A menudo cuando vemos a un padre castigar a su hijo o hija, escuchamos el susurro de alguien que dice: "ahhh, ese señor como que no quiere a ese niño". Sin duda que algunos estilos para castigar no son los más adecuados, pero un hijo que no es castigado por sus padres oportunamente está en una terrible desventaja ante los hijos que si son reprendidos por su mal comportamiento. El hecho de amar a un hijo nunca será excusa para dejar de reprederlo, amonestarlo, disciplinarlo o castigarlo. Todo lo contrario, el padre o madre que ama realmente a sus hijos sabrá que es tan importante el amor y la comprensión, como la exhortación y la reprimenda cuando sea necesaria. Dios es amor, pero también es fuego consumidor. El Señor nos ama tanto que entregó a su único Hijo para que fuesemos salvos. ¿Existirá otra mejor forma de mostrarse amoroso? Sin embargo, cuando pasamos a ser adoptados como hijos, entonces disfrutaremos de las delicias de ser coherederos con Cristo, y esas delicias también implican que eventual y pertinentemente Dios, nuestro Padre Celestial, nos hará saber que hemos actuado mal, que estamos siendo desobedientes, y nos lo hará saber disciplinándonos, azotándonos para que no nos desviemos de sus caminos. Gracias a Dios porque en mi caso particular me proveyó de un padre y una madre que no me dejaron pasar impune ninguna de mis fechorías, pataletas, groserías, irresponsabilidades y rebeldías, sino que de la forma adecuada y oportuna aplicaron el castigo debido según la falta. Les garantizo que en ese entonces no entendía porque lo hacían, pero años después estoy muy agradecido, de cada regaño, de cada zapatazo en las nalgas y de cada correazo en las piernas, sin dejar de mencionar las prohibiciones a mis mayores entretenimientos cuando ya estaba mayorcito. Dios al que ama castiga, y azota a todo aquel que recibe por hijo.
Posted on: Sun, 23 Jun 2013 17:25:48 +0000
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