28 de junio San Ireneo, obispo y mártir Por Francisco Roberto - TopicsExpress



          

28 de junio San Ireneo, obispo y mártir Por Francisco Roberto Groves Ramillete espiritual: «El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará» cfr. Jn 12, 25. ¡La gloria de Dios es el hombre viviente!: «La claridad de Dios da la vida: es decir, quienes ven a Dios tienen parte en la vida. Por eso el que no puede ser abarcado, comprendido ni visto, concede a los seres humanos que lo vean, lo comprendan y abarquen, a fin de darles la vida una vez que lo han visto y comprendido. (…) Porque la gloria de Dios es el hombre viviente: y la vida del hombre es la visión de Dios. Si la manifestación de Dios por la creación da vida en la Tierra a todos los vivientes, mucho más la manifestación por el Verbo del Padre da vida a aquellos que contemplan a Dios» - (Ireneo de Lyon, cfr. Contra los herejes, 4, 20, 5-7) La presentación que de Ireneo hacen los cristianos cautivos en las mazmorras de Lyon a sus hermanos en la fe de Jesucristo, que moran en Roma bajo la dirección y obediencia al papa Eleuterio, es magnífica y nos da una primera biografía de este gran hombre: "Os rogamos —escriben al papa Eleuterio— que le atendáis y le escuchéis: está abrasado por el celo del testamento de Cristo. Si supiéramos que un título puede conferir alguna justicia al que le lleva os lo hubiéramos presentado como un sacerdote de la Iglesia”. El mismo Ireneo, allá por el año 190, cuando ya está en plena madurez, escribirá a un amigo de la infancia, Florino, y le contará, en sabrosa carta, detalles de la niñez de ambos: "...Te recuerdo siendo yo niño en el Asia interior junto a Policarpo. Podría reproducir lo que nos contaba de su trato con Juan y los demás que vieron al Señor, y cómo repetía sus mismas palabras; lo que del Señor había oído, de sus milagros, de sus palabras, cómo lo habían visto y oído. Todo esto lo repetía Policarpo, y siempre sus palabras estaban de acuerdo con las Escrituras. Yo oía esto con toda el alma y no lo anotaba por escrito porque me quedaba grabado en el corazón y lo voy pensando y repensando, por la gracia de Dios, cada día"... Ireneo, pues, recogió de labios de san Policarpo las enseñanzas del último apóstol, san Juan Evangelista. Luego su testimonio es interesantísimo para llegar hasta Jesús con un solo eslabón de por medio. Cuando todavía era muy joven, quizá con quince años, ya sufrió en su misma carne las sangrientas persecuciones de Adriano y Antonino Pío. Por el año 157 encontramos a Ireneo en las Galias, enviado, quizá, por su maestro san Policarpo, para misiones de gran responsabilidad. Viene procedente de su patria, Esmirna, con ardiente fuego apostólico en su joven corazón. En Roma pasó varios años entregado al apostolado y en defensa de la fe de Jesucristo en los tiempos que tanto abundaban las herejías contra ella. Por los años 177 lo encontramos en Lyon al lado de un gran grupo de cristianos que están encarcelados por la fe que profesaban en el Señor-Jesús. Son unos cincuenta y los preside su mismo obispo Potino, oriundo también como él de Asia menor y que hacía algunos años le había consagrado sacerdote para esta Iglesia de Lyon que ahora sufre la más terrible persecución. No sabemos por qué Ireneo no ha sido todavía encarcelado y puede moverse alentando a unos y a otros para que perseveren en la fe cristiana. A este pueblo de Lyon y refiriéndose a esta ocasión, alguien les ha llamado "un pueblo de mártires". Muerto Potino los cristianos le eligen su obispo por el 180. Los desvelos del pastor se multiplican. Se entrega sin reservas a todos los que sufren en el cuerpo o en el espíritu. Han sido años muy duros los que han vivido y debe devolver la paz y la calma. Ireneo haciendo gala del significado de su nombre, es apacible y pacificador. Hay un respiro en la Iglesia y se dedica a multiplicar las comunidades. Si una cosa deberíamos resaltar de este santo obispo sería la fidelidad a la fe recibida. Él tiene un alto concepto de la Iglesia de Roma: "La más grande, la más antigua, por todos conocida, fundada por los gloriosos apóstoles Pedro y Pablo". Escribió varios tratados para defender la fe contra las herejías reinantes. Por ellos se puede apreciar el fuego de amor a Dios y a la verdad que llenaba su alma. Recientemente, el padre Orbe ha escrito unos comentarios de gran autoridad sobre estos tratados. Parece que murió mártir por el 208 en la persecución de Septimio Severo. Su fiesta se celebra desde 1922 en toda la Iglesia. FESTIVIDADES E HISTORIA DE SAN IRENEO Comunión anglicana festividad 28 de junio (junto a la Iglesia católica); el 23 de agosto (en la Iglesia ortodoxa). Ireneo de Lyon, conocido como san Ireneo (en griego: Εἰρηναῖος) (nació en Esmirna, Asia menor, en el año 130 – murió en Lyon, en el año 202); fue obispo de la ciudad de Lyon desde el año 189. Considerado como el más importante adversario del gnosticismo del siglo IIº. Su obra principal es Contra las herejías. Fue discípulo, considerado el mejor de todos, del obispo de Esmirna, Policarpo, discípulo, a su vez, del apóstol Juan. Policarpo le envió a las Galias (157). En Lyon, donde se registró una cruel persecución que causó numerosos mártires entre los cristianos, fue ordenado sacerdote y desde el año 177 ejerció allí como presbítero. Fue enviado al obispo de Roma Eleuterio, para rogarle mediante «la más piadosa y ortodoxa de las cartas», en nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia, para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia. Explicó que al rechazar a los falsos profetas había que acoger el verdadero don de profecía. Pese a rechazar los «excesos carismáticos» y apocalípticos del montanismo, consideró que no se podía prohibir las manifestaciones del Espíritu santo dentro de las iglesias romanas. Sucedió a Potino en la sede episcopal de Lyon desde el 189 e intervino ante el obispo romano Víctor (190), para que no separara de la comunión a los cristianos orientales que celebraban la Pascua el mismo día que los judíos. No se tiene certeza sobre la fecha de su muerte, pero se estima ocurrió entre el año 202 y el 207. El nombre de san Ireneo está vinculado, sobre todo, a la polémica contra los gnósticos. Escribió el tratado Contra las herejías en cinco tomos (cfr. Ireneo de Lyon. Contra las herejías. «En latín: Adversus hæreses, A.H.»), cuyo título completo es Desenmascarar y refutar la falsamente llamada Ciencia (Gnosis en griego, idioma en el que fue escrito). Explicó que no existe un Pléroma sobre el Dios-Creador. La Regla de la Verdad, se resume en lo siguiente: hay un solo Dios soberano universal que creó todas las cosas por medio de su Verbo, que ha organizado y hecho de la nada todas las cosas para que existan. El Dios del Antiguo testamento es el mismo y único Dios del Nuevo testamento, al contrario de lo que afirmó Marción. Ireneo confrontó las concepciones según las cuales habría almas malas destinadas a condenarse o tres clases de humanos: materiales que no pueden salvarse, psíquicos que pueden salvarse y espirituales que se salvan. Dios ha encerrado a todos en la incredulidad, para tener compasión de todos (cfr. Romanos 11, 32). Especialmente rechazó la versión gnóstica de Cristo, que lo hacía un hombre espiritual al que le fue administrado un cuerpo formado con substancia psíquica, pero dispuesto con un arte inefable para que pudiera ser visto, palpado y sufrir y del que se libró al morir, y que en cambio nunca tomó nada del hombre material, porque éste nada tiene que pueda salvarse. Mostró cómo, según los argumentos que ellos proponen, el Verbo no se habría hecho carne. El libro Vº expone su escatología milenarista, heredada de los apóstoles: el Anticristo, la Resurrección de los justos y el Milenio. TEOLOGÍA DE IRENEO DE LYON En su obra Hitos de la teología, Ireneo considera a la Escritura como la fuente primordial de la fe. Es preciso comparar los distintos pasajes para que iluminándose unos a otros, pueda entenderse su significado en el contexto (cfr. AH II, 10, 1; 27, 1; III, 12, 9).2 3 Con humildad debemos aceptar que no conocemos todo y debemos acercarnos a la Palabra con espíritu humilde y dejarnos enseñar de ella. Ireneo defiende el principio de la tradición. El libro segundo del AH desarrolla o funda el principio de la tradición, que ya inicia Hegesipo, y formula este principio contra el gnosticismo, que admite revelaciones privadas, propias de sus escuelas y también contra ellos exige la coherencia con las Escrituras, ya que los gnósticos pretendían eliminar determinados aspectos de ellas arguyendo una tradición secreta. Dice que la verdadera tradición hay que buscarla en la Iglesia fundada por los apóstoles, donde sus sucesores han enseñado la doctrina auténtica. Ireneo está fuertemente convencido de que la doctrina de los apóstoles sigue manteniéndose sin alteración. Esta tradición es la fuente y la norma de la fe (Regula fidei o Regula veritatis). Para Ireneo este canon de la verdad parece ser el Credo bautismal, porque dice que lo recibimos en el Bautismo. Sólo las iglesias fundadas por los apóstoles pueden servir de apoyo para la enseñanza auténtica de la fe y como testigos de la verdad, pues la sucesión ininterrumpida de los obispos en estas iglesias garantiza la verdad de su doctrina. A propósito de esto dice que sería largo recurrir a todas las iglesias, por ello reduce a la de Roma, gracias a lo cual tenemos toda la lista de obispos romanos (cfr. AH III, 3,3).3 Ireneo es ante todo un gran exegeta,4 especialmente de san Pablo y de san Juan, de tal modo que cuando el explica a san Pablo o a san Juan es casi como si éstos se explicasen a sí mismos. Ireneo es el representante de la escuela asiática (de Asia menor). La teología de la carne no viene de san Juan. La batalla en torno a los gnósticos se hace con san Pablo. El tema central de la teología ireniana gira en torno al Salus hominis (antropología), es decir, la salvación del hombre. En la antropología confluyen todo lo demás, trinidad, eclesiología, escatología, etc. El punto de partida de su antropología lo constituyen los dos textos bíblicos del Génesis que hablan de la creación del hombre: el Génesis 1, 1-26 y el Génesis 2, 7. Frente a los gnósticos que distinguían tres clases de hombre, el hombre material o hiliaco, el hombre psíquico o animal (porque su sustancia es la psijé o alma), y tercero el hombre espiritual o neumático (constituido de pneuma o espíritu). Hay un solo hombre, carnal, espiritual y animal. Repetidamente dice que el hombre es una mezcla de cuerpo, alma y espíritu, en esto usa una terminología paulina, Pablo en 1Tesalonicenses 5, 23. Los gnósticos daban a estos tres elementos la categoría de sustancia, y decían que los tres hombres eran de tres sustancias distintas, aunque teóricamente cada uno de estos tres podría vivir independientemente, o quizás unidos. El espíritu está revestido del hombre psíquico y éste a su vez del hombre material. El ideal de ese espíritu es librarse de los otros dos, esto ocurrirá con la muerte. La sustancia espiritual es la sustancia de Dios, por ello el hombre es consustancial al Padre. La salvación para los hombres espirituales es debida a su propia sustancia, por ser de materia divina. La sustancia de los 7 cielos es el mundo del demiurgo, Dios inferior al Dios-uno, tiene naturaleza psíquica, es el que crea al hombre material, pero el hombre espiritual es de sustancia divina. San Ireneo dice que sólo hay un hombre, que asume las sustancias, así hay un tanto a favor de las cosas. El hombre es cuerpo, es carne, el alma es el principio de la vida racional y animal por el plasma (barro). El alma es principio racional, el principio que al barro comunica la vida sensitiva y racional. El espíritu es principio de vida espiritual del plasma. El hombre por el pecado pierde el espíritu. El hombre es una mezcla de cuerpo, alma y espíritu. Son cualidades inherentes al cuerpo. Sarcología: el hombre es carne, así antropología es filosofía de la carne. Car Capax Salutis: carne capaz de salvación. Aquí es donde se juega la batalla; para los gnósticos la carne no es capaz de salvación; para san Ireneo sí. Salvación: significa divinización de la carne, por eso el Hijo de Dios se encarna para divinizar la carne. La carne, por ser materia, para los gnósticos, es corruptible, y acabará con la aniquilación. Por eso la carne de Dios no es real, sino aparente (docetismo), perdiéndose así los misterios de Jesucristo. La carne es esencial para san Ireneo, el hombre per-se es carne, pero una carne destinada a la salvación. En Génesis 2, 7a. «Tomó Yahveh barro de la tierra», hallamos el origen del cuerpo: es barro de la tierra; ahora bien, ¿de qué tierra? De esta visible que tenemos ante nosotros, y el misterio de la curación del ciego de nacimiento lo pone esto de manifiesto. El hombre es un ser en construcción, idea de progreso; el hombre no acaba de ser hecho hasta que el hombre sea igual a la carne gloriosa de Cristo, entonces el hombre será perfectamente lo que Dios quiere, imagen y semejanza de Dios. Por otro lado, subraya que ese barro tomado de la tierra, no fue plasmado por ángeles, sino por las manos de Dios, directamente; las manos de Dios son el Hijo y el Espíritu santo. El Hijo es el que comunica al barro la imagen, y el Espíritu santo es el que le comunica la semejanza divina. Cada una de las tres divinas Personas en la creación, actúa a tenor de sus cualidades personales. El Padre crea la materia exnihilo, el Hijo le da forma, y el Espíritu santo lo llena de vida. Génesis 2, 7b. Este aliento de vida se identifica con el alma, infundida en el plasma, y adopta la forma del plasma, a la manera como el contenido adopta la forma del contenedor, y se sujeta a la misma causalidad de las manos de Dios. El hombre es un microcosmos: en el mismo ser del hombre hay como un resumen de toda la Creación, del mundo material por ser material, y del racional por ser racional. San Ireneo dice que Dios hizo al hombre rey no sólo de este mundo, sino también del de los ángeles. El hombre mismo es resumen de la creación. Según Génesis 1, 26 hay que distinguir imagen de semejanza. Imagen es similitud con la forma, figura, lineamentos, y se da entre naturalezas iguales; se da necesariamente entre dos naturalezas iguales: tenemos por tanto la misma naturaleza de Dios, posible por Cristo, que tiene naturaleza humana. Aquí se introduce la teología trinitaria. El Padre no tiene forma: no es posible conocer al Padre sin el Hijo, el cual sí tiene forma. Así pues, el hombre, que es material, corporal, carnal, es imagen de Dios en su sentido horizontal; es decir imagen de Cristo-Dios que ha de venir, se ha de encarnar, es el paradigma. En Cristo cabe distinguir varios estadíos. El paradigma de Adán es Cristo, que es anterior al primer Adán, puesto que el primer Adán es sólo anterior en el tiempo, no en la mente de Dios. En Cristo cabe distinguir distintos estadíos (cuándo nació, cómo niño, etc.) ¿En cuál de estos estadíos es el paradigma del que fue creado Adán? En la Resurrección: ése es el paradigma o modelo que Dios tuvo presente. Será imagen de Dios cuando su carne sea glorificada. El hombre pues está destinado por Dios a ser glorificado en su carne; mientras tanto estamos en período de construcción. Al ser una economía carnal, es precisa una historia; si hubiese sido una economía angelical, no hubiese hecho falta. La semejanza significa asimilación del hombre con Dios, que hay que distinguir otra semejanza —asimilación del hombre con Dios— es decir, el hombre se hace Dios; la semejanza consiste en que el hombre sea divinizado, deificado; el hombre está destinado a hacerse Dios. Esta semejanza es progresiva, ya el «kata» (partícula segunda) tiene de suyo un dinamismo. Indica un proceso que tiene que desarrollarse hasta la perfección de la carne de Cristo, pero nunca barrerá la distancia física, sino la distancia cualitativa. Una cosa es la «ousía» (sustancia) o ser de Dios, y otra es la «ousía» humana, que es carnal; la distancia está entre el ser de Dios y el del hombre, nunca se borrará; la divinización del hombre se dará en el terreno de la cualidad, el terreno cualitativo; quiere decir esto que la sustancia divina tiene unas propiedades congénitas (poiotes), la sustancia divina de suyo es impasible, inmortal, incorruptible, y la sustancia humana de suyo es corruptible, mortal, y pasible. La divinización del hombre viene de que la sustancia humana se olvide de sus facultades y asuma las cualidades divinas. Cristo resucitado es el modelo que Dios tuvo delante al modelar a Adán. Por tanto Cristo es el objetivo al que ha de llegar la carne humana. El hombre es un ser in-fieri, en construcción, que se está haciendo; llegará a ser perfecto hombre sólo después de la resurrección, cuando su carne halla adquirido la incorruptibilidad y la inmortalidad. Mientras tanto, está sometido al trabajo de las manos divinas, Dios ¿por qué no hizo al hombre perfecto desde un principio? Porque si bien según los gnósticos la explicación está en el demiurgo, Dios creador, imperfecto, para san Ireneo el hombre es incapaz de recibir la perfección de golpe por ser carnal; le hacia falta una historia. Dios es capaz de dar la perfección al hombre; pero el hombre es incapaz de recibir esta perfección. Toda la cuestión está en que Dios ha establecido una economía carnal, material. Por eso el Hijo de Dios se encarnó (por la economía carnal) y no se angelizó. La tarea de asimilación del hombre a Dios va unida al alma, nosotros somos un cuerpo tomado de la tierra, y un alma; el alma es mediadora entre este cuerpo y el espíritu. Así como la perfección de la imagen está virtualmente vinculada al cuerpo, el alma toma la misma imagen del cuerpo; el cuerpo comunica al alma la imagen del cuerpo, y así Dios comunica al alma la imagen del alma, para que lo comunique al cuerpo; actúa así de intermediación. La semejanza pues, iría especialmente vinculada al alma. CRISTOLOGÍA DE IRENEO DE LYON La cristología de san Ireneo de Lyon está en íntima conexión con la antropología, Cristo, el Verbo encarnado es el hombre ideal, es decir, el paradigma de Adán, el modelo del cual se hizo a Adán. Cristo estaba presente en la mente de Dios en el plasmado del hombre, «opera Dei plasmatio hominis» («la obra de Dios es el plasmado del hombre»). Dios empieza a modelar al hombre según un boceto, el segundo Adán (Cristo) que es la obra perfecta y acabada. El primer Adán es anterior al segundo solamente en el tiempo. Todas las teofanías del Antiguo testamento desde Adán son manifestaciones del Verbo. Hay que señalar la gran importancia de la Encarnación, por tanto la realidad de la Pasión, Muerte y Resurrección, contra los gnósticos (apariencia). La recapitulación, término griego (anakefalaiosis), significa resumen: Cristo resume en su propia carne toda la historia de la salvación de la carne que se ha dado y de principio a fin, de modo pleno en la carne de Cristo glorificado. En Cristo se ha dado el resumen. Cristo recapitula a Adán, a toda la Humanidad, recapitulando lo pasado y lo futuro, desde la Creación hasta la Glorificación. Respecto al pecado original señalar que san Ireneo constituye un testimonio a favor de la doctrina del pecado original. Difunde esta tesis san Agustín por lo que fue acusado de maniqueo mal convertido, a lo que él rescata la referencia de san Ireneo. Según san Ireneo nuestros primeros padres, creados a imagen y semejanza de Dios perdieron la semejanza; pero conservaron la imagen, aunque ofuscada. Cristo hizo brillar la imagen y le devolvió la semejanza. Destacar la ubicación del Paraíso en el 4º cielo (el de en medio). El hombre, hecho de barro de la tierra es elevado al Paraíso pero después por el pecado es expulsado a la tierra de nuevo. Así, en el Paraíso estuvo equidistante de la Tierra y del Cielo sumo, explicando así el reinado del hombre sobre la Tierra. El Paraíso no admite al pecador, por eso fueron expulsados. MARIOLOGÍA DE IRENEO DE LYON En su mariología desarrolla mucho el paralelismo entre Eva y María de san Justino. María reparó la desobediencia de Eva, convirtiéndose en el abogado de ésta, y deviniendo en «causa de la salvación de todo el linaje humano». Ireneo garantiza contra los gnósticos la realidad de la carne de Jesús, sin la cual es imposible la vida histórica de Cristo, y su muerte y resurrección reales: —«Yerran quienes afirman que él nada recibió de la Virgen... De otro modo habría sido inútil su descenso a María: ¿para qué descendía a ella, si nada había de tomar de ella?» (cfr. san Ireneo de Lyon (AH IIIº, 22,1-2).3 Dice que el Hijo, al hacerse carne, al nacer «realmente» de María, es la prenda de que Él es descendiente de Adán,5 cuya simiente había de asumir para poder transformarla en lo que Él es como Dios. Por eso su carne es la misma carne de María, hija de Adán (cfr. AH III, 21,10, Vº, 1,2).3 Por medio de ella Jesús se liga también a la generación de Abraham y de David, y sólo por tal motivo el Hijo de María puede llegar a ser el cumplimiento de las promesas hechas a los Padres (cfr. AH IIºI, 16,2-3; D 35-36, 40, 59).3 ESCATOLOGÍA DE IRENEO DE LYON Es necesario distinguir la escatología católica, la intermedia y la final. La intermedia es la situación del hombre desde la muerte a la resurrección, cada individuo, ¿en qué situación se encuentra? Respecto a ello san Ireneo enseña las siguientes cosas sacadas de la exégesis del rico Epulón y el pobre Lázaro (cfr. Lucas 16, 19). Este texto para él no es parábola, sino historia real que nos cuenta el Señor. Mediante la parábola nos muestra los siguientes puntos: I. perseverancia de las almas, es decir, las almas, tras la muerte perseveran en el ser, no se deshacen; II. la no-transmigración de las almas, se mantiene con una subsistencia propia, aquí interviene la omnipotencia de Dios; III. las almas retienen la figura del cuerpo, que las hace reconocibles, por eso el rico Epulón reconoce a Lázaro, por tener la misma figura que en vida. Las almas retienen la memoria de su obra pecadora y también el mérito, Abraham retiene el don profético y reconoce las obras del rico y del pobre; IV. en el más allá hay un lugar de descanso y de pena: las almas buenas descansan en el seno de Abraham; las malas, como la del rico, están en un lugar de dolor; V. también ve san Ireneo confirmadas una de sus tesis favoritas, la unidad de los dos testamentos, que nos permite ver en ley y profetas las palabras de Cristo, lo que ellos dijeron según la palabra de Cristo. En la teología ireniana lo importante es siempre la Salua Carni, porque la historia salutis consiste en la deificación de la carne: el gozo del alma durante la escatología intermedia es un gozo relativo, intermedio, no sólo no ve al Padre, sino que ni al Hijo resucitado. En la escatología final, la verdadera bienaventuranza, para que el hombre la adquiera es necesaria la resurrección del Verbo; la gente resucitada con la resurrección iniciarán el milenio, mil años durante los cuales no se verá al Padre, sino sólo al Hijo resucitado acostumbrándose a la carne (Cristo) para luego pasar al Padre, además este milenio sucederá en la Tierra, pero en un Cielo nuevo y una Tierra nueva. No se da en el milenio la visión del Padre, sino una preparación de la gente a la visión del Padre pero secundum carnem. Se da por tanto un proceso gradual, que lo inicia el Espíritu santo, lo continúa el Hijo y lo consuma el Padre. Distingue así tres puntos en la historia de la salvación: Espíritu santo, etapa del Antiguo testamento; la segunda es la del Hijo, la cual a su vez se subdivide en dos, se inicia en la Encarnación, y dura hasta la Parusía; para luego continuarse la etapa del Hijo durante mil años, tras el séptimo milenio llegará el Padre. Así, en la ley del Antiguo testamento hemos recibido un espíritu profético, luego, con Cristo, un espíritu adoptivo, y al final el espíritu paterno. Hay pues un proceso de adaptación. CONTRA EL EVANGELIO DE JUDAS Su extensa y completa refutación de las diferentes doctrinas gnósticas ha sido recordada con ocasión del redescubrimiento del texto seudoepigráfico llamado evangelio de Judas. Ireneo dice que es un libro utilizado por un grupo gnóstico al que denomina cainitas, los cuales: «dicen que Caín nació de una potestad superior, y se profesan hermanos de Esaú, Coré, los sodomitas y todos sus semejantes. Por eso el Hacedor los atacó, pero a ninguno de ellos pudo hacerles mal. Pues la Sabiduría tomaba para Sí misma lo que de ellos había nacido de ella. Y dicen que Judas el traidor fue el único que conoció todas estas cosas exactamente, porque solo él entre todos conoció la verdad para llevar a cabo el “misterio de la traición”... Para ello muestran un libro de su invención, que llaman el evangelio de Judas». Ireneo en varias partes de su obra se refiere a la oposición entre Caín y Abel. «Dios puso los ojos sobre las oblaciones de Abel, porque las ofrecía con sencillez y justicia; en cambio no miró el sacrificio de Caín, porque su corazón estaba dividido por celos y malas intenciones contra su hermano, según Dios mismo le dijo al reprenderlo por lo que ocultaba: — “¿Acaso no pecas aunque ofrezcas tu sacrificio rectamente, si no compartes con justicia? Tranquilízate”». Génesis 4, 7-8: οὐκ ἐὰν ὀρθῶς προσενέγκῃς ὀρθῶς δὲ μὴ διέλῃς ἥμαρτες ἡσύχασον πρὸς σὲ ἡ ἀποστροφὴ αὐτοῦ καὶ σὺ ἄρξεις αὐτοῦ («Caín, cuando Dios le aconsejó calmarse, pues no había compartido de modo justo con su hermano los deberes de fraternidad, sino que con envidia y maldad imaginó poder dominar sobre él, no sólo no se puso en paz, sino que añadió pecado a pecado, mostrando su intención con las obras. Llevó a cabo lo que había planeado (Génesis 4, 7-8): se impuso sobre él y lo mató»). El sacrificio de Abel es un símbolo del sacrificio de Jesús: —«Dios sometió el justo al injusto, a fin de que el primero mediante su sufrimiento se manifestase como justo, en cambio el segundo mediante sus actos desenmascarase su injusticia... el Dios que los desenmascara no es culpable de ellos ni obra el mal». —«No son los sacrificios los que purifican al ser humano, pues Dios no los necesita; sino la conciencia pura de quien lo ofrece es lo que santifica el sacrificio». Jesús dio su vida no para «liberarse del cuerpo», sino para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna... para que el mundo se salve por Él; el que cree en Él no es condenado (cfr. Juan 3, 16-18) ; y la condenación está en que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz... para que no sean censuradas sus obras (cfr. Juan 3, 19-20, 12, 4-6). BREVE HAGIOGRAFÍA DE IRENEO: OBISPO Y MÁRTIR Pacificador de nombre y de hecho (el nombre “Ireneo” en griego quiere decir pacífico y pacificador), san Ireneo fue presentado al Papa por los cristianos de la Galia con palabras de grande elogio: —“Guardián del testamento de Cristo”. En Roma honró su nombre sugiriendo moderación al papa Víctor, aconsejándole respetuosamente que no excomulgara a las Iglesias de Asia que no querían celebrar la Pascua en la misma fecha de las otras comunidades cristianas. Con los mismos fines pacificadores este hombre ponderado insistió a los obispos de las otras comunidades cristianas para que trabajaran por el triunfo de la concordia y de la unidad, sobre todo manteniéndose unidos a la tradición apostólica para combatir el racionalismo gnóstico. De sus escritos nos quedan, efectivamente, los cinco libros del Adversus hæreses, en los que Ireneo aparece no sólo como el teólogo más equilibrado y penetrante de la Encarnación redentora, sino también como uno de los pastores más completos, más apostólicos y más católicos que hayan servido a la Iglesia. Se nota que sus argumentaciones Contra los herejes, aunque nacieron de la polémica, son fruto de la oración y de la caridad. Ireneo era oriundo de Asia menor. Entre sus recuerdos de juventud se encuentra el contacto con Policarpo de Esmirna, el santo obispo “que fue instruido por los testigos oculares de la vida del Verbo”, sobre todo por el apóstol Juan, que había fijado su sede en Esmirna. Ireneo, pues, por medio de Policarpo se une a los apóstoles. Después de dejar el Asia menor, pasa a Roma y sigue para Lyon (Francia). No perteneció a la lista de los mártires de Lyon, víctimas de la persecución del 177, porque precisamente en ese tiempo su Iglesia lo había enviado a Roma para presentar al papa Eleuterio algunos asuntos de orden doctrinal, relacionados sobre todo con el error montanista. Este error se debía a un grupo de fanáticos que habían llegado de Oriente, predicando el disgusto por las cosas del mundo y anunciando el inminente regreso de Cristo. De regreso a Lyon, Ireneo sucedió en el 178 al obispo mártir san Potino, y gobernó la Iglesia de Lyon hasta su muerte, hacia el año 200. Aunque no está comprobado su martirio, la Iglesia lo venera como mártir. En todo caso, él fue un auténtico testigo de la fe en un período de dura persecución; su campo de acción fue muy vasto, si se tiene en cuenta que probablemente no había ningún otro obispo en las Galias ni en las tierras limítrofes de Alemania. Su lengua era el griego, pero aprendió las lenguas “bárbaras” para poder evangelizar a esos pueblos. El gnosticismo tendía a reducir la religión revelada a una teosofía, o conocimiento intuitivo de Dios y de las cosas divinas. Admitía además la dualidad y hasta la multiplicidad de los principios del bien y del mal. Los apóstoles y santos padres, principalmente san Irineo, combatieron enérgicamente las ideas gnósticas que fácilmente podían confundir a los cristianos de escasa formación. Irineo haciendo gala del significado de su nombre, es apacible y pacificador. Si una cosa deberíamos resaltar de esta santo obispo sería la fidelidad a la fe recibida. El tiene un alto concepto de la Iglesia de Roma: "la más grande, la más antigua, por todos conocida, fundada por los gloriosos apóstoles Pedro y Pablo". Escribió varios tratados para defender la fe contra las herejías reinantes. Por ello se puede apreciar el fuego de amor a Dios y a la verdad que llenaba su alma. Recibió la palma del martirio, según se cuenta, alrededor del año 200. INFANCIA Y ESTUDIOS Nada se sabe sobre su familia. Probablemente nació alrededor del año 125, en alguna de aquellas provincias marítimas del Asia menor, adonde todavía se conservaba con cariño el recuerdo de los apóstoles entre los numerosos cristianos. Sin duda que recibió una educación muy esmerada y liberal, ya que sumaba a sus profundos conocimientos de las sagradas Escrituras, una completa familiaridad con la literatura y la filosofía de los griegos. Tuvo además, el inestimable privilegio de sentarse entre algunos de los hombres que habían conocido a los apóstoles y a sus primeros discípulos, para escuchar sus pláticas. Entre éstos, figuraba san Policarpo, quien ejerció una gran influencia en la vida de Ireneo. Por cierto, que fue tan profunda la impresión que en éste produjo el santo obispo de Esmirna que, muchos años después, como confesaba a un amigo, podía describir con lujo de detalles, el aspecto de san Policarpo, las inflexiones de su voz y cada una de las palabras que pronunciaba para relatar sus entrevistas con san Juan, el evangelista, y otros que conocieron al Señor, o para exponer la doctrina que habían aprendido de ellos. San Gregorio de Tours afirma que fue san Policarpo quien envió a Ireneo como misionero a las Galias, pero no hay pruebas para sostener esa afirmación. Desde tiempos muy remotos, existían las relaciones comerciales entre los puertos del Asia menor y el de Marsella y, en el siglo IIº de nuestra era, los traficantes levantinos transportaban regularmente las mercancías por el Ródano arriba, hasta la ciudad de Lyon que, en consecuencia, se convirtió en el principal mercado de Europa occidental y en la villa más populosa de las Galias. Junto con los mercaderes asiáticos, muchos de los cuales se establecieron en Lyon, venían sus sacerdotes y misioneros que portaron la palabra del Evangelio a los galos paganos y fundaron una vigorosa Iglesia local. A aquélla llegó san Ireneo para servirla como sacerdote, bajo la jurisdicción de su primer obispo, san Potino, que también era oriental, y ahí se quedó hasta su muerte. La buena opinión que tenían sobre él sus hermanos en religión, se puso en evidencia el año de 177, cuando se le despachó a Roma con una delicadísima misión. Fue después del estallido de la terrible persecución de Marco Aurelio, al tratar a san Potino, el 2 de junio, cuando ya muchos de los jefes del cristianismo en Lyon, se hallaban prisioneros. Su cautiverio, por otra parte, no les impidió mantener su interés por los fieles cristianos del Asia menor. Conscientes de la simpatía y la admiración que despertaba entre la cristiandad su situación de confesores en inminente peligro de muerte, enviaron al papa san Eleuterio, por conducto de Ireneo, "la más piadosa y ortodoxa de las cartas", con una apelación al Pontífice, en nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia, para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia. Asimismo, recomendaban al portador de la misiva, como a un sacerdote "animado por un celo vehemente para dar testimonio de Cristo" y un amante de la paz, como lo indicaba su nombre. El cumplimiento de aquel encargo que lo ausentaba de Lyon, explica por qué Ireneo no fue llamado a compartir el martirio de san Potino y sus compañeros. No sabemos cuánto tiempo permaneció en Roma, pero tan pronto como regresó a Lyon, ocupó la sede episcopal que había dejado vacante san Potino. Ya por entonces había terminado la persecución y los veinte o más años de su episcopado fueron de relativa paz. Las informaciones sobre sus actividades son escasas; pero es evidente que, además de sus deberes puramente pastorales, trabajó intensamente en la evangelización de su comarca y las adyacentes. Al parecer, fue él quien envió a los santos Félix, Fortunato y Aquileo, como misioneros a Valence, y a los santos Ferrucio y Ferreolo, a Besançon. Para indicar hasta qué punto se había identificado con su rebaño, basta con decir que hablaba corrientemente el celta en vez del griego, que era su lengua madre. La propagación del gnosticismo en las Galias inspiró en el obispo Ireneo el anhelo de defender el cristianismo de sus falsas interpretaciones. Estudió sus dogmas, lo que ya de por sí era una tarea muy difícil, puesto que cada uno de los gnósticos parecía sentirse inclinado a introducir nuevas versiones propias en la doctrina. Afortunadamente, san Ireneo era un investigador minucioso e infatigable en todos los campos del saber, como nos dice Tertuliano y, por consiguiente, salvó aquel escollo sin mayores tropiezos. Una vez empapado en las ideas gnósticas, escribió un tratado en cinco libros, en cuya primera parte expuso completamente las doctrinas internas de las diversas sectas para contradecirlas después con las enseñanzas de los apóstoles y los textos de las sagradas Escrituras. Hay un buen ejemplo sobre el método de combate que siguió. Cuando trata sobre la creencia gnóstica de que el mundo visible fue creado, conservado y gobernado por seres angelicales y no por Dios, quien sin participación seguirá eternamente desligado del mundo, superior, indiferente, Ireneo expone la teoría, la desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, por medio de una eficaz reductio ad absurdum, procede a demostrar su falsedad. Ireneo expresa la verdadera doctrina cristiana sobre la estrecha relación entre Dios y el mundo que Él creó los siguientes términos: —"El Padre está por encima de todo y Él es la cabeza de Cristo; pero a través del Verbo se hicieron todas las cosas y Él mismo es el jefe de la Iglesia, en tanto que su Espíritu se halla en todos nosotros; es Él esa agua viva que el Señor da a los que creen en Él y le aman porque saben que hay un Padre por encima de todas las cosas, a través de todas las cosas y en todas las cosas". Ireneo escribe con estudiada moderación y cortesía; pero de vez en cuando, se le escapan comentarios humorísticos. Al referirse, por ejemplo, a la actitud de los recién "iniciados" dice: —"Tan pronto como un hombre se deja atrapar en sus "caminos de salvación", se da tanta importancia y se hincha de vanidad a tal extremo que ya no se imagina estar en el Cielo o en la Tierra, sino haber pasado a las regiones del Pleroma y, con el porte majestuoso de un gallo, se pavonea ante nosotros, como si acabase de abrazar a su ángel”. Ireneo estaba firmemente convencido de que gran parte del atractivo del gnosticismo, se hallaba en el velo de misterio con que gustaba de envolverse y de hecho, había tomado la determinación de "desenmascarar a la zorra", como él mismo lo dice. Y por cierto que lo consiguió: sus obras, escritas en griego, pero traducidas al latín casi enseguida, circularon ampliamente y no tardaron en asestar el golpe de muerte a los gnósticos del siglo IIº. Por lo menos, de entonces en adelante dejaron de constituir una seria amenaza para la Iglesia y la fe católica. El hecho de que luchara contra las herejías no significa que fuese intransigente. Al contrario. Trece o catorce años después de haber viajado a Roma con la carta para el papa Eleuterio, fue de nuevo Ireneo el mediador entre un grupo de cristianos del Asia menor y el Pontífice. En vista de que los cuartodecimanos se negaban a celebrar la Pascua de acuerdo con la costumbre occidental, el papa Víctor IIIº los había excomulgado y, en consecuencia, existía el peligro de un cisma. Ireneo intervino en su favor. En una carta bellamente escrita que dirigió al Papa, le suplicaba que levantase el castigo y señalaba que sus defendidos no eran realmente culpables, sino que se aferraban a una costumbre tradicional y que, una diferencia de opinión sobre el mismo punto, no había impedido que el papa Aniceto y san Policarpo permaneciesen en amable comunión. El resultado de su embajada fue el restablecimiento de las buenas relaciones entre las dos partes y de una paz que no se quebrantó. Después del concilio de Nicea, en 325, los cuartodecimanos acataron voluntariamente el uso romano, sin ninguna presión por parte de la Santa Sede. Se desconoce la fecha de la muerte de san Ireneo aunque, por regla general, se estima en el año 202. De acuerdo con una tradición posterior, se afirma que fue martirizado; pero no es probable ni hay evidencia alguna sobre el particular. Los restos mortales de san Ireneo, como lo indica Gregorio de Tours, fueron sepultados en una cripta, bajo el altar de la que entonces se llamaba iglesia de san Juan; pero más adelante, llevó el nombre de san Ireneo. Esta tumba o santuario fue destruido por los calvinistas en 1562 y, al parecer, desaparecieron hasta los últimos vestigios de sus reliquias. Es digno de observarse que, si bien la fiesta de san Ireneo se celebra desde tiempos muy antiguos en el Oriente (el 23 de agosto), sólo a partir de 1922 se ha observado en la Iglesia de Occidente. No ha llegado hasta nosotros nada que pueda llamarse una biografía de la época sobre san Ireneo; pero hay, en cambio, abundante literatura en torno al importante papel que desempeñó como testigo de las antiguas tradiciones y como maestro de las creencias ortodoxas Su tratado contra los gnósticos ha llegado hasta nosotros completo en su versión latina. En 1904 se descubrió la existencia de otro escrito suyo: la exposición de la predicación apostólica, traducida al armenio. La obra era hasta entonces conocida como: "Prueba de la predicación apostólica". Se trata, sobre todo de una comparación de las profecías del Antiguo testamento y de ese escrito, no se obtienen informaciones nuevas en relación con el espíritu y los pensamientos del autor. A pesar de que el resto de sus obras desapareció, bastan los dos trabajos mencionados para suministrar todos los elementos de un sistema completo de teología cristiana. San Ireneo, fundamentándose en san Pablo y en su conocimiento de las enseñazas apóstolicas, enseñaba el paralelismo Adán-Jesucristo; Eva-María. Las obras literarias de san Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente entre los padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los gnósticos, defendiendo así la fe católica de las insidiosas doctrinas de aquellos herejes. Ver también sus obras: • De su tratado contra las herejías: • Eva y María • Amistad de Dios, • La economía de la encarnación redentora • La predicación de la verdad • La gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios • El Padre es conocido por la manifestación del Hijo • Quiero misericordia y no sacrificios • Eucaristía y resurrección, Libro 5, 2, 2-3: SC 153, 30-38 • Contra los herejes MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS I. Considera lo que han sufrido los primeros héroes del cristianismo, en la ciudad de Lyon principalmente. Se los atormenta, se les confiscan los bienes, se los destierra, se los hace morir, todo sacrifican para conservar la fe. Compara sus sufrimientos con los tuyos. ¿No eres hijo descaecido de padres tan gloriosos? Si el cristiano es cargado de oprobios, se gloría de ellos; si es acusado, no se defiende; interrogado, confiesa la verdad; condenado, da las gracias (Tertuliano). II. Tanta era su mutua caridad que ponían sus bienes en común, dividiéndolos por igual entre ricos y pobres. ¿Qué se ha hecho esta caridad, entre los cristianos de nuestros días? La fe con la caridad es la fe del cristiano; la fe sin la caridad es la fe del demonio (san Agustín). III. La devoción a la santa Eucaristía era la fuente de la constancia que mostraban en los tormentos estos ilustres soldados de Jesucristo. El pensamiento de los sufrimientos de Jesucristo sostenía su valor. Nosotros somos los hijos de esos santos, tenemos la misma fe, los mismos sacramentos; tenemos, además, el ejemplo de sus virtudes: nos es fácil imitarlos. ¿De dónde proviene, pues, que sucumbamos tan a menudo? Escuchemos las advertencias que estos gloriosos mártires nos dan desde el Cielo. Guardaos, dicen, de perder en el puerto la fe que hemos conservado en medio de las tempestades (san Euquerio). La imitación de los primeros cristianos. Orad por los incrédulos. ORACIÓN PIDIENDO LA INTERCESIÓN DE SAN IRENEO ¡Oh Dios!, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la solemnidad de vuestro mártir y pontífice, el bienaventurado Ireneo, haced, en nuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido en el Cielo, experimentemos aquí abajo los efectos de su protección. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. REFERENCIAS (NÚMEROS VOLADOS) 1. Granado Bellido, 1988, p. 33 2. San Ireneo de Lyon. «Libro IIº: denuncia y refutación de su doctrina». Contra los herejes. 3. a b c d e san Ireneo de Lyon. «Libro IIIº: exposición de la Doctrina Cristiana». Contra los herejes. Consultado el 22 de febrero de 2011. 4. Aróztegui Esnaola , 2005, p. 6 5. Granado Bellido, 1988, pp. 33-34 BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Aróztegui Esnaola, Manuel (2005). La amistad del verbo con Abraham según san Ireneo de Lyon. Analecta Gregoriana: Series Facultatis Theologiæ. 108. Editrice Pontificia Università Gregoriana. ISBN 9788878390089. Granado Bellido, Carmelo (1988). Los mil nombres de Jesús: textos espirituales de los primeros siglos. Madrid: Narcea Ediciones. pp. 117. ISBN 9788427708365. Butler, "Vidas de los Santos", ed. española.
Posted on: Fri, 28 Jun 2013 15:22:20 +0000

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