Alcibiades González Delvalle Las publicaciones periodísticas nos ponen al tanto de una práctica que viene de lejos: el abuso que hacen los legisladores, entre otros, de la ocasión que tienen de instalar a sus parientes en la función pública. El nepotismo (viene del italiano nepote, sobrino del Papa) fue un hecho muy común en los siglos XVI al XVII cuando los Papas concedían a sus parientes cargos y dignidades eclesiásticas sin tener en cuenta la idoneidad. Desde entonces quedaron la palabra y la modalidad de servirse de un sitial, más o menos privilegiado, para disponer a discreción de los cargos públicos y llenarlos de parientes. Para luchar contra esta plaga se dictaron leyes que procuran, generalmente en vano, de que a la función pública se acceda por concurso, como una manera de privilegiar a las personas más aptas. O sea, que los únicos privilegios sean el estudio, la idoneidad, la predisposición. Pero sobre todo, dar oportunidad a quienes no tienen al marido, a la esposa, al hijo, en un alto cargo desde donde distribuyan contratos y nombramientos. La oposición para el aspirante es también una seguridad para su carrera en la administración pública. Ningún cambio de Gobierno -al que nada le debe- podría poner en peligro su puesto de trabajo al que accedió, no haciendo hurras, sino por haberse capacitado previamente. Conviene, entonces, al país y al funcionario que la administración del Estado esté en manos de personas capacitadas para desempeñarse con los resultados que se espera de ellas. Si se cumpliese la ley, los jóvenes estarían pensando en capacitarse cada vez más para conseguir un empleo, y no en buscar parentelas que los ubiquen en cualquier parte, para cualquier función y siempre con la duda acerca de su estabilidad. Generalmente la recomendación, sin idoneidad, sirve hasta tanto el pariente continúe en la función desde donde ha influido
Posted on: Tue, 22 Oct 2013 17:13:19 +0000
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