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Ambrose Bierce, el amor y otros hechizos Ambrose Bierce, en su malicioso “Diccionario del Diablo”, esbozó una definición del amor que no por un exceso de ironía o de crueldad merece ser ignorada: “Locura temporaria que sólo se puede curar mediante el matrimonio o bien, alejando al doliente de los influjos bajo los cuales ha adquirido el mal...” y agrega: “a veces es fatal, aunque más frecuentemente para el médico que para el enfermo”. La primera consideración, obvia, es que la idea del amor emparentado a la locura, e incluso considerado como reverso de la misma, como causante o como destino de la mente desbocada, es tan antigua como el amor. Cientos de miles de representaciones del hombre enamorado lo muestran como a un loco, sin noción de su tiempo y de la realidad, esclavo de un sentimiento desbastador, consagrado a la inútil tarea de la adoración. Tormentos de esa clase han dado origen a obras monumentales como La Divina Comedia de Dante Alighieri; Werther de Goethe, o la Sinfonía Fantástica de Berlioz. A propósito de esta última, narra los sueños, los viajes mentales de un músico que recurre al opio para evadirse de su desdichado amor. Poco agregará a la belleza de la obra saber que Berlioz se inspiró en la actriz Henrietta Constance Smithson que, al parecer, no correspondió sus sentimientos amorosos. El personaje de esta obra de Berlioz sueña con horribles episodios cuyo punto crítico son la marcha al cadalso, y el aquelarre demoníaco que lo envuelve en las tinieblas más atroces. Esta obra bien puede ejemplificar la otra consideración de la citada definición de Bierce, la idea de un ser mortificado por los influjos de un mal, por lo tanto, como todo desorden, como todo trastorno exige ser remediado de alguna manera para impedir su evolución trágica. Las soluciones que aconseja Bierce, bromas aparte, integran el repertorio de lugares comunes que se siguen repitiendo incesantemente en el afán de consolar a los enamorados. El matrimonio proporcionaría -siguiendo esta lógica- la cura más efectiva, es decir, la bofetada implacable de la realidad. Se supone que el enamorado vive fuera de la realidad, en otro orden, en un mundo de ensueños, acantonado en la cima del idealismo romántico. Bien digo romántico puesto que de allí, de esa cantera siempre fértil que significó el Romanticismo, con sus correspondientes mutaciones, surge esa tendencia desbordante de ímpetu sentimental que acude a la mente de aquel que observa con vocación de entomólogo el dolor del hombre enamorado. Para no contagiarse del mal del enamorado -algunos dirán producto de la envidia- a menudo se lo ridiculiza, o se lo condena por padecer la tiranía de los sentimientos que han relegado a la razón a un segundo plano. Pocas cosas resultan tan intolerables para el hombre moderno como la expansión, la expresión, la manifestación entusiasta de los sentimientos, seguramente porque es una de las primeras represiones que sufrimos “no llores más”, “dejá de reírte”, “no grites”. Oponer la razón al sentimiento es otra de las lecturas apresuradas, ingenuas o simplistas que dominan la mente de aquel que elige la cómoda posición de espectador de ese gran espectáculo que se da en todos los teatros del mundo: el hombre enamorado. El matrimonio como cura, es decir, como tumba del amor se vincula con otro argumento de mal gusto, groseramente fatal: imaginar a la mujer amada ejerciendo las más triviales, prosaicas y ordinarias actividades. “La idealizas demasiado”, dice el hombre práctico, seguro de conocer la vida, “pensá que es un ser humano”... El hombre enamorado se ha evadido, se ha ido de este mundo, para entrar en otro inventado por su propio amor. Eso es lo que creen los analistas, los sabihondos que se jactan de conocer al hombre como si fuera un artefacto cualquiera a merced de la lógica funcional. La otra cura que proponen es la distancia, alejar “al doliente de los influjos bajo los cuales ha adquirido el mal”. Esta última recomendación ha dado lugar a la figura del viajero misterioso que vaga errabundo, como una sombra, por exóticos mares, por las remotas playas del olvido, entregándose al vacío o desperdiciando su amor en relacionales banales. youtu.be/dYbjGWKqBwc
Posted on: Thu, 28 Nov 2013 14:23:27 +0000

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