Aquella noche, Sherlock estaba más inquieto que de costumbre. La - TopicsExpress



          

Aquella noche, Sherlock estaba más inquieto que de costumbre. La reciente ruptura con Mary Ann aún le afectaba más de lo que su propia concepción lógica sobre sí mismo y sobre sus sentimientos le hubiera permitido concebir. -Ser amigos no está mal! -se dijo- Después de todo hemos compartido tantas cosas, y esa conexión tan extraordinaria entre ella y yo no puede morir así de la noche a la mañana... así que la llamaré o le enviaré algún mensaje de texto explicándole que no estoy molesto o enojado con ella. Su amistad, más allá de todo sigue siendo muy importante (y necesaria) para mí. Al fin y al cabo, ¿Quién me podría conocer mejor que ella, después de todo lo que vivimos juntos?- Dio un largo suspiro, se encogió de hombro, mirando la calle desde la ventana del 5º piso de su céntrico apartamento londinense. Hacía algunos días que se había tranquilizado un poco más las turbulentas aguas en su corazón, y poco a poco parecía que todo empezaba a volver a sus cauces normales, en lo que sea o fuera eso posible después de un breve pero devastador huracán. Una especie de fenómeno sísmico dentro de sí mismo que le llevó a replantear muchas concepciones que antes parecían muy sólidas. Tuvo que luchar contra la lógica déspota de su mente y la extrema sensibilidad del propio corazón que se le había enamorado irremediablemente de Mary. Ahora en su ausencia, poco a poco su mente volvía a prevalecer, aunque ya no de una manera despótica, sino asintiendo un tanto la lógica o la ilógica del amor, y en especial de las mujeres. Sobre todo la ilógica de Mary... Cuando salió más tarde al parque a caminar, levantó por un momento la mirada al cielo; y (de nuevo un pequeño vuelco en su corazón todavía magullado) ¡la luna nueva!.. -Es la misma que vio nacer nuestro amor con Mary aquella ya lejana noche- pensó. -Es la misma ... ¡Es la misma!!- se repitió dentro de sí. Y aunque él odiaba estas cosas cursis, que en otro tiempo eran inadmisibles para el alto autoconcepto que siempre se tuvo, sin embargo se quedó mucho rato contemplando aquella luna, y más que contemplarla la empezó a desear... como si de nuevo la tuviera frente a frente -como en aquella noche prodigiosa- a Mary. Y se imaginaba mirarla a los ojos como entonces, y ... entonces, atraerla espontáneamente hacia así, asirla con sus fuertes brazos varoniles y besarla con locura apasionada. Pero también con ternura. Volvió a sentir el fantasma del sabor de sus dulces y carnosos labios, y esa respiración entrecortada, y el femenino cuan cautivante temblor de ella en sus brazos.... y esa necesidad acuciante, casi bestialmente instintiva, de hacerla suya allí mismo! Hizo una súbita pausa en estos tórridos recuerdos que le invadían, y trató de volver a recordar su hermosa y maravillosa mirada, y de nuevo se vio a sí mismo reflejado en esos ojos de cielo, de noche y de sortilegios de gitana bajo la luna. De nuevo se sintió "Hijo de la Luna", y fue entonces que supo que Mary Ann SIEMPRE estaría con él en noches así. Mientras la diosa luna gitana estuviera allí, y si no llovía o la espesa niebla londinense no la ocultara como detrás de un velo. Fue entonces que de pronto supo que su amor no había muerto. Que ahora Mary viviría en la Luna. Que mientras durara su ausencia, aún seguiría allí -con él- por mucho tiempo más. Esta vez no hubo lágrimas. Ni ningún doliente esfuerzo por tratar de explicarlo todo con lógica de hierro. Simplemente un largo y resignado suspiro. A lo lejos podía oírse el sonido del último Tren acercándose a Londres. Y Sherlock apresuró sus pasos. La luna le acompañaba. -"Mañana. Mañana hablaré con ella"- se dijo. "Mañana. Tal vez mañana... "
Posted on: Thu, 11 Jul 2013 05:00:20 +0000

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