A la UDEP la llaman "el milagro en el desierto", porque es un - TopicsExpress



          

A la UDEP la llaman "el milagro en el desierto", porque es un oasis en medio de uno de los terrenos más áridos del norte peruano. Pero el oasis nunca estuvo allí, lo forjaron los hacedores de la universidad, pioneros que hace varias décadas llegaron a Piura con el sueño de hacer de ese páramo un lugar en el cual se forjara a profesionales de la mejor calidad. Así nació mi alma mater, el lugar en el que pasé muchos de los mejores momentos de mi vida. Ingresé a la carrera de Derecho en la Universidad en el año 91, con la segunda promoción, pero también estudié con la primera y la cuarta y me gradué con la tercera en el 97. Yo me lo pasé súper bien, estudié televisión, radio y fotografía, hice teatro, basketball y música, participé en todas las verbenas que se hicieron, bailando cantando, escribiendo produciendo y dirigiendo sketch, hice videos y covers y muchas cosas más. En mis ratos libres que eran pocos estudié Derecho, no voy a negar que la universidad es bastante exigente, sin embargo, seré negrito pero tengo mi cerebrito. Un día en la Udep era un episodio bastante interesante, comenzaba en la "esquina del jale", allí donde ahora hay un grifo, quienes no teníamos movilidad, nos parábamos en la esquina de las Avenidas Cáceres y Country (hoy R. Mujica) para esperar que los solidarios udepinos nos jalaran, en sus camionetas, autos, motos o lo que fuera. En esa esquina se formaba una sociedad que duraba minutos y que se basaba en un único lazo, estudiar en la Udep, los alumnos o sus padres te jalaban aunque no te conocieran, una vez dentro de la universidad, agradecías y seguías con tu vida, como si ese pequeño acto de desprendimiento fuera un servicio al que estaba obligado todo udepino. La otra forma de llegar si no tenías auto era caminar bajo el sol piurano (que en las tardes llegaba a los 40 grados) pur una distancia aproximada de 150 metros, hacer una curva pronunciada a la izquierda y caminar en línea recta otro 150 metros más, haciendo un alto obligado a la altura de la ermita para saludar a la Sagrada Familia y tomar aire a la sombra de los algarrobos que ofrecían cobijo a los caminantes que se atrevían a retar al sol. Superado ese obstáculo inicial, llegabas al estacionamiento y lo primero que te recibía era la sonrisa blanca de don Zoilo, el responsable de nuestra seguridad. Enfundado en su uniforme azul (que después fue plomo), trasmitía más serenidad que miedo, su carácter afable y su sonrisa cálida hacía que lo viéramos con la misma alegría que nos daba el llegar a la orilla del oasis. De allí hacia adentro la UDEP era un oasis. Arboles y arbustos de distintos tipos adornaban las alfombras verdes en las que se aentaban los 4 edificios que existían cuando ingrese: el CUM, el edificio 80, el edificio administrativo y el de educación que marcaba el fin de esa maravilla del ingenio humano que había revivido la tierra muerta mediante técnicas de riego por goteo, pero sobre todo, con mucha fe y amor. Allí pasé siete maravillosos años de mi vida y habrían sido más si no es porque mi padre reclamaba que terminara ya la carrera...
Posted on: Thu, 20 Jun 2013 02:17:14 +0000

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