Agobiado por los años, un león perdió la facultad de buscar el sustento con sus garras, y tuvo que acudir a la astucia. Fingió estar enfermo en la cueva que le servía de palacio, y, avisando a todos los animales que tenía como súbditos, les hacía llegar hacia él y se los comía acostadito en su trono. A su vez llegó la zorra, como era de esperarse, pero no quiso parar la puerta, y, gritando, le preguntó por su salud. —«Estoy mejorando —contestó el rey—; pero ¿por qué no entras?» —«No puedo entrar —le dijo la zorra—, porque me he dado cuenta de que en el suelo hay muchas huellas de los que entran, pero ninguna de los que salen.» [Æsopĭcus fabŭlæ, LXXVII]
Posted on: Tue, 17 Sep 2013 23:01:26 +0000
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