Ayer por la tarde, el Maestro Shi Dechao me encomendó realizar - TopicsExpress



          

Ayer por la tarde, el Maestro Shi Dechao me encomendó realizar una experiencia con la meditación. Debía subir a la cueva de Damo, situada en la ladera de la montaña, a espaldas del monasterio. Conocía este lugar de oídas, de haber visto el cartel indicador del camino, que partía justo al lado de los muros del monasterio y se perdía en la densa vegetación. Y hoy por la mañana, tras haber hecho la meditación y los rituales vespertinos en el propio templo, me encaminé hacia ese lugar. La entrada del camino estaba señalada con un viejo y sucio cartel, en el que se indicaba la distancia a recorrer, unos 500 metros. Me sorprendió esta distancia, pues pensé que estaba mucho más arriba en la montaña. Unos campesinos me ofrecieron por la módica suma de 50 yuan, subirme en uno de sus cacharros motorizados hasta la cima de la montaña. Decliné la invitación, más que nada porque los susodichos cacharros daban la impresión de desmontarse al saltar el primer bache. Esta gente tendrían buenas posibilidades en el Paris – Dakar. Me adentré por el sendero que bordeaba un pequeño arroyo, sin saber muy bien hacia dónde dirigirme. Campos de maíz y diversos cereales, en medio de densa vegetación arbórea configuraban el paisaje, tranquilo y hermoso. Poco a poco la inclinación del camino se hizo más evidente, subiendo fuertes pendientes y alguna que otra escalera. Unas escaleras que parecían dirigirse directamente hasta el cielo. ¡Ni de broma estaba esto a quinientos metros del cartel de la entrada! De hecho, cuando a mi regreso me fijé bien en el cartel indicador, me di cuenta que delante del cinco, había un tres casi borrado. La distancia era en realidad de tres mil quinientos metros. Media hora más tarde llegué a un viejo templo, muy antiguo y casi en ruina, momento que aproveché para descansar y hacer algunas fotos. Poco después me encontré con los primeros tramos de escalera, que supusieron un verdadero martirio para mis maltrechas rodillas. En todo el recorrido que había hecho hasta el momento, tan solo me había encontrado con un campesino, que me indicó el camino a seguir y me dio un bastón. El paisaje hermoso mitigaba en parte mi dolor. El aire era limpio y la temperatura comenzaba a hacerse notar, no sé si por el esfuerzo o porque hacía ya calor. Creo que por las dos cosas, pues las chicharras entonaban con fuerza sus cantos y yo sudaba copiosamente. (extracto del libro "La sombra en el espejo")
Posted on: Fri, 23 Aug 2013 14:14:33 +0000

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