ARMAS DE UNA MADRE........SEGUNDA PARRTE........... Sobre las - TopicsExpress



          

ARMAS DE UNA MADRE........SEGUNDA PARRTE........... Sobre las diez de la mañana, Hugo abrió los ojos, despertándose tras un satisfactorio sueño. Casi al instante, su madre entró en la sala. En las manos llevaba una bandeja con un bol de leche y cacao, y un plato con cuatro tostadas untadas en mantequilla y mermelada. Hugo se sorprendió. Era como si su madre supiese en qué momento justo se iba a despertar. –Buenos días –saludó ella–. ¿Cómo ha dormido mi chico? –Bien –respondió él, un tanto molesto por el sentimiento de culpa que le sobrevenía ante la amabilidad de su madre. Andrea se situó a su lado y le extendió el desayuno en cuanto Hugo se hubo incorporado. –No hacía falta –murmuró él, cogiendo la bandeja. –Claro que sí –repuso ella–. Estos quince días quiero que estéis como reyes. Así que, si quieres algo, no dudes en pedírmelo. Hugo se conformó con sonreírle cortésmente. Le pareció que nunca se iba a acostumbrar a la nueva actitud de su madre. Aunque no sabía por qué se sentía molesto. Debía reconocer que no tenía motivo alguno para quejarse. Miró un momento a su madre. Llevaba un vestido de verano diferente al del día anterior, de color violeta con flores azules estampadas, más corto, mostrando los muslos casi al completo, y la tela era tan fina que al mínimo contacto con la claridad, se transparentaba bastante, como ocurría en ese momento. Se podía apreciar la forma de la ropa interior. Hugo se dio cuenta de que su madre no llevaba sujetador, de que sus pechos esbeltos y voluptuosos eran casi visibles. Al momento apartó la mirada, ruborizado hasta las cejas, y comenzó a comer, nervioso. Estaba sorprendido. No recordaba que su madre fuese tan sugerente en su forma de vestir. Aunque claro, estaba en su casa, y ellos no eran desconocidos precisamente. –Bueno –dijo ella–, si me necesitas para algo, ya sabes. Llámame. Hugo asintió. Andrea se retiró, contoneando graciosamente las caderas, aunque su hijo no la miró marcharse. Si lo hubiese hecho, habría apreciado que su madre no llevaba bragas, sino un tanga que se perdía entre dos nalgas redondas, tersas, respingonas, que componían un trasero espléndido, realzado por una delgada cintura y unas sensuales caderas. En cuanto a belleza física, Andrea poco le tenía que envidiar a su hermana, Elena. Antes que Hugo, Andrea ya le había servido el desayuno a Mario, que se había despertado el primero, hacía veinte minutos. Andrea apareció con la bandeja del desayuno con la misma exactitud que con Hugo, como si los hubiese estado vigilando. A Mario tampoco se le pasó por alto la sensualidad manifiesta de su madre; lo cierto era que habría sido imposible, salvo que uno estuviese ciego. Por último, tan sólo unos minutos después que a Hugo, Andrea se presentó en el cuarto ocupado por Alejandro, situado casi frente a la sala de estar, entre su dormitorio y el de Mario. Alejandro se estaba desperezando, y su hermoso cabello rubio estaba revuelto de un modo que le daba un aspecto infantil y travieso que incitaba a achucharle, cosa que Andrea hizo, dejando unos instantes la bandeja sobre la mesita de noche. Lo apretó contra su pecho, y en oposición a las reacciones de sorpresa y rubor de sus hermanos, Alejandro no pareció turbado por tener la cara entre los generosos senos de su madre. Andrea le besó varias veces las mejillas, comentando lo guapo y adorable que era su pequeño, y luego le entregó su desayuno. Alejandro se lo agradeció con una dulce sonrisa que obligó a Andrea a estamparle otro beso en la mejilla. Luego, salió del cuarto, sintiendo en su pecho un amor maternal que desprendía una cálida felicidad. En cuanto se dio cuenta de ello, se sintió un tanto desconcertada, pero no tardó en obligarse a olvidarlo. Después de la comida, los tres hermanos se lanzaron, por fin, a jugar con las consolas que su madre había comprado. Mientras ellos jugaban, extasiados por estar probando títulos que ansiaban desde hacía tiempo, Andrea fregaba y limpiaba, contenta por cómo iba todo. Cuando los tres hermanos llevaban ya una hora jugando, Andrea tuvo que entrar en la sala para coger algo del aparador, y aunque pasó por delante de la pantalla, los tres chicos apenas interrumpieron las risas y exclamaciones motivadas por el juego que, era evidente, estaban disfrutando al máximo. Parecían trasladados a otro mundo. Bueno, al menos hasta que vieron cómo a su madre, que estaba con las piernas ligeramente flexionadas, e inclinada hacia delante todo lo que podía, con un pulverizador de limpiar muebles en una mano y la otra rebuscando lo que fuese que necesitase dentro del cajón más bajo, se le había subido el vestido de tal modo que la mitad de su culo en pompa quedaba al desnudo. Salvo por la música y los sonidos del juego, el silencio se hizo en la sala. Tres pares de ojos paralizados por el impacto de la sorpresa estaban clavados en aquellas redondas y voluptuosas nalgas, entre las cuales se divisaba la tela de un tanga verde. Aparentemente, Andrea no se enteraba de que ella (mejor dicho, una parte concreta de su cuerpo) era el centro de atención. Encontró por fin lo que buscaba –un trapo blanco– y se enderezó. Rápidamente, en perfecta sincronización, los tres hermanos volvieron la mirada hacia la pantalla y aporrearon botones monótonamente, excepto Alejandro, que era el único que no tenía un mando en las manos en esos momentos y tuvo que contentarse con rascarse una rodilla. Andrea les miró sin que se notase en su expresión nada diferente. –¿Os lo pasáis bien? –preguntó. Ellos murmuraron respuestas afirmativas; sus mejillas estaban coloradas. Andrea sonrió, contenta, y salió de la sala como si no hubiese ocurrido nada. Al parecer, su exhibición había sido un descuido. Aunque la sonrisa que lució cuando estuvo fuera del alcance de las miradas de sus hijos no parecía sugerir lo mismo. Los tres hermanos no comentaron el incidente en ningún momento, y pronto lo relegaron al fondo de su mente, esperando olvidarlo. Más tarde, Andrea se unió a las partidas, llevando consigo un plato con patatas fritas y un par de botellas de Coca-Cola. Sólo se le daban bien un par de juegos, pero eso no impidió que probase todos los que pusieron. Al principio, Hugo, Mario y Alejandro se sentían algo incómodos con su madre jugando allí con ellos, como si fuese una colega más. Pero el entusiasmo y, al mismo tiempo, la dulzura que ella demostraba les hizo coger cada vez más confianza, aunque todavía no se abriesen completamente. Jugaron hasta tarde y tan sólo cenaron un bocadillo, ya que se habían inflado a refrescos y patatas fritas.
Posted on: Sun, 07 Jul 2013 16:37:16 +0000

Trending Topics



style="margin-left:0px; min-height:30px;"> Pakistan has been consciously creating an environment not
LORD IN THE NAME OF JESUS I COME TO YOU HUMBLE AS I KNOW HOW
Thank you, Miho Reed for your English Translation. January 24,

Recently Viewed Topics




© 2015