A.J.: Muchas veces somos cómplices de lo que nos sucede. - TopicsExpress



          

A.J.: Muchas veces somos cómplices de lo que nos sucede. Sembramos circunstancias desfavorables, diciéndonos que tenemos “mala suerte”. Acusamos al mundo de lo que nosotros mismos nos hacemos. Esta fábula puede ser útil: En una selva exuberante, llena de animales dedicados a la tarea de devorarse los unos a los otros, de convertirse en plaga para los árboles a riesgo de exterminar su mundo, de invadir nidos ajenos, o de conquistar territorios ricos en alimento, un león se hizo emperador. Cada mañana le era ofrecida una docena de bestias varias para su desayuno. No tenía más que abrir el hocico para que las víctimas, convencidas por los ancianos de lo sagrado de su sacrificio, metieran voluntariamente la cabeza entre sus colmillos. Después de la copiosa comida, el felino dormía profundamente y sus ronquidos eran escuchados hasta los extremos límites de la selva, dando paz a todos, no porque cumplía con su deber sino porque en esos momentos se tenía la seguridad que nada malo iba a hacer… Un día un explorador se topó con la bestia dormida. Era tan enorme el animal que el hombre tembló, transpiró, removió su mengua seca y lleno de terror, hincándose ante las fauces nauseabundas, imploró: “¡Por favor, no me comas!” El león, feliz en su lecho de hierbas frescas, entregado a la digestión, profundamente dormido, no se dio por enterado. El hombre gritó hasta rasparse el gaznate: “¡Te lo ruego, no me comas!” El monarca no lo oyó. El viajero, exasperado, se acercó a él y tomándole las mandíbulas, las separó para meter su cabeza ahí y gritar entre los colmillos: “¡No me devores, por favor!” El león no se despertó. El señor pegó la boca a su oreja peluda y llenando sus pulmones expulsó violentamente otra vez su pedido: “¡No me comaaaas!” Furioso porque el animal no lo tomaba en cuenta, se lanzó sobre él hecho un remolino de puñetazos y patadas. Decidido a todo, juntó sus pies y saltó sobre la cola del monstruo para reducírsela a papilla. El león, adolorido, abrió los ojos. Vio al energúmeno atacándolo. Estalló en real cólera y abriendo sus fauces apresó al explorador para partirlo en dos. Éste apenas tuvo tiempo para quejarse: “¡Qué mala suerte tengo! ¡Me está devorando un león!”. Nosotros mismos provocamos la mayor parte de nuestros males. El primer paso para solucionar un problema es lograr el equilibrio interior.
Posted on: Sun, 18 Aug 2013 04:27:17 +0000

Trending Topics



no teletrack
Good Morning all my friends.... Gp তে
The ONLY CLINICALLY PROVEN slimwear Slim Up Smart
Pregunta: "¿Registra la Biblia la muerte de los apóstoles?

Recently Viewed Topics




© 2015