Ayer hablamos de ratas, de ratas que se han quedado tontas por el - TopicsExpress



          

Ayer hablamos de ratas, de ratas que se han quedado tontas por el veneno y que aparecen por los campos y los caminos, deambulando. Las ratas cuando están en forma, pasan veloces y no quieren, normalmente, nada con nosotros, pero las ratas cuando están medio muertas se quedan quietas a nuestro lado, con esa fisonomía de espanto que tienen, con esos ojos, con ese cuerpo panzudo y con esas patas y con ese rabo asqueroso. Yo creo que una de las perversiones de dios el día del cachondeo creacionista fue la rata. ¿No tenía ya el ratón que es todavía algo gracioso, aunque a mí no me guste ni me haga puta gracia? ¿para qué la rata, joder? Que me perdone el señor esta profusión de tacos, pero es pensar en la rata, escribir su nombre, y ponérseme el cuerpo malo y faltón. Seguro que hace mucha falta la rata para cualquiera sabe qué equilibrios del ecosistema, ya, pero podía la dura prosa evolutiva haberlas mejorado, poetizado, que no siguieran tan feas como siguen tras el paso de los siglos, que hubiesen cambiado algo ese hocico que da escalofríos y esa cola, oh la cola, que simboliza ella sola toda la repugnancia atroz de este bicho. Pues nada, si ayer hablamos de ratas, hoy lo primero que me encuentro al amanecer es una. ¡Premio!. (Por cierto, eso no me pasa nunca con el cupón de la ONCE) Así, medio muerta por el veneno, mirándome. Me metí en la oficina de manera vergonzante, corriendo como si me persiguiera y allí llevaba dos horas, metido en esa oficina, sin atreverme a salir a fumar un cigarrillo porque temía la presencia de la rata. Al rato (rato, rata, Rato…¡Bankia!) ya pudo más el vicio que la aversión y lo hice, salí. Ya no estará ahí, me dije, habrá ido a morirse al lado de un contenedor de basura que es donde, como todo el mundo sabe, van a morirse las ratas. ¡Los huevos! Allí estaba, en la misma posición. Le dije a uno de los albañiles que andan por aquí; “Oye, he visto una rata y no sé si está muerta o está viva, porque no se mueve la hija de la gran puta” Tampoco sé muy bien el porqué de mi insulto ya que la rata estaba atolondrada, moribunda quizá, y no se iba a enterar de nada. En su apogeo sí se enteran, cuando le dices asquerosa o algo así a una rata, seguro que es cuando chilla para que se te meta ese chillido en la cabeza durante días, o si le dices cabrona, es cuando, horror, te muerde y ya nunca más podrá uno vivir como una persona normal habiendo sido mordido por una de ellas. Al ecologista que las defienda, a las ratas, no le voy a decir hijo de la gran puta ni nada de eso. Sé que tendrá ese muchacho/a toda la razón, sólo le voy a desear que alguna vez se le cuele, mientras va en su bicicleta por esos caminos, por el pernil del chándal, una de ellas. Sólo eso. Lleve al albañil hasta el sitio y la señalé. Ahí está todavía, la hija de la gran puta, repetí el insulto porque estaba muy cabreado con la rata. El albañil que no sé si el palo lo traía encima o lo cogió en ese preciso momento, no se impresionó mucho. ¿Está muerta? le pregunté, antes de que con gran puntería le atestara sobre la cabeza un certero leñazo. Ahora sí, contestó. Yo, enseguida, fui a buscar un recogedor, una escoba, unos guantes, una escafandra, pero no, mi amigo albañil ya había cogido por la cola (oh señor, la cola) con dos dedos el cadáver y lo tiró a un contenedor cercano. Luego sacó del bolsillo de la camisa un paquete de “Elixir” y se echó un cigarrito. Es que, le dije para decorarme un poco, le tengo una fobia muy grande a las ratas. Ya, ya, dijo mi amigo albañil. A una prima mía que es una pija finolis le pasa lo mismo. ¡Qué gracia tiene este gremio!
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 14:52:20 +0000

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