Análisis y contenido del libro. Comprende tres partes claramente - TopicsExpress



          

Análisis y contenido del libro. Comprende tres partes claramente distintas en cuanto al género literario y al contenido. Pero existe unidad entre ellas: en la primera el tema es la sabiduría desde el punto de vista moral, en la segunda desde el punto de vista intelectual, y en la tercera en su proyección histórica sobre Israel. El final de cada parte se une fácilmente con la siguiente. El final de Sap, un tanto brusco, ha hecho pensar a algunos que la obra está incompleta. Pero bien pudo el autor querer limitar el contraste entre judíos y egipcios a una época concreta. Y ciertamente los últimos versículos de Sap son un resumen y las últimas palabras una verdadera conclusión. a. Primera parte (1-5). Pertenece al género sapiencial, si bien tiene características propias: en lugar de aforismos sueltos e independientes, contiene razonamientos lógicos y orgánicos. Lo que indica que nos encontramos lejos de los orígenes de la literatura sapiencial, que comenzó expresándose en proverbios realistas. El tema central es la Sabiduría como fuente de felicidad e inmortalidad. Los autores sapienciales precedentes se expresaban todavía en una forma tradicional, según la cual buenos y malos parecían recibir más bien en esta vida el premio o castigo de sus obras. Algunos clamaron contra esta concepción, pero no llegaron a explicar o expresar claramente los casos en que los buenos son oprimidos y los malos triunfan hasta el final de la vida. Sap es el más claro entre los escritos inspirados en afirmar el premio de los justos en una inmortalidad feliz y el castigo de los malos en un oprobio sempiterno más allá de la muerte (2,22 s.; 3,1 s. 5.18; 4,18 s.; 5,15 s.), después de un juicio final (4,20; 5,1). En Sap es evidente que el alma, después de la muerte del cuerpo, continúa viviendo una vida inmortal, pero, ¿se afirma también la resurrección de los cuerpos? Sap no la menciona expresamente como se hace en Dan 12,2 s., y 2 Mach 7. Para su intento de afirmar la retribución más allá de la muerte le bastaba con constatar la inmortalidad del alma. Se ve que también creía en la resurrección de los cuerpos por la semejanza de Sap 3,17 con Dan 12,2 s., por su fidelidad a las creencias judías, favorables en su conjunto a la resurrección, y por la finalidad, que deja entrever, de infundir en sus lectores la esperanza en la redención de todo el ser humano, que comprende alma y cuerpo (9,2.15). Por lo demás a un judío le resultaba difícil concebir el alma feliz sin el cuerpo. Tal vez llevó a Sap a no mencionar expresamente la resurrección de los cuerpos su pretensión de atraer a la fe judía a los gentiles, a quienes aquélla chocaba grandemente (Act 17,32). Muchos Padres interpretan del Mesías (v.) el cap. 2. Dada la semejanza con Ps 22, con el poema del Siervo de Yahwéh (v.) que se recoge en la segunda parte de Isaías, y la semejante actitud de los impíos de Sap 2 con la observada por los enemigos de Cristo, es posible que el Espíritu Santo, autor principal de los libros sagrados, se refiriese, en un sentido plenior o típico, al Mesías. Y ciertamente preparó sus caminos. «El libro de la Sabiduría está todo él compenetrado del valor del alma, sin especificar por medio de quién será salvada; predica la salvación misma del Evangelio, sin decir quién será el Salvador. El Evangelio contiene la misma doctrina, pero añade que el Salvador del alma es el Mesías y que este Mesías es Jesús de Nazaret» (Lagrange, o. c. en bibl., 104). b. Segunda parte (6-9). Está escrita en género literario semejante al de la primera, quizá con una mayor influencia helenista (cfr. 6,7 s.; 7,17; 8,7; 9,15: procedimientos literarios e ideas griegas). El tema central es la Sabiduría respecto de la cual presenta el culmen de la Revelación veterotestamentaria. Pone de relieve su origen, naturaleza y propiedades: proviene de Dios, convive con irl, se sienta junto a su trono (6,22; 9,6; 8,3; 9,4). Es un «hálito del poder divino», «emanación pura de la boca de Dios», «espejo sin mancha del actuar de Dios», «imagen de su bondad» (7,25 s.). Enumera sus propiedades: espíritu inteligente, santo, único, todopoderoso, omnisciente, que penetra todos los espíritus, etc.; en total 21 propiedades (3x7, números sagrados; tal vez quiere expresar el autor con ellos la perfección suma de la Sabiduría). Todo esto no puede convenir más que a la Sabiduría de Dios. ¿Se trata del atributo divino o de la segunda Persona de la Trinidad? Creemos que el autor tiene en su mente el atributo divino que personifica como otros atributos y cosas para presentarlos de manera más gráfica (9,17; 18,15; 5,16; Prv 9,13 ss.), lo que está muy de acuerdo con la imaginación oriental. La mentalidad judía no estaba preparada para la Revelación de las personas en Dios, y de hecho no entendieron en este sentido las perícopas sapienciales; cuando años después Cristo les habla de su divinidad se escandalizan y condenan por blasfemo. No obstante, el autor de Sap se ha expresado de una manera que conviene al misterio trinitario. Puso las premisas, sólo le faltó sacar la conclusión: Y la Sabiduría era Dios (v. JESUCRISTO III). S. Pablo aplicó auténticamente a Cristo lo que el sabio escribió de la Sabiduría (cfr. 7,25 s. y Col 1,15 y Heb 1,3; Sap 8,3 y Col 1,13). S. Juan expresó la conclusión: «Y el Verbo era Dios» (1,1). Se advierte también en esta parte un paralelismo sorprendente entre los efectos que el sabio atribuye a la Sabiduría y los que el N. T. atribuye a la gracia: Dios comunica la sabiduría a los hombres (7,15); ésta los ama (7,23); se adelanta a la acción del hombre por buscarla (6,14.16); implica la guarda de los mandamientos (6,18); hace triunfar del mal (7,30); hace amigos de Dios (7,14.28); habita en las almas santas, no en los pecadores (7,27; 1,4); lleva a la inmortalidad (6,18 ss.; 8,13.17); es puesta en relación con el Espíritu (7,22 s.; 9,17; 1,4 ss.). c. Tercera parte (10-19). Presenta un género literario singular. El autor canta las maravillas que la Sabiduría ha obrado con su pueblo. A los relatos de Éxodo añade detalles tomados unos de la tradición israelita, sugeridos otros por su imaginación, con el fin de poner más de relieve la protección de Dios sobre su pueblo (midrash). Tema singular de esta parte, además de la providencia y misericordia de Dios con los buenos y la justicia con los malvados, es la idolatría (13-15). El autor ridiculiza irónicamente los ídolos y pone de manifiesto la vanidad de quienes, contemplando las obras del Creador, no llegaron al conocimiento del mismo y pusieron su corazón en aquéllos. Afirma que la razón humana, partiendo de los efectos a las causas, puede por razonamiento descubrir la existencia de Dios, Creador y Señor absoluto del mundo creado por Él (1,14; 11,25 ss.). Advierte también su culpabilidad. Si no la descubrieron fue, sin duda, porque amaron más las tinieblas que la luz y esto porque sus obras eran malas (cfr. lo 3,19).
Posted on: Tue, 15 Oct 2013 16:43:16 +0000

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