Acá les copio entera mi columna del hoy domingo en El Sur. Sepan - TopicsExpress



          

Acá les copio entera mi columna del hoy domingo en El Sur. Sepan por qué todos los chilenos escriben mal una simple palabra: -------------------------------- JAIVAS & JAIBAS La jaiba es un crustáceo decápodo muy común en las costas chilenas en sus diversas variedades. Su carne blanca es exquisita, y para ello sólo se debe hervir el bicho unos minutos en agua. Puede comerse así, martillando las patas y las pinzas para extraer su contenido, y aprovecho de confesar que hace muy poco aprendí a buscar la carne del interior del caparazón, que es mucha. Servida en esa estructura abierta, con algo de lechuga por la orilla, se le llama carapacho, como lo he disfrutado tantas veces en el restaurante Santa Helena de Dichato. Pero también como chupe o pastel. O simplemente las tremendas pinzas de jaiba que me vende mi amiga Almudena de las Maleras y Sierra. Si uno recorre el litoral siempre ve esas rumas de jaibas enrojecidas en un tablero esperando al comprador, de verdad que se siente olor a mar, a exoesqueleto, a identidad nacional. El problema es la ortografía: hasta en el más empingorotado comedero junto a la playa – como uno que visité en la caleta de Quintay – se lee en el menú y afuera en la pizarra la oferta de “jaiva”, con v corta. Incluso en elaborados carteles de madera en la puerta, labrados con tesón por algún maestro de las gubias, cuando tuvieron tiempo para pensarlo o para consultar el diccionario, también se lee “jaiva”. No hay caso. Hasta en pitucos libros de receta, por los que de seguro ha pasado un corrector de prueba, he chocado de golpe con la “jaiva”. Esta semana el grupo musical “Los Jaivas” cumplió cincuenta honrosos años desarrollando un folclore nuevo y único. Y a ellos le debemos el error desparramado en los ventorrillos y colmados de caletas chilenas. La anécdota es sencilla y conocida: estos muchachos empezaron a cantar en el patio de una casa, y al principio se llamaban algo así como “The high and bass”, que luego, en una actitud contestataria y burlona, derivó a “Los Jaivas”, tal como más o menos suena al oído el nombre original. Y una vez que fueron populares, se diseminó “la jaiva” por encima de “la jaiba” hasta en el más remoto rincón de bentos en donde hubiese una señora robusta rompiendo las patas del crustáceo para juntar su carne en una batea a fin de preparar más tarde las nobles empanadas de jaiba. Busco “jaiva” en el diccionario de la Real Academia Española en la web, y de inmediato me dice que “la palabra jaiva no está registrada”, y me deriva a “jaiba” y a otros conceptos. Es decir, por una talla de un grupo de melenudos coléricos, que así se les decía antes, nuestro país le ha torcido la mano a los viejos herederos del Marqués de Villena, quienes pronto, quizás en unos veinte años, deberán incorporar el error especificando que se trata del mismo crustáceo jaiba, sólo que así se le conoce en Chile. Tanto hablar de jaibas da un poco de hambre, y uno se va por instinto al restaurante Puerto Velero de Lenga a zamparse cuantas empanadas de jaiba sea capaz, acompañado de un buen tintolio gran reserva. Y ya que estamos ahí, premunidos de una copa, bien vale brindar por los cincuenta años de “Los Jaivas”, que se lo merecen.
Posted on: Sun, 18 Aug 2013 15:47:40 +0000

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