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AMIGAS Y AMIGOS DE REDES SOCIALES, LEAN CON CALMA ESTA NOTA ACERCA DE NESTORA SALGADO, "LA COMUNITARIA", DE UN PERIODISTA DE GUERRERO: David Espino/ Nestora Salgado García entra a su casa, que es la comandancia general de la Policía Comunitaria de Olinalá. – ¡Está cabrón! –suelta al cruzar el quicio de la puerta. Camina por un pasillo de paredes adornadas con fotografías de caballos y gallos de pelea; camina sobre la alfombra de la sala con cuadros de paisajes y retratos familiares y llega al comedor donde más tarde servirán pollo en estofado para los policías. Se levanta la blusa hasta el obligo y se desfaja una pistola escuadra que trae en la cintura. Su piel blanca asoma por un momento. Un día antes, el miércoles 14, Nestora, coordinadora de la Policía Comunitaria en Olinalá, y sus comandantes detuvieron al síndico Armando Patrón Jiménez en Huamuxtitlán mientras coadyuvaba en el caso del asesinato del ganadero Nemesio Guevara Barrera y su hijo Carmelo Guevara Rodríguez, acribillados el martes al mediodía en las inmediaciones de Cualac. Otro de sus hijos, Eduardo, logró escapar. Regresó al pueblo un día después. Nemesio y sus hijos viajaban en una camioneta de redilas donde transportaban una vaca cuya propiedad no se le pudo acreditar. Eran al rededor de las 3:00 de la tarde. Cruzaron por el entronque Tres caminos y tomaron el rumbo a Cualac. Metros adelante, escondidos entre los matorrales que están a la orilla del camino, varios hombres armados los esperaban. Vieron que el vehículo se acercaba y dispararon cuando lo tuvieron a su alcance. Nemesio y Carmelo intentaron salvarse, pero las balas se lo impidieron. Sus cuerpos quedaron tirados en el asfalto. Eduardo tuvo mejor suerte. Se tiró al monte y huyó hacia los cerros colindantes. Cuando se conoció la noticia en el pueblo, la Policía Comunitaria se puso en alerta. Familiares de Nemesio acudieron a ver a Nestora para pedirle que les ayudaran a buscar a Eduardo. Le dijeron que los dos cuerpos quedaron tirados y que ninguna autoridad de Olinalá había ido por ellos. Fue la Policía Ciudadana y Popular de Cualac la que resguardó los cadáveres durante horas, hasta que llegó el Ministerio Público de Huamuxtitlán para levantarlos. La policía comunitaria formó grupos y fueron en su búsqueda. Sin resultados peinaron cerros desde las 5:00 de la mañana del miércoles. Pasado el mediodía terminaron en Huamuxtitlán, enterados de que los cuerpos, la camioneta y la vaca se las había llevado el Ministerio Público de ese municipio. No encontraron a los difuntos porque ya habían sido trasladados a Chilpancingo para practicarles la necropsia, un trámite que la familia quería ahorrarse y por eso apremiaron a la comunitaria a reclamarlos. Sí al síndico Armando. En cuanto lo vio, Nestora lo enfrentó. –¡Qué haces aquí! –Tú no eres nadie y no tengo por qué darte explicaciones –le respondió Armando. –¿Nunca fuiste a recoger lo cadáveres allá y ahora vienes por una camioneta y una vaca? –reclamó Nestora, molesta. En su testimonio, Nestora narró que tan pronto Armando se supo descubierto, intentó esconderse atrás de la camioneta, mientras su chofer se cubría la cara con una playera. Uno de los comunitarios grababa con una cámara de video. El agente del Ministerio Público presenció todo. –La vaca estaba encabritada. Uno de los policías se acercó y le cortó una oreja con una navaja, para que se desangrara y no muriera –contó Nestora. Cuando el agente del Ministerio Público vio esto reprendió al comunitario. “Le dijo que por qué hacía eso con un animal que no era suyo, y que además era del síndico. Que él había ido a reclamarla como suya”. –Pero si la vaca es de mi papá –respondió el comunitario–. Mire aquí está el fierro con sus siglas. NESTORA SUBE POR las escaleras de la sala a un sitio al que nadie puede entrar sin previa autorización, así sea familiar o comandante. Las labores domésticas siguen su curso. Al lugar que ahora es el vestíbulo donde se hace antesala, llegan señoras preguntando por ella, igual que hombres de distintas edades, muchos son comandantes o segundos comandantes que la quieren poner al tanto de lo que pasa. Las empleadas domésticas están en la cocina haciendo sus labores, como si nada pasara. Una más llegó momentos después para lavar un envoltorio grande de ropa. Es la misma que a las 9:00 de la mañana nos sirvió el almuerzo en la casa de un hombre adinerado donde fuimos invitados una noche antes. En cuanto entró la empleada nos reconoció. –Ahora ya ando por acá –dijo con una sonrisa pintada en su cara morena. El miércoles que llegamos a Olinalá, la casa estaba sola, cerrada, o mejor dicho, casi sellada, igual que las de al lado. El clima del mediodía era caluroso y en la tienda de enfrente las cervezas se veían refrescantes. El tendero, un hombre bajito, sesentón de barba saltada y canosa, nunca mencionó nada sobre la comunitaria. Al siguiente día, cuando el conflicto estuvo más caliente, su adhesión y apoyo nos quedó claro, y era claro también por qué no dijo nada. El temor a ser reprendido por el gobierno municipal rodea a todo aquel que simpatiza con Nestora. Una vicky fue suficiente para mitigar el calor. Olinalá es considerado pueblo mágico; en cierta forma lo es. Su iglesia con pinturas del infierno en sus paredes, sus calles y callejas adornadas con casas de techos de teja. Su cancha de basquetbol y su mercado en pleno zócalo; las tiendas de cajitas con dibujos de flores y pájaros de colores; la gente callada, el olor a hierba de todas las mañanas… y el pipián. Una montaña de piedra resguarda a la distancia. Los militares que rodean el pueblo y los marinos que dan rondines a distintas horas parecen fuera de lugar. Pertenecen a otro orden. Ese día supimos que Olinalá tiene ocho barrios, 20 mil pobladores y que tienen un hostal que se llama El Terremoto. Pero no supimos que ese día habían detenido al síndico, porque doña Maricela Jiménez, el médico del pueblo que es consejera de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC) en Olinalá, no nos lo dijo, a pesar que ya estaba enterada. Nos contó otras cosas, por ejemplo, cómo es que Nestora Salgado se ganó el respeto de muchos y el coraje de otros tantos. Contó que el 27 de octubre de 2012, cuando emergieron como autodefensa la vez que apareció el cuerpo de un chico del pueblo torturado y asesinado a balazos, levantado dos días antes, Nestora le quitó una patrulla a un policía, su arma y su chaleco antibalas y ella misma fue en busca de los sicarios que todo el pueblo sabía quiénes eran y dónde se refugiaban. Entró a la casa y halló cuernos de chivo, chalecos tácticos y credenciales; luego llegó el síndico Armando Patrón Jiménez con la municipal y confiscó todo. Los sicarios huyeron para no regresar, y los 11 días siguientes la autodefensa montó retenes en las entradas y salidas del poblado. Doña Maricela nos lo contó todo en su casa, porque ese miércoles 14 que detuvieron a Armando, la comandancia, que es la casa de Nestora, nunca se abrió. Por la tarde empezaron a concentrarse los policías comunitarios que venían de buscar a Eduardo, empezó a llegar mucha gente, y hombres en camionetas pasaban preguntando por la coordinadora. En la nochecita apareció doña Maricela para decir que Nestora no llegaría. Entonces nos invitó a su casa. Una llamada telefónica con la que dio una consulta terminó la plática. –ESTO SE VA a poner bueno. ¡Ya va a empezar el baile! –dice Nestora al bajar del privado seguida por un comandante que la puso al corriente de las reacciones por la detención del síndico. Son las 12:00 del día. Afuera mucha gente está concentrada en espera de que ella les platique cómo fueron la cosas. Nestora toma mucho en cuenta a la gente. Les da pormenores de lo ocurrido, los escucha cuando participan y les pide consejos de qué hacer. Les informa que a las 2:00 de la mañana del miércoles, familiares de Nemesio fueron a tocarle la puerta para pedirle ayuda para buscar a Eduardo. –Yo les dije que sí, pero que a esa hora iba a ser imposible ver algo, así que convoqué a la gente y salimos a las 5:00 de la mañana. Cuando empiezan a oír lo que pasó, cómo llegaron a Huamuxtitlán y cómo es que terminaron deteniendo al síndico la gente contesta con reproches contra la comuna. –¡La autoridad no responde! –grita uno de los asistentes. –A ver, la vez que mataron a la señora Elena, estuvo mucho rato tirada. ¿Qué necesidad de que ya muertos seamos espectáculo del pueblo? La levantaron hasta que vino el Ministerio Público de Tlapa –recuerda un hombre de unos 70 años. Nestora calla durante las interrupciones, luego sigue contando. –Cuando Armando dijo que no éramos nadie, yo le dije: “esto no es asunto de Nestora, sino un asunto del pueblo”. –Y si los muertos no los levantan, ¿qué, vamos a esperar a que se los coman los perros? –cuestiona otro de los vecinos que está en la concentración. Uno de los comandantes le habla al oído. Ella pide un momento. Se excusa porque tienen que elaborar el informe sobre lo sucedido. Pasa una hora. A las 2:00 un helicóptero del gobierno del estado sobrevuela el pueblo. Vuela en círculo por dos o tres ocasiones hasta que desaparece. Intuimos que aterrizó. Nestora ya sabía que en él venían el subsecretario de Asuntos Políticos, Misael Medrano Baza, y el director de Gobernación, Moisés Alcaraz Jiménez. Al poco rato los funcionarios estaban saludando en la puerta de la comandancia. Doña Maricela los conduce a la azotea por unas escaleras de metal exteriores. El lugar está techado y también se puede llegar por unas escaleras del interior de la casa cuya puerta está cancelada. En uno de los descansos hay un altar a San Francisco de Asís, patrono del pueblo, y una Biblia abierta en una página indeterminada. Es el mismo lugar en el que Nestora se reunió por la mañana con sus comandantes, pero en el que no nos dejaron entrar. Ahora no sabemos si nos van a dejar estar en esta otra reunión. Uno de los reporteros, Sergio Ferrer, corresponsal de La Jornada Guerrero, se anima a preguntarle y ella le dice, sonriente como es: “Claro. Tú vas a tomar las fotos, ¿no?”. Y fuimos tras de ella. Antes de subir le pidió a una de sus empleadas que hiciera comida, mucha, dijo, para darles de comer a todos. –¿Qué hago? –preguntó la mujer que estaba terminando de lavar la ropa. –Lo que sea. Pollo, o algo… –respondió Nestora y sacó de una bolsa de mano que siempre carga con ella un billete de 200 y se lo dio para que hiciera las compras que faltaran. Es el pollo en estofado que horas después los comunitarios comieron. MISAEL OYE CON atención los reclamos de Nestora. No atina a decir nada. Se le nota incómodo al igual que a Moisés que momentos antes oyó también reproches en su contra porque el martes 13 el gobernador no los recibió en Casa Guerrero como les había asegurado luego de entregar a unos municipales que detuvieron en el poblado por faltas administrativas. –Hemos preparado un informe, para que conozcan qué pasó y por qué detuvimos al síndico –les dijo. Luego pide a Misael que lo lea. El funcionario la hace en voz alta: la petición de la familia para buscar a Eduardo, la llegada a Huamuxtitlán, el hallazgo de la vaca en poder del síndico. La resistencia y el menosprecio de éste a la comunitaria. Y la detención. Un punto más: Armando Patrón Jiménez sería llevado a la Casa de Justicia de El Paraíso para ser reeducado y juzgado de acuerdo con los usos y costumbres que rigen a la CRAC. Cuando termina de leer, Nestora continúa: “El gobernador vino, pero vino a reírse de nosotros. Bonachón y todo, pero sólo vino a ofrecer cosas que no cumplió. Y al alcalde… a él le pedimos coordinación con su policía y ni siquiera eso. Al contrario, lo que está buscando es que se dé un enfrentamiento. Me da coraje, porque nosotros queremos resguardar a la gente, coadyuvar con la seguridad. Los policía que ustedes ven aquí, son nombrados por las asambleas de los barrios”. –Levanten una denuncia penal ante el Ministerio Público. Nosotros los acompañamos. Hagan una denuncia de hechos, reencausemos el asunto –interviene Misael. –¿Y que salga libre con una fianza? –ríe Nestora, con sorna. Misael insiste en el diálogo, no mencionan aún a qué fueron: a pedirles que liberaran al síndico. Insiste, en cambio, en iniciar un procedimiento contra el funcionario. –Tal vez nosotros hemos descuidado un poco la situación –concede–. Hay cosas inéditas, Nestora. Ustedes están haciendo camino y nosotros también. –Si liberan a delincuentes peligrosos, con mayor razón a un síndico. Esto va a ser largo. No lo vamos a soltar hasta que lo destituyan o nosotros lo destituimos –persiste Nestora. En la mesa de diálogo, además de Nestora, doña Maricela y los funcionarios, están dos consejeros, Carlos Romano, un ex militar de unos 60 años, y otro hombre que no dijo su nombre. –La gente del alcalde también está enardecida –interviene ahora Moisés–. Con ellos hemos recibido una actitud hostil. En el caso de la detención de los policías municipales, por ejemplo, así fue. Antes, Moisés contestó a los reclamos de Nestora, aunque ésta no le prestó mayor atención. Don Carlos es más directo: “Lo que tienen que decirle a Eusebio (González Rodríguez, el alcalde) es que le baje de huevos. Que detenga a los mariguaneros, a los envenedadores: La Panocha y ese grupo de 60 hombres que está bien identificado. Aquí vino el senador Sofío Ramírez Hernández a decirnos que dejáramos las armas. Le dije: ‘senador, ajá, nos van a desarmar y nos van a poner de nalguitas con el crimen organizado. ¿Y cuando venga el coyote qué, le vamos a tirar con la tele o con la olla express? Y luego, la gente del ayuntamiento dice que no quiere trabajar con nosotros porque somos unos inditos”. –Si vamos a morir, vamos a morir –sentencia Nestora–. Va llegar el día en que si el alcalde no hace lo que le corresponde. Vamos a ir por él. La plática se prolongó durante dos horas. Moisés dijo que también han recibido reclamos por parte del alcalde: “¿Cómo es posible que ustedes como gobierno permitan que civiles anden armados? ¿Qué quieren, que nosotros vayamos por ellos?”. Durante la mesa unos seis comunitarios vigilan el lugar. Unos comandantes se acercan para informarle algo a Nestora. Ella interrumpe para alertar que en ese momento el ayuntamiento estaba invitando a que la gente que está contra la comunitaria se concentre en el palacio municipal. Hay confusión en los presentes. El ambiente se tensa. Otros informes indican que la comuna mandó traer pobladores armados de las comunidades para desarmar a la comunitaria. –¡Convoquen a la gente de La Cañada para que estén alerta! –ordena Nestora a uno de los comandantes. –No, Nestora, no se precipiten –pide Misael, preocupado. –¡Que se vengan. Si quieren balazos, balazos van a tener! ­–reta Nestora. Otro hombre dice que el alcalde es el que está armando a la gente y que junto con la Marina y el Ejército van a ir por ella. Los funcionarios no disimulan su preocupación. –Ay, si es así el primero que se va ir es el alcalde –suelta Misael cuando otra señora se acerca a la reunión para informar que, en efecto, se está azuzando a la gente. Y sí, hasta donde se lleva a cabo la reunión, se alcanza a oír algo del perifoneo. “Se convoca a la población (…) se concentren en este momento en el ayuntamiento. !Ya basta de tanto abuso! Atentamente: Comité de Orden y Vigilancia por un Olinalá seguro”, dice una voz que pretende oírse neutra. El Comité de Orden y Vigilancia es una agrupación hecha a modo después de que se conformó el Consejo Ciudadano Olinalteco que luego se adhirió a la CRAC. Está integrada por gente afín al alcalde y quien la coordina es Juan Rendón Mancilla, un hombre rechoncho y sesentón que primero estuvo en las filas de la comunitaria, pero que la dejó luego de una oferta monetaria del alcalde. Misael pide un momento para marcarle al alcalde. –Alcalde, alcalde… soy Misael Medrano Baza, estoy platicando con Nestora y su gente, pero oiga, estamos oyendo un voceo en el que se está convocando a la gente. El alcalde le responde algo. –Por eso alcalde –replica Misael–, el primero que debe garantizar la seguridad del municipio es usted, alcalde. El primer obligado a mantener la calma es usted, alcalde… Sí, también vamos a ir para allá –dice tras escuchar otra vez a su interlocutor. Una vez reanudada la reunión, Nestora dice a los funcionarios: –Una muchacha que detuvimos y que ahora está en la casa de justicia de El Paraíso (Ayutla de los Libres), nos confesó que vivió con un narco y que éste le dio cuatro millones de pesos a Eusebio para su campaña. Yo he sido víctima de esa gente. ¡Esto no puede seguir pasando! Y el Ejército en vez de actuar la hace de escolta del alcalde. Lo lleva y lo trae, lo transporta incluso a los gallos. Los funcionarios piden un par de horas para ir a platicar con la otra parte. Piden que mientras tanto no hagan nada. Cuando se retiran, don Carlos, el ex militar, dice a los comunitarios presentes: –Si yo caigo primero, el objetivo es el presidente, muchachos. Nestora baja para dar la información a los vecinos y a los comunitarios que esperan concentrados afuera de la su casa. Les informa los pormenores y que le van a dar tiempo para que los de Gobernación vayan con ellos. Alguien le dice que los llamados a ir por ella siguen. –El que se va a salir es el alcalde –dice Nestora. –Sí, le hacemos un lugarcito en Ayutla –dice un comunitario, en referencia a la casa de justicia de El Paraíso, donde llevan a todos los presos. LOS COMUNITARIOS VELAN armas. Han pasado dos horas desde que los funcionarios se fueron al palacio municipal. Se sabe que la gente se sigue concentrando en el ayuntamiento. Se c0nprueba que también están llegando pobladores de las comunidades. Una coordinadora de la Policía Ciudadana y Popular de Temalacatzingo nos confirmó después que en efecto, Antorcha Campesina estuvo moviendo gente armada de esa comunidad para ir a desarmar a la comunitaria a petición del alcalde Eusebio. Los comandantes comunitarios ordenan cerrar la calle de la comandancia y apostarse en lugares estratégicos para repeler un eventual ataque. A las 6:o0 Nestora desaparece por unas horas. Tienen informes que los funcionarios fueron retenidos y las versiones de que la Marina va a ir a detenerla son cada vez más fuertes. Las posiciones se mantuvieron hasta entrada la noche. A su regreso Nestora se reunió con los comandantes. Uno de ellos llamó a los comunitarios y les pidió replegarse, estar alerta y no moverse solos. “No vaya a ser que quieran sorprenderlos”. A las 9:43 de la noche tomaron café con pan y desocuparon la calle. En el ayuntamiento el trato fue diferente. A los reporteros se nos impidió entrar, aunque hasta la parte baja del palacio municipal se escuchaban gritos contra los funcionarios reunidos en la sala de espera de la presidencia. El primer cuadro del pueblo estaba cercado por Marinos y en la misa de 7:00 de la iglesia de enfrente, el cura rezaba por la paz y la tranquilidad de Olinalá. El olor a copal llegaba hasta el atrio y los chicos del pueblo jugaban basquetbol en la cancha del zócalo. La vida continuaba. En una conferencia de prensa ofrecida al día siguiente, Misael, con un cepillo de dientes en la bolsa de la camisa ajada, y Moisés, con la barba crecida y mal peinado, dejaron entrever que sí fueron retenidos por los pobladores y por miembros del Comité de Orden y Vigilancia. Moisés dijo que la gente los amenazó con encerrarlos en barandillas. La conferencia de prensa en la que estuvimos unos seis reporteros, la mayoría de la región, fue en el mismo lugar en el que fueron increpados y en el lugar donde parece que mal durmieron. Entramos por la parte trasera del ayuntamiento. Un policía anotó cada uno de los nombres de los reporteros y pidió credenciales de los medios. Los que no llevamos estuvimos a punto de quedarnos fuera. Los reporteros locales tuvieron que intervenir diciendo que sí nos conocían. Cuando estuvimos en el pasillo de la planta alta, el jefe policiaco me impidió recorrerlo. Hubo reclamos, hasta que salió el alcalde para reconvenir a su colaborador y decir que nada están ocultando. En la sesión de preguntas, Eusebio González Rodríguez se dijo agraviado como institución. Dijo que la detención del síndico fue ilegal y fuera de toda orden. Dijo que la comunitaria sólo buscó una excusa para detenerlo y que él habló con el agente del Ministerio Público de Huamuxtitlán para preguntarle en qué delito había incurrido el síndico y que éste le dijo que en ninguno. Dijo que Armando acudió al municipio, a unas tres horas y media de distancia, por instrucciones de él, porque así se lo pidió la familia de los difuntos. Dijo, en fin, que él está por el desarme y la disolución de la comunitaria porque lo único que le está causando son problemas. Le dio mucha voz al coordinador del Comité de Orden y Vigilancia que incluso respondió hosco las preguntas de Sergio y las mías. Un reportero más preguntó a los funcionarios si estaban retenidos. Ellos se esforzaron por dibujar una sonrisa en su cara. El tiempo que duró la conferencia duró la misa de cuerpo presente de Nemesio y su hijo Carmelo, tres días después de que habían sido asesinados. El cortejo salió con música de viento. Cruzó el marcadito central, la calle principal y pasó a lado del palacio municipal donde el alcalde discutía cómo desarmar a la policía comunitaria.
Posted on: Wed, 28 Aug 2013 03:01:15 +0000

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