ANGELITO NUESTRO QUE ESTAS EN EL CIELO… 2ª parte. . LOS - TopicsExpress



          

ANGELITO NUESTRO QUE ESTAS EN EL CIELO… 2ª parte. . LOS TÍTULOS VOLVIERON CON ÉL Inexplicablemente o no, River Plate ya no ganaría títulos en esos años siguientes, y como si fuera un juego numérico, desde 1957, última vez que se consagró, hasta 1975, volvería a dar la vuelta olímpica, ya con Ángel Labruna como entrenador. Pero en esos 17 años fatídicos muchas cosas pasarían. Si bien River volvió a llamarlo para hacer de espía de Néstor Rossi, que era el entrenador, Ángel prefería ir los domingos al Hipódromo y pasar los reportes después de leer los diarios del lunes. Intentó con negocios que no prosperaron: una pizzería, una gomería, una concesionaria y un hotel en Mar del Plata. Soñaba con dirigir a River, y se le dio en 1963 reemplazando a José María Minella en nueve encuentros, pero no tuvo suerte y el equipo quedó segundo. Tampoco la tendrían sus sucesores que sólo acumularían subcampeonatos, por un punto, por un gol, por un desempate perdido, errores arbitrales y un sinfín de infortunios que generaron las burlas en todo el país. En 1966, Labruna atendía el restaurante de Defensores de Belgrano y se encargó de un equipo que estaba último, para llevarlo al quinto lugar. Un año más tarde fueron campeones de Primera B, y en simultáneo metió a Platense en las semifinales del Metropolitano, en un hecho inédito al conducir a dos clubes a la vez y con éxito. En otro retorno a Núñez tampoco pudo ganar títulos de 1968 a 1970. La pérdida de su hijo mayor Daniel Ángel fue un dolor que nunca superó. Lo vio partir el 25 de octubre de 1969 por una leucemia, y desde ese momento se erigió en el guía que le indicaba qué hacer en los momentos decisivos cuando debía tomar decisiones. A Rosario Central le dio el primer título de su historia en el Nacional 1971. También pasó por Lanús, Argentinos Juniors, Racing Club y Talleres de Córdoba. En el cuadro albiceleste conoció al arquero Ubaldo Fillol, convenciéndolo para que pasara a River. Y con los cordobeses todo iba muy bien pero el amor por la Banda Roja era mucho más fuerte, y aunque prefirió ganar menos, se produjo su regreso, tomando el lugar de Enrique Omar Sívori. “Vengo a ser campeón”, fue su recordada frase al hacerse cargo del cuadro en una época llena de escepticismo al no darse ninguna alegría. Y trajo a veteranos como “Perico” Raimondo en un hecho que derivó críticas. Ya tenía ideado el equipo con el “Pato” Fillol en el arco, los defensores con el mundialista Roberto Pefumo, Hugo Pena, un emergente Daniel Passarella, Héctor “Gorrión” López, Pablo Comelles y Héctor Ártico (estos dos traídos de Córdoba); en el medio los “tres mosqueteros” con Reinaldo Merlo en la contención, Jota Jota López y Norberto Alonso en la creación; arriba por la derecha estaba el repatriado Pedro González que venía del fútbol peruano, los goles de Carlos Morete y el también retornado Oscar “Pinino” Más en la izquierda. Todo iba bien rumbo al título, pero un declive en los últimos partidos y una inoportuna huelga originada por Futbolistas Agremiados provocó que el primer equipo se negara a jugar. Entonces Ángel reclutó a los de la Cuarta División y con ellos afrontó el encuentro ante Argentinos Juniors en Vélez, por la 37ª fecha para ganar 1-0 con gol de Rubén Bruno. Fin de la racha fatídica y festejos de locura por toda Argentina, devolvieron a River la gloria y a Ángel Labruna la felicidad de ver a su querido equipo campeón. El festejo se repitió en el Nacional con Leopoldo Luque como centrodelantero, proveniente de Unión de Santa Fe. Es que Ángel tenía un don especial para elegir jugadores, motivarlos colocarlos en la cancha y extraerles un plus para potenciar su rendimiento. Y también se adjudicó el Metro 1977, con el puntero izquierdo Oscar Ortiz, fue bicampeón 1979, promoviendo al juvenil Ramón Díaz, y se impuso en el torneo de 1980, donde puso en la defensa al “Conejo” Tarantini. En casi todos los casos en forma anticipada y batiendo records. También serían récords esas seis coronas con el club, solo superadas en la era de los torneos cortos por Ramón Díaz. Muchos de sus jugadores lo consideraron un padre. Dijo el Beto Alonso: “Con Angelito teníamos una relación espectacular. Nunca podré olvidarme de él, cada noche, antes de dormirme, le digo que lo quiero”. Y a la vez muchos de ellos serían campeones del mundo con Argentina en 1978. Ese año su hijo Omar Raúl, muchas veces postergado para que no dijeran que jugaba por ser precisamente su hijo, hizo un golazo de tiro libre para vencer a Boca. Ese rival al que Angelito gastaba cada vez que entraba a la Bombonera, tapándose la nariz en síntoma del mal olor que reinaba en el barrio de la contra. Pero, a la vez que River era campeón, debía afrontar casi todos los años la Copa Liberatdores que siempre le resultaba esquiva. Y en 1981 la directiva de Rafael Aragón Cabrera decidió quitar del cargo a Labruna para colocar a Alfredo Di Stéfano como entrenador y dejar a “Angelito” de manager. Su corazón no soportó semejante manejo y volvió a Talleres de Córdoba en donde nuevamente siguió favoreciendo a River al lograr un empate a cero frente a Loma Negra que clasificó al Millonario en la ronda final de un Nacional que se adjudicaría. Y en el siguiente torneo con la “T” goleó 4-0 a Boca, con varios de los jugadores que había dirigido en River. En 1983 pasó a Argentinos Juniors, formando un conjunto que dos años más tarde ganaría la Copa Libertadores. Pero antes, el dirigente Hugo César Santilli tenía acordado su regreso a la dirección técnica de River, junto al de Alonso, si ganaba las elecciones. Así fue, Santilli ganó y el Beto volvería para triunfar. Pero la fatalidad no quiso que Angelito volviera. Una operación de vesícula derivó en varios días de internación en la Clínica Belgrano. Parecía que se recuperaba porque ya le habían dado el alta. El 19 de septiembre de 1983 cuando recibía la visita de Ubaldo Fillol se desvaneció en los brazos del Pato y murió en ese instante a los 64 años ante la presencia de su esposa. Eran las 18:15 horas y al momento de darse la noticia, todo un país se estremeció. Como si River hubiera sentido su pérdida, realizaría la campaña más baja de su historia hasta entonces al quedar penúltimo. La reconstrucción llevaría un tiempo. Y desde entonces, el vestuario local del Monumental lleva su nombre, en un pequeño homenaje al más grande jugador que tuvo la institución. Tuvieron que pasar muchos años para dimensionar la importancia de su figura, tanto en función de jugador como de director técnico. Los ciclos ganadores que continuaron su gestión, los jugadores que triunfaron dentro y fuera del club y las peñas que llevan su nombre son muestras de la pasión que demostró por River Plate, algo nunca igualado por todos los actores que ha tenido el fútbol argentino. Por Marcelo Assaf
Posted on: Thu, 19 Sep 2013 04:03:15 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015