Aquel paquete tenía una etiqueta. Ahí, uno de mis lectores me - TopicsExpress



          

Aquel paquete tenía una etiqueta. Ahí, uno de mis lectores me deseaba que disfrutara del contenido. Luego de quitarle la envoltura me encontré con algo tan ligero como una pluma, que apenas cabía en mi puño cerrado. Era una pequeña figura formada por una especie de filigrana dorada ¡y articulada! donde cada pieza, aún la más minúscula, parecía haber sido ajustada a mano. Al venir sin instructivo opté por situarla sobre mi escritorio, como una pieza de conversación. Luego de estar ahí, la cambiaría de lugar depositándola sobre un libro o al lado de mi computadora, hasta que cierto día, curioseando le presioné sin querer detrás de lo que parecía ser su cuello. El objeto abrió unas fauces en miniatura de las que brotó un aliento ardiente capaz de encender mi puro. Al pasar de las semanas decidí quitarle polvo con una franela y algo hice al frotarlo, que del artilugio surgieron un par de batientes alitas. Y zumbó de aquí para allá, regresando a mí como a la espera de una orden. No sé por qué le dije “trae mis lentes”. El caso es que, el objeto fue hasta mi buró, trayéndomelos en el acto. Luego le asignaría la tarea de ir por una hoja o recoger algún lápiz, volando entre piruetillas de contento. Aquello que casi confundí con juguete era a primera vista algo muy parecido a esas gárgolas de las catedrales góticas. Pero el minúsculo artefacto tenía otras singularidades como la de, a pesar de su aspecto metálico, dar cierta sensación orgánica al tacto como la de una salamandra. Porque me provocaba una impresión entre aceitosa y tibia al posarse en mi mano. En mis ratos de ocio, colocaba el objeto bajo mi luz de escritorio y usando una lupa comprobé que el artefacto estaba cubierto de miles de finas escamas de metal amarillo. Llamaría mi atención esa cola demasiado larga en el objero que, como dije antes, no sería mayor que mi dedo índice. Las alitas, que ya mencioné, parecidas a las del murciélago tienen una delicada y casi translúcida membrana semejante al pan de oro. Pero me sigue intrigando no sólo su habilidad para volar produciendo un zumbido como de colibrí, sino esa capacidad para identificar mi voz y entender mi lenguaje cuando, el liliputiense artificio, ya distingue entre mis lentes o mi pluma fuente Waterman. Y aunque ya conozco su utilidad como encendedor le encontré otra función cuando al frotar suavemente su barriguita, del objeto surgen dulces arpegios que de inmediato me hacen caer en un sueño profundo. Pero de manera muy lamentable, ayer dejó de funcionar este minúsculo artefacto. Luego de revisarlo con la minuciosidad de un relojero encontré una leyenda casi microscópica tallada detrás de una de sus patas traseras, decía: “Prodigious Yin-yang Dragon. Made in China”. Debo reconocer con humildad que sigo sin encontrarle la tapa de la batería, para reponérsela. Si alguno de ustedes o quien me lo envió, sabe el procedimiento para cambiarle la pila, agradecería me lo hiciera saber. Gracias… EL OBJETO... Cuento de Ramiro Arredondo-Hernández
Posted on: Wed, 10 Jul 2013 16:55:56 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015