¿A quién obedece usted: a Dios, o al hombre? “Tenemos que - TopicsExpress



          

¿A quién obedece usted: a Dios, o al hombre? “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres.” (HECHOS 5:29.) LOS jueces del tribunal supremo judío debían de estar furiosos: los prisioneros habían desaparecido. Se trataba de los apóstoles de Jesucristo, un hombre al que el alto tribunal había condenado a muerte semanas antes. Había llegado el momento de encargarse de los seguidores más cercanos de Jesús; pero cuando los guardias fueron a la prisión a buscarlos, hallaron las celdas vacías, aunque las puertas estaban cerradas con llave. Los guardias no tardaron en enterarse de que los apóstoles estaban en el templo de Jerusalén enseñando valientemente al pueblo la verdad sobre Jesucristo, es decir, realizando la misma actividad por la que los habían encarcelado. Enseguida fueron al templo, los volvieron a arrestar y los llevaron delante del Sanedrín (Hechos 5:17-27). 2 Un ángel había sacado a los apóstoles de la cárcel. ¿Acaso fue para evitarles más persecución? No. Fue con el fin de que los habitantes de Jerusalén oyeran las buenas nuevas acerca de Jesucristo, como se desprende de la orden que el ángel les dio: “Sigan hablando al pueblo todos los dichos acerca de esta vida” (Hechos 5:19, 20). De modo que cuando los guardias del templo llegaron, encontraron a los apóstoles obedeciendo aquella orden. 3 Dos de aquellos tenaces predicadores —los apóstoles Pedro y Juan— ya habían comparecido ante el tribunal supremo, hecho que les recordó con severidad el presidente del Sanedrín, José Caifás, diciéndoles: “Les ordenamos positivamente que no siguieran enseñando sobre la base [del nombre de Jesús], y sin embargo, ¡miren!, han llenado a Jerusalén con su enseñanza” (Hechos 5:28). Caifás no debió de sorprenderse al ver allí nuevamente a Pedro y a Juan, pues la primera vez que se les prohibió seguir predicando, los dos apóstoles respondieron: “Si es justo a vista de Dios escucharles a ustedes más bien que a Dios, júzguenlo ustedes mismos. Pero en cuanto a nosotros, no podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído”. A semejanza del antiguo profeta Jeremías, Pedro y Juan no podían dejar de cumplir su comisión de predicar (Hechos 4:18-20; Jeremías 20:9). 4 Ahora no solo Pedro y Juan, sino todos los apóstoles —incluido el recién elegido Matías— tuvieron la oportunidad de dar a conocer públicamente su postura (Hechos 1:21-26). Cuando se les exigió que dejaran de predicar, ellos también respondieron valerosos: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Hechos 5:29). ¿Obedientes a Dios, o al hombre? 5 Los apóstoles eran ciudadanos respetuosos de la ley y normalmente no desobedecerían una orden judicial. Sin embargo, ningún ser humano, por poderoso que sea, tiene la autoridad de ordenar a otro que desobedezca un mandato divino. Jehová es “el Altísimo sobre toda la tierra” (Salmo 83:18). Además de ser “el Juez de toda la tierra”, es también el Legislador Supremo y el Rey de la eternidad. Toda orden judicial que se oponga a uno de sus mandatos no tiene ninguna validez a sus ojos (Génesis 18:25; Isaías 33:22). 6 Así lo han reconocido algunas de las mentes más brillantes del ámbito jurídico. Por ejemplo, William Blackstone, renombrado jurista del siglo XVIII, escribió que ninguna ley humana debe contradecir la “ley de la revelación”, que se halla en la Biblia. De modo que el Sanedrín se excedió en sus funciones cuando prohibió a los apóstoles seguir predicando; esa era una orden que ellos sencillamente no podían cumplir. 7 El que los apóstoles se mantuvieran en su resolución de seguir predicando enfureció a los principales sacerdotes. Ciertos miembros del clero judío —como Caifás— pertenecían a los saduceos, quienes no creían en la resurrección (Hechos 4:1, 2; 5:17). Sin embargo, los apóstoles seguían insistiendo en que Jesús había resucitado de entre los muertos. Por otro lado, algunos de los principales sacerdotes habían hecho lo imposible por ganarse el favor del gobierno romano. Durante el juicio de Jesús, cuando se les brindó la oportunidad de aceptarlo como su rey, clamaron: “No tenemos más rey que César” (Juan 19:15).* Los apóstoles no solo afirmaban que Jesús había resucitado: también enseñaban que, aparte de él, “no hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos” (Hechos 2:36; 4:12). Las autoridades religiosas temían que si el pueblo empezaba a ver al resucitado Jesús como su Líder, los romanos vendrían y los jefes judíos perderían tanto ‘su lugar como su nación’ (Juan 11:48). 8 El futuro de los apóstoles de Jesucristo no parecía nada alentador, pues los jueces del Sanedrín estaban decididos a matarlos (Hechos 5:33). No obstante, los acontecimientos dieron un giro inesperado. Gamaliel, un maestro de la Ley, se levantó y aconsejó sabiamente a sus colegas que no actuaran de manera apresurada: “Si este proyecto o esta obra proviene de hombres, será derribada —dijo—; pero si proviene de Dios, no podrán derribarlos”; a lo que añadió con autoridad: “De otro modo, quizás se les halle a ustedes luchadores realmente contra Dios” (Hechos 5:34, 38, 39). 9 Por sorprendente que parezca, el tribunal aceptó el consejo de Gamaliel. “Mandando llamar a los apóstoles, los fustigaron, y les ordenaron que dejaran de hablar sobre la base del nombre de Jesús, y los dejaron ir.” Lejos de acobardarse, los apóstoles estaban resueltos a obedecer la orden angelical de predicar. Por eso, cuando los soltaron, “todos los días en el templo, y de casa en casa, continua[ron] sin cesar enseñando y declarando las buenas nuevas acerca del Cristo, Jesús” (Hechos 5:40, 42). Jehová bendijo su labor. ¿Hasta qué punto? “La palabra de Dios siguió creciendo, y el número de los discípulos siguió multiplicándose muchísimo en Jerusalén.” De hecho, “una gran muchedumbre de sacerdotes empezó a ser obediente a la fe” (Hechos 6:7). Aquello tuvo que ser un golpe tremendo para los principales sacerdotes. Las pruebas eran cada vez mayores: la obra de los apóstoles realmente venía de Dios. Nunca tienen éxito los que luchan contra Dios 10 En el siglo primero, los romanos nombraban a los sumos sacerdotes judíos. El rico José Caifás fue elegido por Valerio Grato, y ocupó ese puesto más tiempo que todos sus predecesores. Posiblemente atribuía este hecho a su habilidad como diplomático y a su amistad personal con Pilato más que a la intervención divina. De cualquier modo, se equivocó al confiar en los hombres, ya que solo tres años después de que los apóstoles se presentaron ante el Sanedrín, perdió el favor de las autoridades romanas y fue destituido. 11 La orden de destituir a Caifás partió del gobernador de Siria Lucio Vitelio, superior directo de su amigo íntimo Pilato, quien no pudo hacer nada para evitarlo. De hecho, un año después de la destitución de Caifás, Pilato fue removido de su cargo y llamado a Roma para responder a graves acusaciones. En cuanto a los jefes judíos que confiaron en el César, los romanos les quitaron ‘su lugar así como su nación’ en el año 70 de nuestra era, cuando las tropas romanas destruyeron la ciudad de Jerusalén, incluidos el templo y la sala del Sanedrín. En este caso resultaron muy ciertas las siguientes palabras del salmista: “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna” (Juan 11:48; Salmo 146:3). 12 En cambio, Dios nombró al resucitado Jesucristo Sumo Sacerdote de un gran templo espiritual, y ningún hombre puede invalidar su nombramiento. Es más, Jesús “tiene su sacerdocio sin sucesores” (Hebreos 2:9; 7:17, 24; 9:11). Dios también lo designó Juez de los vivos y los muertos (1 Pedro 4:5). Como tal, Jesús decidirá si José Caifás y Poncio Pilato tienen posibilidades de volver a vivir (Mateo 23:33; Hechos 24:15). Valientes predicadores del Reino en la actualidad 13 Al igual que en el siglo primero, hoy no faltan ‘luchadores contra Dios’ (Hechos 5:39). Por ejemplo, cuando los testigos de Jehová de Alemania no quisieron reconocer a Adolf Hitler como su Führer (caudillo), este juró exterminarlos (Mateo 23:10). Su eficiente maquinaria de la muerte parecía ideal para lograrlo. Es verdad que los nazis arrestaron a miles de Testigos y los enviaron a campos de concentración, y a otros los mataron. Con todo, no pudieron quebrantar su resolución de adorar únicamente a Dios, ni pudieron eliminar a los siervos de Dios como colectividad. La obra de aquellos cristianos era de origen divino, no humano, y la obra de Dios no se puede derribar. Sesenta años después, los fieles sobrevivientes de los campos de concentración nazis aún sirven a Jehová ‘con todo el corazón, alma y mente’, mientras que de Hitler y su partido nazi sólo se conserva el recuerdo de sus atrocidades (Mateo 22:37). 14 En los años que siguieron al fracaso nazi, otros se han unido a la batalla perdida contra Jehová y su pueblo. Políticos y religiosos astutos de diversas naciones europeas han calificado a los testigos de Jehová de “secta peligrosa”, la misma acusación que se lanzó contra los cristianos del siglo primero (Hechos 28:22). Lo cierto es que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha reconocido a los testigos de Jehová como una religión, no como una secta. Nuestros adversarios lo saben, pero aun así insisten en sus calumnias. Como consecuencia directa de semejante falsedad, algunos de estos cristianos han sido despedidos de sus empleos, sus hijos han sufrido acoso en las escuelas y, debido al temor, algunos propietarios de los lugares donde los Testigos por mucho tiempo han celebrado sus reuniones han cancelado los contratos. Incluso se han dado casos de personas a las que el gobierno les ha negado la ciudadanía por el simple hecho de ser testigos de Jehová. A pesar de todo, los Testigos no nos dejamos intimidar. 15 En Francia, por ejemplo, las personas suelen ser razonables e imparciales. No obstante, algunos opositores han presionado para que se promulguen leyes destinadas a paralizar la obra del Reino. ¿Cómo han reaccionado los testigos de Jehová? Han intensificado su predicación como nunca antes, con asombrosos resultados (Santiago 4:7). En tan solo seis meses, el número de cursos bíblicos a domicilio registró un increíble aumento del 33%. Al Diablo debe de enfurecerle ver a las personas sinceras de Francia aceptar las buenas nuevas (Revelación [Apocalipsis] 12:17). Nuestros hermanos franceses tienen la plena confianza de que en su caso se cumplirán las siguientes palabras del profeta Isaías: “Sea cual sea el arma que se forme contra ti, no tendrá éxito, y sea cual sea la lengua que se levante contra ti en el juicio, la condenarás” (Isaías 54:17). 16 Los testigos de Jehová no nos complacemos en la persecución. Sin embargo, obedeciendo el mandato que Dios ha dado a todos los cristianos, no podemos dejar de hablar de las cosas que hemos oído, y no dejaremos de hacerlo. Nos esforzamos por ser buenos ciudadanos, pero cuando las leyes divinas y las humanas entran en conflicto, tenemos que obedecer a Dios. No los teman 17 Nuestros adversarios se hallan en una situación muy peligrosa, pues están combatiendo contra Dios. Por eso, de acuerdo con el mandato de Jesús, en vez de temerles, oramos por los que nos persiguen (Mateo 5:44). Pedimos que si alguno se opone a Dios por ignorancia, como hizo Saulo de Tarso, Jehová tenga a bien abrirle los ojos a la verdad (2 Corintios 4:4). Saulo vino a ser el apóstol cristiano Pablo, y padeció muchísimo a manos de las autoridades de su día. Pese a esto, recordó a sus hermanos ‘que estuvieran en sujeción y fueran obedientes a los gobiernos y las autoridades, que estuvieran listos para toda buena obra, que no hablaran perjudicialmente de nadie [ni siquiera de sus peores perseguidores], que no fueran belicosos, que fueran razonables y que fueran apacibles con todos los hombres’ (Tito 3:1, 2). Los testigos de Jehová de Francia y del resto del mundo tratamos por todos los medios de aplicar ese consejo. 18 Dios dijo al profeta Jeremías: “Yo estoy contigo para librarte” (Jeremías 1:8). ¿Cómo puede Jehová librarnos de la persecución hoy día? Puede hacer que se levante un juez imparcial como Gamaliel o que un funcionario corrupto u opositor sea súbitamente reemplazado por otro más razonable. No obstante, a veces, también puede dejar que la persecución siga su curso (2 Timoteo 3:12). Si Dios permite que nos persigan, siempre nos dará las fuerzas necesarias para aguantar (1 Corintios 10:13). Sea lo que sea que él deje que suceda, sabemos con certeza lo que ocurrirá finalmente: quienes luchan contra el pueblo de Dios están luchando contra Dios y no tendrán éxito. 19 Jesús dijo a sus discípulos que esperaran tribulación (Juan 16:33). En vista de eso, las palabras de Hechos 5:29 nunca han sido más oportunas: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”. Por tal motivo, hemos seleccionado estas emocionantes palabras como nuestro texto del año 2006. Resolvámonos, pues, a obedecer a Dios el año que viene y por toda la eternidad, cueste lo que cueste.
Posted on: Wed, 17 Jul 2013 13:21:28 +0000

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