2DA. PARTE DE LA ENTREVISTA AL PAPA. - Es verdad, no soy - TopicsExpress



          

2DA. PARTE DE LA ENTREVISTA AL PAPA. - Es verdad, no soy anticlerical. Pero me convierto en eso cuando me encuentro con un clerical. Sonríe y me dice: -Me pasa a mí también, cuando tengo frente a mí a un clerical, me convierto en anticlerical de repente. El clericalismo no tiene nada que ver con el cristianismo. San Pablo fue el primero en hablar a los Gentiles, a los paganos, a los creyentes de otras religiones, fue el primero que nos lo enseñó. -¿Puedo preguntarle, Santidad, cuáles son los santos que usted siente más cercanos a su alma y sobre los que se formó su experiencia religiosa? -“San Pablo fue el que puso los puntos cardinales de nuestra religión y de nuestro credo. No se puede ser un cristiano consciente sin San Pablo. Tradujo la predicación de Cristo a una estructura doctrinaria que con las actualizaciones de una inmensa cantidad de pensadores, teólogos, pastores de almas, resistió y resiste después de dos mil años. Después Agustín, Benito, Tomás e Ignacio. Y naturalmente Francisco. ¿Debo explicarle el porqué?” Francisco -me permito llamar al Papa así porque es él mismo el que te lo sugiere por como habla, como sonríe, por sus exclamaciones de sorpresa o de afirmación- me mira como para animarme a plantearle las preguntas más escabrosas o más embarazosas relacionadas con la Iglesia. Así que le pregunto. - De Pablo me ha explicado la importancia del papel que desarrolló, pero quisiera saber entre los que ha nombrado a quien siente más cercano a su alma. - Me pide una clasificación, pero las clasificaciones se pueden hacer si se habla de deportes o de cosas parecidas. Podría decirle el nombre de los mejores futbolistas de Argentina. Pero los santos... - Se dice que se "bromea con los bribones" ¿Conoce el dicho? - Exacto. Sin embargo, no quiero evitar la pregunta porque usted no me ha pedido una lista sobre la importancia cultural o religiosa sino quién está más cerca de mi alma. Le contesto: Agustín y Francisco. - ¿No Ignacio, de cuya orden proviene? - Ignacio, por comprensibles razones, es el que conozco mejor que los demás. Fundó nuestra orden. Le recuerdo que de esa orden venía también Carlo María Martini, muy querido para usted y para mí. Los jesuitas fueron, y siguen siendo todavía, la levadura -no la única pero quizás la más eficaz- de la catolicidad: cultura, enseñanza, testimonio misionero, fidelidad al Pontífice. Pero Ignacio que fundó la Compañía era también un reformador y un místico. Sobre todo místico. - ¿Piensa que los místicos son importantes en la Iglesia? - Han sido fundamentales. Una religión sin místicos es una filosofía. - ¿Usted tiene una vocación mística? - ¿A usted qué le parece? - Me parece que no. - Probablemente tenga razón. Adoro a los místicos; también Francisco por muchos aspectos de su vida lo fue, pero no creo tener esa vocación, y después es necesario comprender bien el significado profundo de la palabra. El místico consigue despojarse del hacer, de los hechos, de los objetivos y hasta de la pastoralidad misionera y se alza para alcanzar la comunión con las bienaventuranzas. Breves momentos pero que llenan toda la vida. -¿A usted le ha sucedido alguna vez? - Raramente. Por ejemplo, cuando el cónclave me eligió Papa. Antes de la aceptación pedí poder retirarme por unos minutos en la habitación contigua a la del balcón que da a la plaza. Mi cabeza estaba completamente vacía y una gran ansiedad me invadió. Para relajarme cerré los ojos y todos mis pensamientos desaparecieron, también el de negarme a aceptar el cargo, tal y como consiente el procedimiento litúrgico. Cerré los ojos y no vi más ansiedad o emotividad. Llegado a cierto punto, una gran luz me invadió, duró un momento pero a mí me pareció larguísimo. Después la luz se disipó, me alcé de una y me dirigí a la habitación donde me esperaban todos los cardenales y la mesa sobre la que se encontraba el acta de aceptación. La firmé, el Cardenal Camarlengo lo firmó y después, sobre el balcón anunciaron el ‘¡Habemus Papam! Permanecemos un poco en silencio, después dije: -Hablábamos de los santos que usted siente como más cercanos a su alma y nos quedamos en Agustín. ¿Quiere decirme por qué lo siente cercano? - También mi predecesor tiene a Agustín como punto de referencia. Ese santo pasó por muchas cosas en su vida y cambió muchas veces su posición doctrinal. Tuvo también palabras fuertes contra los judíos, que nunca compartí. Escribió muchos libros y el que me parece más revelador de su intimidad intelectual y espiritual son las "Confesiones"; contienen algunas manifestaciones de misticismo pero no es, como opinan muchos, el continuador de Pablo. Incluso, diría que vio la fe y la Iglesia de una forma profundamente distinta a la de Pablo, quizás porque pasaron cuatro siglos entre uno y otro. -¿Cuál es la diferencia, Santidad? - Para mí dos aspectos fundamentales. Agustín se siente impotente frente a la inmensidad de Dios y a los deberes que un cristiano y un obispo deben afrontar. Sin embargo él no lo fue en absoluto, pero su alma se sentía siempre por debajo de todo lo que habría querido y debido. Es la gracia dispensada por el Señor como elemento fundamental de la fe. De la vida. Del sentido de la vida. Quien no es tocado por la gracia puede ser una persona sin mancha y sin miedo, como se dice, pero no será nunca como una persona a la que la gracia ha tocado. Esta es la intuición de Agustín. -¿Usted se siente tocado por la gracia? - Esto no puede saberlo nadie. La gracia no forma parte de la conciencia, es la cantidad de luz que tenemos en el alma, no la de sabiduría o de razón. También usted, sin su conocimiento, puede ser tocado por la gracia. -¿Sin fe? ¿Sin creer? - La gracia está relacionada con el alma. - Yo no creo en el alma. - No cree, pero la tiene. - Santidad, se ha dicho que usted no tiene intención de convertirme y creo que no lo conseguiría. - Esto no se sabe, pero no tengo ninguna intención. - ¿Y Francisco? - Es grandísimo porque es todo. Un hombre que quiere hacer, quiere construir, funda una orden y sus reglas, es itinerante misionero, es poeta y profeta, es místico, se dio cuenta de su propio mal y salió de él, ama la naturaleza, los animales, la brizna de hierba del prado y los pájaros que vuelan en el cielo, pero sobre todo, ama a las personas, a los niños, a los viejos, a las mujeres. Es el ejemplo más luminoso del ágape del que hablamos antes. - Tiene razón, Santidad, la descripción es perfecta. ¿Pero por qué ninguno de sus predecesores eligió su nombre? Y yo creo que, después de usted, ningún otro lo hará. - Esto no lo sabemos, no hagamos hipótesis sobre el futuro. Es verdad, nadie antes que yo lo eligió. Aquí afrontamos el problema de los problemas. ¿Quiere beber algo? - Gracias, quizás un vaso de agua. Se levanta, abre la puerta y le pide a un colaborador que está en la entrada que le traiga dos vasos de agua. Me pide si prefiero un café, respondo que no. Llega el agua. Al final de nuestra conversación mi vaso está vacío pero el suyo continúa lleno. Se aclara la garganta y comienza. - Francisco quería una orden mendicante y también itinerante. Misioneros en busca de encontrar, escuchar, dialogar, ayudar, difundir la fe y el amor. Sobre todo amor. Y quería una Iglesia pobre que atendiera a los demás, que recibiera ayuda material y la usara para sostener a los demás. Han pasado 800 años desde entonces y los tiempos han cambiado mucho pero el ideal de una Iglesia misionera y pobre sigue siendo válido. Esta es, por lo tanto, la Iglesia que predicaron Jesús y sus discípulos. - Ustedes, los cristianos, son una minoría ahora. Incluso en Italia, que se define como el jardín del Papa, los católicos practicantes están, según algunos sondeos, entre el 8 y el 15%. Los católicos que dicen serlo pero que de hecho lo son poco son un 20%. En el mundo existen mil millones de católicos y con las otras Iglesias cristianas superan los mil quinientos millones, pero el planeta tiene entre 6.000 y 7.000 millones de personas. Son muchos ciertamente, especialmente en África y en América Latina, pero siguen siendo minoría. - Lo hemos sido siempre pero este no es el tema que nos ocupa. Personalmente creo que esto de ser una minoría es además, una fuerza. Debemos ser semilla de vida y de amor, la semilla es una cantidad infinitamente más pequeña que la cantidad de frutos, flores y árboles que nacen de ella. Me parece haber dicho antes que nuestro objetivo no es el proselitismo sino la escucha de las necesidades, de los deseos, de las desilusiones, de la desesperación, de la esperanza. Debemos devolver la esperanza a los jóvenes, ayudar a los viejos, abrirnos hacia el futuro, difundir el amor. Pobres entre los pobres. Debemos incluir a los excluidos y predicar la paz. El Vaticano II, inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Después de entonces, se hizo muy poco en esa dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de querer hacerlo. -También porque -me permito añadir- la sociedad moderna en todo el planeta atraviesa un momento de crisis profunda y no solo económica sino social y espiritual. Usted, al comienzo de nuestro encuentro describió una generación aplastada por el presente. También los no creyentes sentimos este sufrimiento casi antropológico. Por esto nosotros queremos dialogar con los creyentes y con los que mejor les representan. - Yo no sé si soy el que mejor les representa, pero la Providencia me ha puesto en la guía de la Iglesia y de la diócesis de Pedro. Haré todo lo posible para cumplir el mandato que se me ha confiado. - Jesús, como usted ha recordado, dijo: ama a tu prójimo como a ti mismo. ¿Le parece que esto se ha hecho realidad? - Por desgracia no. El egoísmo ha aumentado y el amor hacia los demás ha disminuido.
Posted on: Thu, 03 Oct 2013 12:38:10 +0000

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