pelota, con los ojos totalmente desorbitados. Pritchenko estaba pálido y asustado, pero su mirada era serena, encima de sus enormes bigotazos rubios, mientras lo contemplaba todo atentamente. Pensé que era la persona mas de fiar en aquel vehículo, si quería salir vivo de allí. Todo fue bien durante aproximadamente treinta minutos. Cada vez que el vehículo amenazaba con campanear , usando una expresión vulgar, los huevos se me ponían de corbata. Si el vehículo volcaba de lado, nos podíamos dar por muertos, bien cazados por esos seres o bien muertos de hambre y sed dentro del furgón, rodeados por una multitud infranqueable de No Muertos. La mejor salida en ese caso sería un tiro de gracia en la cabeza, pero francamente, no me apetecía representar una versión tan oscura del sitio de Numancia, y menos, con aquel reparto. De vez en cuando el furgón se sacudía violentamente cuando aplastábamos a mas de un No Muerto a la vez, y supongo que en mas de una ocasión estuvimos a punto de volcar, pero al final seguimos nuestra marcha, lenta y tortuosa, camino del centro de la ciudad. Hasta llegar a la entrada del túnel. No era realmente un túnel, sino mas bien un paso subterráneo de vehículos típico , de los que cruzan una intersección. Recordaba vagamente haberlo atravesado en alguna ocasión, camino de alguna reunión de trabajo en Vigo. No era muy largo, de unos trescientos metros aproximadamente, pero recordaba que era estrecho, demasiado estrecho, y con multitud de columnas de apoyo. Además, ahora estaba negro como un pozo en medianoche. No sabía que había dentro, ni siquiera sabía si estaba cortado. Si había algo ahí dentro, tendría que salir marcha atrás, y a oscuras, y con esa multitud a mi alrededor, lo mas probable es que me empotrase contra una columna y nos quedásemos allí atorados para siempre. Ni de puta coña. No me metería en ese túnel ni con Kritzinev poniéndome una pistola en el pecho. Así se lo dije a Pritchenko, para que se lo tradujese a Kritzinev. Mientras Víktor hablaba, observé de reojo la reacción del primer oficial del Karen Zibish. Este se limito a encogerse de hombros y a farfullar algo en ruso, mientras su mirada no se apartaba de la multitud ululante que nos rodeaba, golpeando las ventanillas sin parar. Kritzinev estaba demasiado fuera de juego como para tomar una decisión. Allí mandaba yo. Eso me hizo sentirme mas confiado, quizás demasiado. No lo se. Si no cruzábamos por el túnel tendríamos que avanzar por el paso elevado que estaba cerca de él. Tan solo eran unos doscientos metros hasta allí y en ese momento la multitud que teníamos a nuestro alrededor parecía haber disminuido un tanto, quizás porque los últimos kilómetros los habíamos hecho a mas velocidad, al poder circular por calles mas anchas, esquivando vehículos abandonados. Eso nos favorecía, ya que nos daba tiempo a maniobrar antes de que llegasen nuestros relativamente lentos perseguidores, que llegarían, sin ninguna duda, en poco mas de unos minutos. Tras girar hacia el paso elevado comenzamos a avanzar por este hasta la mitad del puente, mas o menos. De repente frené en seco. Atravesado en medio de la calzada había un Seat Córdoba empotrado contra unos bloques de hormigón de los que se usan en los controles de carretera. Algún pobre diablo había querido pasar a demasiada velocidad, huyendo sabe Dios de que, y se había estampado contra ellos, dejando los restos de su turismo allí abandonados. Había numerosas manchas de sangre alrededor del chasis, y no pocas huellas de alguien o algo que habían chapoteado en los charcos y se alejaban del vehículo. Me estremecí. Si aquel tipo había sobrevivido al accidente, no había sido por mucho tiempo, y posiblemente había sufrido algo bastante mas desagradable. Kritzinev pareció salir de su sopor al descubrir que ya no estábamos rodeados de tantos No Muertos. Le rugió algo a Víktor, que se apresuró a traducírmelo. “Embiste el vehículo abandonado”, decía el muy malnacido. Me negué con la cabeza. Le dije que había visto demasiadas películas y que eso destrozaría nuestro vehículo. Volvió a rugir, enrojeciendo un poco y escupiendo pequeños espumarajos de saliva mientras gritaba, congestionado. Un ucraniano borracho, asustado y enfadado es un espectáculo digno de verse, no cabe la menor duda, pero aquel en especial me estaba llamando de todo menos bonito. Elegantemente, Víktor obvió la parte menos agradable de su discurso y simplemente me dijo que cambiase mi puesto con Safiq, uno de los paquistaníes, y que el llevaría el vehículo desde ese momento. No suelo discutir cuando me apuntan con un arma al pecho, así que le cedí mi sitio a Safiq, para lo cual ambos tuvimos que retorcernos de lo lindo dentro de los estrechos confines de la atestada cabina. Por fin, una vez cambiados los lugares, me senté en el asiento central del furgón, con Safiq a un lado y Kritzinev al otro. Girándome hacia Víktor a través de ventanuco de comunicación, me dio tiempo a decirle que se amarrase fuerte donde fuera allí atrás, antes de volverme de nuevo a abrocharme el cinturón de seguridad. Justo a tiempo. Con un acelerón el paquistaní lanzó hacia delante la mole de tres toneladas del furgón contra el Seat Cordoba abandonado, como si fuera un carnero embistiendo una pared. Me agarré al salpicadero, anticipándome. El topetazo fue terrible y alguien en el compartimiento trasero debió salir proyectado violentamente hacia delante porque se escuchó un fuerte golpe contra el mamparo divisorio, seguido de un prolongado aullido de dolor. Pero no tenía tiempo para saber que había pasado. Metiendo marcha atrás, Safiq se separó del vehículo siniestrado, que se había desplazado sorprendentemente unos cincuenta centímetros por un lado, para embestir de nuevo. Me volví a agarrar, mientras el pesado furgón se lanzaba de nuevo hacia delante. En esta ocasión el golpe fue acompañado del desagradable sonido que produce el hierro al rozar contra el cemento, a medida que el Córdoba giraba sobre si mismo como una peonza y dejaba camino libre. Safiq soltó un alarido de excitación que se ahogó en su garganta en menos de un segundo. El impacto había desviado el furgón hacia la izquierda e, incontrolable, derrapaba sin control contra la barandilla del puente. Con un desagradable crujido el pesado vehículo hizo astillas la barandilla de aluminio y por un momento se quedó, balanceándose, colgado del pretil del puente. Al cabo de unos segundos de angustia, el pesado furgón comenzó a precipitarse desde unos seis metros de altura, sobre el asfalto de la calle que pasaba por debajo. Como van hasta aquí.... Z-kary.raaw
Posted on: Wed, 24 Jul 2013 06:45:15 +0000

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