AMORES DE LUZ: "APEGO". “Todas las relaciones físicas son - TopicsExpress



          

AMORES DE LUZ: "APEGO". “Todas las relaciones físicas son temporales. En un río que fluye es muy común ver ramas de árboles que se juntan y vuelven a separarse después de haber recorrido unidas una cierta distancia. La confluencia y reunión de estas ramas viene a ser como la unión de dos personas como marido y mujer. Se unen, caminan y viven juntas y se separan después de haber luchado en esta corriente de la vida. En este contexto, Sankara intenta que desechen la ilusión del apego, del vínculo. El próximo interrogante se refiere a quién es su hijo. Este hijo que tengan habrá venido como tal, como resultado de lo que ustedes o él hayan hecho, ya sea durante su nacimiento anterior o el suyo. Ha venido en esta vida como su hijo, sólo para redimir alguna deuda entre ambos. Esta situación ha sido descripta en el Bhagavata en un tono más liviano, al señalar que vuestro hijo ha llegado hasta ustedes debido a causas materiales y no por alguna conexión con el Alma.” “Aquí viene una pequeña historia al respecto. Un buen día, el príncipe de un reino andaba por la selva, se sentía cansado y sediento y buscando agua para beber llegó hasta un ashram. Los habitantes del ashram se sintieron atraídos por la aparición del príncipe, lo invitaron a entrar, le dieron fruta para comer, agua para beber y le pidieron que se quedara para descansar. El príncipe agradeció todo, pero indicó que no deseaba descansar, sino ver a los ancianos del ashram. Entonces lo llevaron directamente hacia el anciano que era la cabeza del mismo, el que era un verdadero santo. Este le preguntó al joven quién era. El le replicó que venía del reino de Jitendriya y que era el príncipe Jitendriya. Le preguntó entonces cuál era el nombre de su padre y el joven contestó que era el rey Jitendriya. Luego le preguntó cómo eran los habitantes del reino y el príncipe contestó que eran los jitendriyas y que vivían gozando permanentemente de dicha y felicidad. El jefe del ashram que era un renunciante, mostró cierta duda, ya que la palabra jitendriya significa "a quien ha conquistado todos los deseos". Cómo podía ser, preguntó el hombre santo, que el rey, el príncipe y todos los habitantes del reino pudieran ser jitendriyas. Se preguntaba si era posible que un gobernante y alguien que controla un estado y a su gente pudiesen ser jitendriyas. Quiso verificarlo personalmente. Obtuvo los detalles del camino que habría de seguir para llegar al reino y decidió el viaje, pidiéndole al príncipe que se quedara en el ashram. A continuación le pidió al príncipe que le prestara sus ropajes reales y que, entretanto, vistiera la túnica ocre que simbolizaba al renunciante. El príncipe no se mostró extrañado y accedió de buena gana a lo que le sugería el anciano, trocando sus vestimentas con él. El hombre santo se alejó un poco y procedió a manchar las vestimentas del príncipe con algo de sangre, para luego seguir su viaje rumbo al reino de Jitendra. Llegó hasta las puertas de la ciudad y le dijo a los guardias que le avisaran al rey que había llegado un hombre santo que necesitaba darle una triste noticia respecto del príncipe. Fue llevado ante el primer ministro y, entonces, le relató que el príncipe había sido muerto por un tigre, mostrándole los ropajes ensangrentados como prueba. El ministro permaneció imperturbable ante la noticia, luego sonrió y dijo que le parecía ridículo ver a un renunciante preocupado por la muerte de un príncipe. No obstante y puesto que el renunciante quería que se le diera la noticia al rey, se le permitiría hacerlo. Tan pronto fue llevado ante el monarca, el renunciante le pasó las ropas ensangrentadas y se puso a llorar. El rey lo miró y se puso a reír. El rey habló entonces y le dijo que, al atardecer, son muchos los pájaros que se posan en las ramas de un árbol y, de madrugada, todos echan a volar, siguiendo cada uno su rumbo. Ningún pájaro le puede decir a otro qué rumbo habrá de tomar. No hay dos pájaros que se conecten entre sí. Dijo luego, que de igual manera, su familia constaba de su mujer, sus hijos e hijas, sus nietos, etc., todos los cuales eran como otros tantos pájaros posados sobre las ramas de un árbol y que todos emprenderían el vuelo en diferentes direcciones. Uno de esos pájaros, el príncipe, había echado a volar y, probablemente al día siguiente, otro también emprendería el vuelo pero que parecía risible el que un renunciante se doliera por estas situaciones. El renunciante pensó para sí mismo que era posible que el rey no sintiera afecto por este hijo en particular y, por lo tanto, no sintiera apego por él. De modo que imaginó que era mejor ver a la madre, ya que aquella que había dado a luz al príncipe, seguramente sufriría con lo sucedido y derramaría lágrimas de dolor ante la noticia. Los guardias lo llevaron ante la reina a la que le contó que el príncipe había sido muerto por un tigre y le entregó las ropas manchadas con sangre. La reina señaló que no había razón alguna para sentir pesar y comparó la situación con la de un albergue al que llegan muchos hombres a pasar la noche, yéndose cada uno por distintos caminos al día siguiente. Preguntó qué conexión podría haber entre toda esa gente que llega a un albergue desde distintos lugares y comparó luego al mundo con un albergue al que llegan muchísimos seres. Hoy era el príncipe el que había dejado el albergue y mañana serían otros los que también se irían. Nadie se quedará permanentemente en él. Las relaciones entre nosotros son como éstas y no hay motivo para sentir pesar. Luego le preguntó al renunciante por qué había de sentirse apesadumbrado con una situación como ésta. Sumido en la ilusión, el renunciante imaginó en su fuero interno que tal vez ésta no era sino una madrastra que no sentía afecto por el príncipe, de modo que pidió ver a la mujer de éste para darle la triste noticia. Pensó que ella sí debería sentir dolor ante la situación. Una vez frente a ella, le relató la historia, le pasó las ropas del príncipe y señalando que tendría que vivir una vida como viuda, se puso a llorar lastimeramente. La mujer del príncipe se echó a reír y le dijo que este mundo podía compararse con una selva en la que hay innumerables árboles. Los árboles se secan y las ramas se desgajan y caen a un río. De manera similar, también sucede lo mismo en otras selvas y las ramas que flotan en las corrientes provenientes de distintos bosques, llegan a juntarse en algún momento. Indicó que marido y mujer eran como tales ramas, viniendo de diferentes familias o diferentes bosques, y uniéndose temporalmente en un río. El río es el flujo de la vida. Pese a que las ramas son diferentes, el río en el que llegan a juntarse es el mismo y, para estas ramas que representan al marido y a la mujer y que han caído en el río de la vida, también el océano de la dicha es común, de modo que no hay que lamentarse por lo que suceda. Con esto, al renunciante ya no le quedó duda de que los habitantes de este reino eran jitendriyas, de modo que retornó al monasterio. Aún le quedaba el deseo de poner a prueba al príncipe, de modo que le relató que había visto a su reino arrasado por los enemigos, los que habían tomado prisioneros al rey, a la reina y a sus demás familiares y que, además, les estaban causando innumerables sufrimientos a los habitantes del reino. Le indicó al príncipe que había de retornar de inmediato a su reino y no seguir en el ashram. El príncipe se rió y le preguntó qué significaba un reino y qué cosa eran los reyes. A su entender no había relación entre ellos. Para él, Dios era el magno rey, la devoción, el reino, y los devotos representaban a los príncipes. En cambio, la relación entre un príncipe y su padre no era sino un vínculo carnal, siendo que el único reino real era el del Alma.” SATHYA SAI BABA (Extraído del Libro “Lluvias de Verano II “)
Posted on: Thu, 27 Jun 2013 02:40:10 +0000

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