A pesar de la iniquidad que prevalecÃa, habÃa un número de hombres santos, ennoblecidos y elevados por la comunión con Dios, que vivÃan en compañerismo con el cielo. Eran hombres de poderoso intelecto, que habÃan realizado obras admirables. TenÃan una santa y gran misión; a saber, desarrollar un carácter justo y enseñar una lección de piedad, no sólo a los hombres de su tiempo, sino también a las generaciones futuras. Sólo algunos de los más destacados se mencionan en las Escrituras; pero a través de todos los tiempos, Dios tuvo testigos fieles y adoradores sinceros. Las Escrituras dicen que Enoc tuvo un hijo a los sesenta y cinco años. Después anduvo con Dios durante trescientos años. En la primera parte de su vida, Enoc habÃa amado y temido a Dios y guardado sus mandamientos. PertenecÃa al santo linaje, a los depositarios de la verdadera fe, a los progenitores de la simiente prometida. De labios de Adán habÃa aprendido la triste historia de la caÃda y las gozosas nuevas de la gracia de Dios contenidas en la promesa; y confiaba en el Redentor que vendrÃa. Pero después del nacimiento de su primer hijo, Enoc alcanzó una experiencia más elevada, fue atraÃdo a más Ãntima relación con Dios. Comprendió más cabalmente sus propias obligaciones y responsabilidades como hijo de Dios. Cuando conoció el amor de su hijo hacia él, y la sencilla confianza del niño en su protección; cuando sintió la profunda y anhelante ternura de su corazón hacia su primogénito, aprendió la preciosa lección del maravilloso amor de Dios hacia el hombre manifestado en la dádiva de su Hijo, y la confianza que los hijos de Dios podÃan tener en el Padre celestial. El infinito e inescrutable amor de Dios, manifestado mediante Cristo, se convirtió en el tema de su meditación de dÃa y de noche; y con todo el fervor de su alma trató de manifestar este amor a la gente entre la cual vivÃa. El andar de Enoc con Dios no era en arrobamiento o en visión, sino en el cumplimiento de los deberes de su vida diaria. No se aisló de la gente convirtiéndose en ermitaño, pues tenÃa una obra que hacer para Dios en el mundo. En el seno de la familia y en sus relaciones con los hombres, ora como esposo o padre, ora como amigo o ciudadano, fue firme y constante siervo de Dios. Su corazón estaba en armonÃa con la voluntad de Dios; pues "¿andarán dos juntos, si no estuvieron de concierto?" (Amós 3:3.) Y este santo andar continuó durante trescientos años. Muchos cristianos serÃan más fervientes y devotos si supiesen que tienen sólo poco tiempo que vivir, o que la venida de Cristo está por suceder. Pero en el caso de Enoc su fe se fortalecÃa y su amor se hacia más ardiente a medida que pasaban los siglos. Enoc poseÃa una mente poderosa, bien cultivada, y profundos conocimientos. Dios le habÃa honrado con revelaciones especiales; sin embargo, por el hecho de que estaba en continua comunión con el cielo, y reconocÃa constantemente la grandeza y perfección divinas, fue uno de los hombres más humildes. Cuanto más intima era su unión con Dios, tanto más profundo era el sentido de su propia debilidad e imperfección. Afligido por la maldad creciente de los impÃos, y temiendo que la infidelidad de esos hombres pudiese aminorar su veneración hacia Dios, Enoc eludÃa el asociarse continuamente con ellos, y pasaba mucho tiempo en la soledad, dedicándose a la meditación y a la oración. Asà esperaba ante el Señor, buscando un conocimiento más claro de su voluntad a fin de cumplirla. Para él la oración era el aliento del alma. VivÃa en la misma atmósfera del cielo. Por medio de santos ángeles, Dios reveló a Enoc su propósito de destruir al mundo mediante un diluvio, y también le hizo más manifiesto el plan de la redención. Mediante el espÃritu de profecÃa lo llevó a través de las generaciones que vivirÃan después del diluvio, y le mostró los grandes eventos relacionados con la segunda venida de Cristo y el fin del mundo. Enoc habÃa estado preocupado acerca de los muertos. Le habÃa parecido que los justos y los impÃos se convertirÃan igualmente en polvo, y que ése serÃa su fin. No podÃa concebir que los justos vivieran más allá de la tumba. En visión profética se le instruyó concerniente a la muerte de Cristo y se le mostró su venida en gloria, acompañado de todos los santos ángeles, para rescatar a su pueblo de la tumba. También vio la corrupción que habrÃa en el mundo cuando Cristo viniera por segunda vez, y habrÃa una generación presumida, jactanciosa y empecinada, que negarÃa al único Dios y al Señor Jesucristo, pisoteando la ley y despreciando la redención. Vio a los justos coronados de gloria y honor, y a los impÃos desechados de la presencia del Señor, y destruidos por el fuego.
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 02:39:57 +0000
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