Al considerar las características básicas de esta Santa Regla, - TopicsExpress



          

Al considerar las características básicas de esta Santa Regla, lo primero que impresiona al lector es su maravillosa discreción y moderación, su extrema sensatez y su certera visión tanto de las capacidades como de las debilidades de la naturaleza humana. No hay en ella ningún exceso, ni ascetismos extraordinarios, ni estrecheces mentales sino más bien una serie de regulaciones sensatas basadas en un sano sentido común. Vemos estas características expuestas en la eliminación intencionada de austeridades y en concesiones realizadas en los que para los monjes egipcios habría sido un lujo. Algunas pocas comparaciones entre las costumbres de estos últimos y las prescripciones de la Regla de San Benito servirán para resaltar más claramente la profundidad de los cambios en esta dirección. Con respecto a la alimentación, la ascética egipcia reducía esta al mínimo, muchos de ellos solamente comían dos o tres veces por semana, mientras que Casiano describe como una "comida suntuosa" (Coll. Vii, 1) una comida que consistía en guisantes tostados con sal y aceite, tres aceitunas, dos ciruelas y un higo. San Benito, por otra parte, a pesar de que restringía el uso de la carne a los enfermos, establecía una libra diaria de pan y dos platos de alimentos cocidos en cada comida, que eran dos en verano y uno en invierno. También permitía una asignación de vino, a pesar de admitir que no debería ser una bebida apropiada para los monjes (Capítulo 40). Con relación al vestido, la provisión de San Benito de que el hábito fuera apropiado, lo suficientemente cálido y no demasiado viejo, marcaba un gran contraste con los monjes egipcios, cuyos vestidos, según estableció el abad Pambo, deberían ser tan pobres que si se abandonarán en el camino nadie querría recogerlos (Apophthegmata, en P.G. LXV, 369). Con respecto al sueño, mientras que los ermitaños egipcios lo consideraban como una de sus favoritas formas de austeridad, San Benito estableció de seis a ocho horas de sueño continuado, con el añadido de una siesta en verano. Además, a menudo los monjes egipcios dormían sobre el duro suelo, con piedras o esteras como almohadas, y con frecuencia, simplemente sentados o recostados, como manda la Regla Pacomiana, mientras que el abad Juan era incapaz de mencionar sin vergüenza el hallazgo de una manta en la celda de un ermitaño (Casiano, Coll. xix, 6). Por el contrario, San Benito permitía además de una manta, una colcha, un colchón y una almohadilla por cada monje. Esta relativa liberalidad con respecto a las necesidades de la vida, aunque clara y quizá pobre, si la examinamos con el concepto actual de comfort, era mucho mayor que entre los italianos pobres del siglo VI o incluso entre muchos campesinos europeos de nuestros días. El propósito de San Benito parece haber sido el mantener el cuerpo de los monjes en unas condiciones saludables a través de la oportuna vestimenta, la suficiente alimentación y el abundante sueño, de tal manera que pudieran así estar mejor dispuestos para la celebración conveniente del Oficio Divino y quedar liberados de toda competencia ascética perturbadora, que ya se ha sido comentada. Sin embargo, no hubo deseo de rebajar el ideal o de minimizar el autosacrificio que supone la adopción de la vida monástica, sino más bien el propósito de adaptarla a las cambiantes circunstancias del ambiente de Occidente, que necesariamente eran muy distintas a las de Egipto y a las de Oriente. La sabiduría y pericia con la que lo consiguió se hace evidente en cualquier página de la Regla, tanto es así que Bossuet fue capaz de denominarla "un resumen del Cristianismo, un compendio erudito y misterioso de toda las doctrinas del Evangelio, de todas las instituciones de los Padres, y de todos los Consejos de Perfección". San Benito se dio cuenta de la necesidad de una regla de gobierno permanente y uniforme en lugar de la elección arbitraria y variable de modelos obtenidos a partir de las vidas y máximas de los Padres del Desierto. Y así tenemos la característica de colectivismo, demostrada con su insistencia en la vida comunitaria, en oposición al individualismo de los monjes Egipcios. Uno de los objetivos que tenía a la vista al escribir su Regla fue el de la extirpación de los Sarabitas y Girovagos, a los que condena con fuerza en el primer capítulo y de cuya mala vida probablemente habría tenido experiencias desagradables durante sus primero años en Subiaco. Para este propósito introdujo el voto de Estabilidad, que se convirtió en garantía de triunfo y perseverancia. Esto es solamente otro ejemplo de la idea de familia que impregna la Regla entera, a través de la cual los miembros de la comunidad se ataban con un vínculo de familia, y cada uno tomaba sobre sí la obligación de perseverar en el monasterio hasta su muerte, a menos que se le enviase a otro lugar por sus superiores. Esto asegura a la comunidad en conjunto, y todos sus miembros individualmente, una participación en todos los frutos que puedan surgir del trabajo de cada monje, y esto da a cada uno de ellos esa fuerza y vitalidad que necesariamente resulta de formar parte de una familia unida, todos unidos de la misma manera y persiguiendo los mismos fines. De esta manera, haga lo que haga el monje, no lo hace como individuo independiente sino como parte de una organización superior y así la propia comunidad se convierte en un conjunto unido más que una mera yuxtaposición de miembros independientes. El voto de Conversión de vida alude al esfuerzo personal tras la perfección que debe ser el objetivo de todo monje benedictino. Toda la legislación de la Regla, la constante represión de uno mismo, el conformar cualquier acción personal a un norma definitiva, y la prolongación de esta forma de vida hasta el final de la vida de uno, esta dirigida hacia "el desprenderse del hombre viejo y el revestirse del hombre nuevo" , y así realizar la conversio morum que es inseparable de la larga vida de perseverancia bajo los postulados de la Regla. La práctica de la obediencia es una característica necesaria en el concepto de la vida religiosa de San Benito, si no efectivamente su esencia básica. No solamente hay un capítulo especial dedicada a ella en la visión de la vida religiosa de San Benito, sino que de forma reiterada se refiere a ella como el principio que debe guiar la vida del monje; es tan esencial que es objeto de un voto especial en toda institución religiosa, sean los benedictinos o no u otros. Según la visión de San Benito, esta constituye uno de los trabajos positivos en los que el monje debe someterse a si mismo, por eso lo denominó labor obedientiae (Prólogo). Esta debe ser alegre, sin condiciones, y pronta; sobre todo hacia el abad, que debe ser obedecido como si ocupara el lugar de Cristo, y también hacia todos los hermanos de acuerdo con los dictados de la caridad fraterna, al ser "el camino que nos lleva a Dios (Capítulo 71). Igualmente esta se aplica a las cosas difíciles e incluso a las imposibles, en este ultimo caso se intentarán con toda humildad. En conexión con el tema de la obediencia hay una nueva cuestión como es la del sistema de gobierno contenido en la Regla. La vida de la comunidad gira alrededor del abad (considerado) como padre de familia. Mucha libertad con vista a los detalles se le dejaba a su "discreción y juicio", pero esta autoridad, lejos de ser absoluta o ilimitada, quedaba salvaguardada por la obligación que recaía sobre el, de consultar a la comunidad acerca de todos los asuntos que afectarán a su bienestar, bien a los mayores solamente o a toda la comunidad. Y por otra parte, dondequiera que parece que hay una cierta libertad concedida a los propios monjes, esta, a su vez, esta protegida contra imprudencias por la reiterada insistencia en la necesidad de la sanción y aprobación del abad. Los votos de pobreza y castidad, pese a no ser mencionados de forma expresa por San Benito, como en las reglas de otras órdenes, se encuentran, sin embargo, enraizados tan claramente como para formar parte esencial e indisputable de la vida de los que el legisla. De esta forma, por medio de los votos y de la práctica de las variadas virtudes necesarias para su propia observancia, se comprobará que la regla de San Benito consta no solo de una serie de norma que regulan los detalles externos de la vida monástica sino también todos los principios de perfección de acuerdo a los Consejos Evangélicos. Con respecto a la obligación o poder vinculante de la Regla, debemos de distinguir entre estatutos o preceptos y los consejos. Las primeras serían aquellas leyes que ni mandan ni prohíben de forma absoluta, y con las últimas, aquellas que son únicamente recomendaciones. Por lo general, los comentaristas sostienen que los preceptos de la Regla obligan solamente bajo la pena de pecado venial, y los consejos ni siquiera. En realidad transgresiones de gravedad contra los votos podrían, por otra parte, caer dentro de la categoría de pecado mortal. Debe recordarse, sin embargo, que en todos estos temas los principios de teología moral, las leyes canónicas, las decisiones de la Iglesia, y las regulaciones de las diferentes congregaciones deben ser tomadas en consideración al juzgar cualquier caso particular.
Posted on: Sat, 28 Sep 2013 12:32:20 +0000

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