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A comienzos de la década del 30 del siglo pasado se produjo en la Argentina uno de los secuestros que más conmocionaron al país, no solo por sus inusuales características, sino también por el dramático final que tuvo el mismo. En esa época adquirieron fama algunas bandas de pistoleros y secuestradores, por la inteligencia e intrepidez con que realizaban sus procedimientos delictivos. Las dos bandas más conocidas operaban en Rosario y sus alrededores al extremo que al hablarse de ellas, se decía La mafia rosarina. Una era capitaneada por un personaje de averías conocido como Chicho Grande, la otra, con un poco menor jerarquía delictiva, era la del Chicho Chico. En ese tiempo, los pistoleros usaban procedimientos muy diferentes a los actuales. Sobre todo, en materia de secuestros cumplían rigurosamente con la palabra empeñada, de manera que obtenido el rescate que pedían, liberaban de inmediato sana y salva a la víctima, dando seguridad a familiares y amigos del secuestrado que pagada la suma solicitada como rescate, recuperarían al ser querido secuestrado. Ese método servía a la vez como una manera de «prestigiar» a la banda. Estas bandas, no cabía duda alguna, estaban combinadas con ciertos sectores de la policía santafesina, que recibía parte del dinero cobrado por rescate. A partir de allí, protegía de alguna manera a los delincuentes y sobre todo lograba que nunca se descubriera nada de lo sucedido. De esa manera, en 1932, secuestraron a un joven llamado Abel Ayerza, hijo de un poderoso industrial, propietario de varias grandes empresas en Buenos Aires. Ayerza fue secuestrado en las inmediaciones de una estancia que sus padres tenían en la provincia de Santa Fe, junto con otro joven, íntimo amigo suyo, que estaba con él. Y en el secuestro de este amigo, se produjo el error de los delincuentes, que a la vez iba a ser el motivo desencadenante del trágico saldo final de la historia. Dicho amigo, era nada menos que Ricardo Hueyo, hijo del poderosísimo Ministro de Hacienda de la Nación del presidente Agustín P. Justo. Y el ministro, de un gobierno que era tan progresista como corrupto, conocía mejor que nadie el entendimiento entre los secuestradores y la policía de Santa Fe, por lo que para rescatar a su hijo, pidió al Presidente de la Nación que para esclarecer el caso, mandara a esa provincia a la Policía Federal. Chicho Grande, que era el secuestrador, comprendió que con la Federal no iba a jugar y para aliviar la tensión, libertó a Hueyo, manteniendo cautivo a Ayerza. Liberado Hueyo, aportó datos que ayudaron a la investigación, pese a que esta no resultó fácil, porque los secuestrados poseían mucho apoyo en la provincia con mapa en forma de bota. No voy a entrar a considerar si hubo pago de rescate o no. No conozco, no había nacido aún y por lo que he leído, hay versiones muy contradictorias en ese sentido, pero lo cierto es que la policía federal orientó su pesquisa en la zona este de la provincia de Córdoba, donde los delincuentes tenían también fuertes puntos de apoyo. Cercaron el departamento Marcos Juarez, de manera que pueblos como la propia ciudad de Marcos Juarez, Isla Verde, General Baldisera, Camilo Aldo, Los Surgentes y otras, fueron testigos de los procedimientos de la Federal, que actuaba a sangre y fuego. Por fin se llegó a la conclusión que Ayerza estaría en las cercanías de Corral de Bustos, importante ciudad de la zona, donde efectivamente estaba secuestrado. Tampoco quiero aportar datos precisos sobre lo que pasó a partir de allí, porque también en ese sentido, las versiones difieren totalmente. Se decía que Chicho Grande habría dado la orden de liberarlo, pero que sus guardianes la entendieron al revés, esa era la versión más corriente. Lo cierto es que al verse rodeados por la policía, los malhechores lo llevaron al medio de un alto maizal que había en el campo donde lo tenían escondido y allí lo asesinaron salvajemente, enterrando cuidadosamente su cuerpo, todo tal vez tratando de sacárselo de encima y poder despistar a los federales. Finalmente todo se descubrió y Chicho Grande y algunos de los miembros de su banda fueron condenados a prisión perpetua. Se dice que desde la cárcel, el pistolero seguía manejando su banda que no fue desmantelada del todo. Los diez millones de argentinos de entonces siguieron expectantes el desarrollo de esta triste historia que terminó de manera tan trágica. Muchos pueblos de Córdoba tienen un nombre simbólico, relacionado con sus características. Así tenemos el pueblo de Los Molinos, el de Los Temblores, el de Los Médanos, el de Las Sierras, el de Los Diques, el de la Lepra, el del Folklore, el de Los Locos, etc. A partir de entonces se dio a Corral de Bustos, donde culminó la historia, el injusto nombre de El pueblo de la mafia, denominación que aún existe, por lo menos en el recuerdo de los viejos. En Oberá vive Mónica, joven, bonita y agraciada Corralbustense. Perdoname por haber publicado este recuerdo triste para tu pueblo, pero yo no puedo asegurar a todos los lectores, que ningún poblador de Corral de Bustos, simpática y progresista ciudad cordobesa, tuvo nada que ver con este horrendo crimen provocado por la bestialidad de hombres a los que ni siquiera podemos llamar seres humano
Posted on: Sun, 14 Jul 2013 16:02:04 +0000

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