Admiración. Esa podría ser la palabra que resumiera el sentimiento general de los asistentes ayer al encuentro con Miguel Luque. Padre corage de tres niños que padecieron el síndrome de Wolfram, enfermedad de origen genético que se caracteriza por la existencia de diabetes mellitus y afectación ocular. Él, junto a su mujer, luchadora incansable como él la describe, decidieron aceptar esta situación y hacer de sus hijos personas independientes (dentro de sus grandes limitaciones) a pesar de la sociedad que los trata como a seres invisibles, y los colocó directamente en la categoría de "subnormales", a pesar de sus expedientes académicos brillantes. Nunca se quejaron de todas las dificultades que iban apareciendo, cada vez más graves, y eso fue una lección de vida para sus padres hasta el final de sus días así como para muchas personas que tuvieron la suerte de compartir tiempo con ellos. "No se dejaban achicar por nada ni nadie", comentaba ayer una antigua compañera de trabajo de Iván. "En el hospital llegaron a coincidir ingresados los tres hermanos y se les oía cantar desde los pasillos, ya que eran amantes de la música y componían, ante el asombro del personal y de los familiares de otros pacientes que pasaban por allí", nos contaba su padre. Y así una y otra de tantas anécdotas de una vida difícil, que todos unidos, supieron vivir por encima de lo que cabía esperar para ellos...Dignos de admiración los chavales, y gran labor la de esos padres que tragándose su dolor y sus miedos, supieron hacer de sus hijos personas que amaron la vida, con toda la dignidad, con todo el derecho.
Posted on: Thu, 10 Oct 2013 11:10:08 +0000
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