ALBERT-FIC: Secretos de la colina. Este fic no fue escrito por - TopicsExpress



          

ALBERT-FIC: Secretos de la colina. Este fic no fue escrito por mi, aclaro que lo encontré en internet y me gustaría compartirlo con ustedes. No lo hago con el fin de lucrar (quitar derechos de autor) si no con el fin de entretener... Espero sea historia de su agrado ;) P.D: la chica que lo escribio tiene como nombre de usuario "Dorita" el crédito es de ella y yo solo lo comparto. SECRETOS DE LA COLINA:CAPITULO 1 “Tengo tantos recuerdos en esta colina… risas… llantos…” “Niña… Te ves más bonita cuando sonríes” Candy recordó con mucha ternura aquella frasea tal punto que le pareció oírla de nuevo. Se sobresaltó al darse cuenta de que realmente había escuchado eso. Perpleja, se volteó y vio a Albert junto al viejo árbol. El joven repitió lentamente, para confirmarle bien lo que había escuchado: « Te ves más bonita cuando sonríes… » La mente de Candy entró en un estado de agitación febril. ¡Un momento! pensó mirando a Albert con los ojos cuadrados de la sorpresa. Esa voz tan dulce… los cabellos rubios… los ojos azules… ¡Dios mío! ¡Él es… es… se parece tanto… ¡Es el Príncipe! Candy se quedó atónita ante esta revelación. La imagen del Príncipe de la Colina estaba grabada indeleblemente en su memoria. Al examinar a Albert con más atención, reconoció poco a poco los rasgos de su querido Príncipe. Claro que el tiempo los había modificado y ya no tenía cara de niñito bonito, sino de un hombre muy guapo. Pero la mirada buena y tierna no había cambiado para nada. Candy sintió que algo muy dulce le subía de golpe por la garganta. Una sensación de dicha invadió todo su cuerpo. Albert le sonrió tímidamente y todo el rostro de Candy se iluminó con una gran sonrisa. ¡Albert! pensó la chica con emoción. El tío William… y ahora… ¡Mi Príncipe! Candy no contuvo más ese sentimiento y respiró muy hondo. El viento se mezcló con el aroma de las flores de la Colina de Pony mientras Candy comenzaba a correr hacia Albert. Él abrió los brazos para recibirla. También se sentía muy emocionado en ese momento de verla tan feliz al descubrir su otra identidad secreta. “Candy…” se dijo al verla reír mientras corría. “Me encanta tu sonrisa… Nunca la olvidaré. Candy… ¡Nunca te olvidaré! Nunca lo hice…” Soltó una carcajada cuando la muchacha se tiró en sus brazos. Ambos rieron con alegría mientras Albert le hacía dar varias vueltas en el aire. Cuando la volvió a bajar, los dos dejaron la risa para mirarse a los ojos un momento. Suavemente, Candy recostó su frente contra el pecho de Albert mientras él la estrechaba en un cálido abrazo. « Candy… » murmuró él hundiendo el rostro en los rizos rubios de Candy. « ¿Así que eras tú todo el tiempo? ¿Por qué nunca dijiste nada? » La chaqueta de Albert atenuaba la voz de Candy, por lo que la abrazó con más fuerza para oírla mejor mientras respondía: « Pensé que lo habrías olvidado… Eras tan pequeña. ¿Qué sentido habría tenido recordártelo? -¿Olvidarlo, dices? -exclamó Candy separándose de Albert para mirarlo a la cara.- Nunca te olvidé. -Yo tampoco. -aseguró él. Y nunca, nunca pienso olvidarlo. -Ya me había resignado a no volverte a encontrar… Ni siquiera sabía tu nombre… ¿Por qué te marchaste tan rápido esa vez? » Albert alzó los hombros, tristemente resignado. « Ya sabes… mi existencia no ha sido más que un secreto todo el tiempo. Tuve miedo de estar haciendo algo que me estaba terminantemente prohibido… y salí corriendo. Siempre lamenté haber hecho eso. -Mira, tengo algo que darte. » Candy se apartó de Albert y se puso a buscar algo en el bolsillo de su vestido. Él la miró con curiosidad y extendió la mano para recibir un pequeño objeto. Al examinarlo con atención exclamó: « ¡Mi broche! ¡Candy! ¡Es mi broche! ¿Qué haces tú con él? -Se te cayó ese día mientras te ibas… ¡esa era mi única prueba de que no habías sido una ilusión! -¡Así que ahí fue donde lo perdí! No tienes idea de cuánto me regañaron por haberlo perdido… era una joya de familia. » Candy sintió como si hubiera cerrado un capítulo en su vida. Siempre había querido encontrar al Príncipe para devolverle el broche de los Andrey y ahora que finalmente lo había hecho… se sentía muy feliz y muy triste a la vez. Una lágrima rodó por su mejilla, pero no supo identificar si era de alegría o de dolor. Mantuvo una sonrisa tímida, pero los labios le temblaban un poco. “Creo que voy a llorar” pensó alarmada. Albert también se dio cuenta y tomó el rostro de Candy entre sus manos. Le secó las lágrimas con sus dedos. La chica se estremeció con ese contacto y sintió que se sonrojaba. « Pero, Candy, ¿por qué lloras? Por favor no llores… -Mi Príncipe… » balbuceó Candy. Y con estas palabras lo abrazó otra vez. Repitió otra vez “Mi Príncipe…” mientras él acariciaba sus cabellos. Albert olía muy rico y entre sus brazos, Candy se sentía tranquila… protegida… feliz. « Mi princesa… » Candy abrió los ojos, un poco asustada. ¿Princesa? Dio un paso hacia atrás, sin soltar a Albert, y lo miró sorprendida: « ¿Princesa? No entiendo… ¿qué estás diciendo? » Albert se sonrojó. Oh, ligeramente. Pero se sonrojó y ella se dio cuenta. Candy no pudo evitar sentir una gran curiosidad de averiguar la razón. Él se río nerviosamente y comenzó a contar: « Está bien, pero no te rías de mí ¿está bien, Candy? -ella asintió interesada.- Yo era un niño muy solitario, porque no me permitían amigos. Tenía muy poco contacto con niños de mi edad. Ese día que me escapé y que te vi… no sé cómo explicarlo… sé que eras muy pequeña en esa época, pero al verte tan linda… pensé que cuando fueras grande serías hermosa… Y que yo querría tener una novia como tú. Fue la primera vez que me puse a pensar en que algún día yo iba a tener una. Decidí que serías una princesa, como en los cuentos de hadas… MI princesa. -Albert trató de reírse- ¡Pero no era más que un niño! ¡Sólo tenía trece años! » Albert miró a Candy con penita, pero ella no se reía. La chica explicó con una sonrisa angelical: « Es lo más lindo que me han dicho. ¿Yo, una princesa? Oh, Albert… » Candy volvió a acurrucarse en los brazos del hombre. Él cerró los ojos y pensó: Candy… no te dije que ahora pienso que eres hermosa y que quisiera que fueras mi novia… Calla, tonto, todavía es muy pronto para pensar en eso… Te quiero tanto… « Te he extrañado mucho todos estos años… -dijo Candy refiriéndose al Príncipe. ¿Por qué no volviste otro día a verme? » La chica lo miró con cara de reproche. Él suspiró: « Esa semana, decidieron que yo estaba dando muchos problemas permaneciendo en América… Mi escapada fue como un timbre de alarma. Me enviaron a estudiar al Colegio San Pablo. -¡Oh! ¡Pobre de ti! -¡Candy! ¡Ese colegio no es tan malo…! Pero sí debo admitir que fui muy desdichado ahí… Imagínate, yo siempre había estado acostumbrado a mi libertad relativa y a mi soledad y de pronto estaba en una escuela con un mundo de compañeros y reglas estrictas. Pero a pesar de mis constantes ruegos, permanecí ahí hasta graduarme. ¡Ja! ¡Apenas salí tomé la existencia esa del vagabundo que conociste! -Tu historia se parece mucho a la mía… » observó Candy. Por primera vez en mucho tiempo, Candy miraba a Albert de forma distinta. Lo entendía mejor y lo veía desde una perspectiva más humana. El haber compartido tantos secretos ese día los unía mucho más de lo que estaban antes, y eso que ella creía no poder ser más unida a Albert. Le sonrió, franca y abiertamente como sólo ella lo sabía hacer. Casi involuntariamente, le acarició su melena dorada. Pero interrumpió el gesto, asustada de lo que podría significar. Albert la miró profundamente a los ojos. Cuando ella había empezado su caricia, él había creído que iba a explotar de felicidad. Pero cuando ella quitó su mano temerosamente, él se la agarró. Candy volvió a estremecerse al sentir la mano de Albert contra su piel. “¿Qué es esto?” -se asombró la chica. “Sólo me he sentido así con…” No terminó su pensamiento, porque Albert le besó la mano. Ella no pudo atinar a hacer más nada que mirarlo con la boca abierta, mientras una gama de sentimientos nuevos comenzaban a agitarse en su corazón. Albert le besaba los dedos uno por uno, con mucha ternura, sin dejar de mirar a los ojos, donde ella pudo leer sin dificultad alguna el inmenso amor que éste hombre sentía por ella. Al llegar al dedo meñique, Albert dejó la mano de Candy contra su cara y la movió suavemente para rozara sus mejillas. Le soltó lentamente la mano. Entonces ella continuó su caricia con más confianza, explorando el rostro de Albert con sus manos. La frente… los ojos… la nariz perfilada… los labios. Candy puso los dedos sobre los labios de Albert. Se quedó un momento acariciándolos con la yema de sus dedos, perdida en sus pensamientos. El contacto de las manos de Candy parecía quemar a Albert y enviaba una corriente de impulsos eléctricos a través de su cuerpo. Si me atreviera… pensó. Oh, Candy, ¿tienes alguna idea de lo que me haces sentir al estar así conmigo? Pero no se movió, dejando que acariciara su cara hasta que Candy se sonrojo y dijo, con la voz un poco débil, pues se le había formado un nudo muy extraño en la garganta: « Albert… -murmuró- Tú has sido todo para mí desde el principio… tú lo sabes, ¿verdad? » Él asintió lentamente y la tomó por la cintura acercándola brevemente a él para murmurarle al oído: « Candy… tú también. » Candy sintió ganas de llorar otra vez, pero sonrió y tomó a Albert de la mano. « Regresemos a la fiesta… ¡Deben estar extrañándonos! » Albert sonrió también, pero la atrajo otra vez hacia él y le dio un beso en los cabellos. Una sonrisa pícara apareció en el rostro de Candy. Se alzó en la punta de los pies y besó rápidamente su mejilla. Un beso furtivo, tierno, y lleno de esperanzas. Entonces, bajaron la colina de Pony cogidos de las manos. Lo que fuera que les depara el futuro, estos dos estarían juntos, ya que ahora tenían la certeza de que sus vidas estaban cruzadas para siempre…
Posted on: Tue, 25 Jun 2013 23:29:55 +0000

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