BY EDITH :3 Desperté inhabilitado de todo recuerdo, mi mente no - TopicsExpress



          

BY EDITH :3 Desperté inhabilitado de todo recuerdo, mi mente no aclaraba lo que ocurría a mi alrededor, mis pensamientos eran fugaces y siniestros sin lograr enlazarlos, solo me observé arrumbado en un rincón de duro concreto, estaba vestido con una camisa desgarrada de color simultáneo entre anaranjado y rojo como si el reflejo del cielo cuando ocurre la puesta de sol se postrara sobre mi pecho, traía unos pantaloncillos desgastados y sucios de una tonalidad negra con la costura rasgada dejando ver algunas cicatrices en mi piel y sentía mis piernas débiles y cansadas que me impedían tomar una postura vertical, ¿Qué lugar es este? me pregunté; un triste espacio tan reducido donde solo cabía el silencioso aire dentro de el, con una luz tenue apenas perceptible que emanaba de una bombilla casi a punto de fundirse colocada en el techo, un olor rancio se hizo presente en el entorno que no dejaba lugar para una respiración delicada y suave, había una pequeña ventana tapizada de reducidas columnas de hierro oxidado que solo dejaba ver un par de estrellas en lo mas alto del cielo, la noche en todo su esplendor perdía su belleza desde aquel ángulo donde me encontraba derribado, las paredes grisáceas llenas de diminutas grietas revelaban dibujos mal trazados de líneas que parecían grabadas con las propias uñas de manos humanas haciendo de ese momento una pesadilla tangible y poniendo en duda todo mi entendimiento de la circunstancia que me albergaba en ese instante, a mi lado se situaba una comprimida construcción de solo unos cuantos tabiques de color rojizo empalmados y mal aplanados formando un rectángulo largo casi perfecto, haciendo alusión a una dura cama para un tormentoso descanso, viré la mirada hacia otro punto de aquel deplorable cuarto y mis ojos fatigados enfocaron mas barras verticales de metal cobrizo colocadas en posición paralela con un insignificante espacio entre ellas y de una altura considerable excediendo por unos centímetros mi propia estatura, también figuraba en una esquina opuesta a donde me encontraba, un extraño cilindro deforme colocado en el suelo con un agujero en la parte superior que es de donde se desprendían aquellos olores intensos de putrefacción, dando la impresión de que allí se había situado un pequeño pozo, pero suponía que lo último que saldría de ahí seria agua cristalina. Intenté ponerme de pie para observar lo que había afuera de esa peculiar habitación a través de aquellos estrechos de vacío que formaban las barras de hierro fundido colocadas justo en frente de mi, con gran desesperación mis manos se postraron poco a poco sobre la pared con un sutil quejido que mi voz expulsó impulsando mi frágil cuerpo hacia arriba, sintiéndome como si me estuviera elevando al cielo que en ese momento lo tapaba una gran loseta de cemento, cuando por fin logré mantener el equilibrio, caminé con pasos cansados y adormecidos hacia el único lugar que me permitiría explorar mas allá de ese lamentoso encierro, mi sorpresa fue mayúscula cuando miré un inmenso candado labrado en metal de color plateado y alrededor de el, una cadena lo rodeaba a través de los lingotes que me mantenían aislado, creando entre ambos una fortaleza indestructible para cualquier fuerza humana que intentara quebrantar aquella cerca de aleaciones metálicas. Eche un vistazo hacia el exterior, logré observar un largo pasillo de mosaico viejo y fracturado que se ampliaba hacia dos extremos desde mi perspectiva y en toda la extensión estaban colocadas varias sillas de madera a medio roer que su finalidad seria cualquier cosa menos dar una apacible calma en su respaldo, en la parte superior se lograban ver varios focos colocados en hilera que alumbraban a media luz todo el espacio, era de una dimensión extensa y solo de verlo me producía escalofríos, en todo el lugar había cuartos similares al mío, me preguntaba cuantos mas habían despertado con la misma sensación de no saber donde se ubicaban, y de pronto, de alguna parte se escuchó una voz clamando por su libertad, rogaba que lo dejaran salir, que no soportaba mas tiempo hundido en la oscuridad de esa limitada habitación y empezó a exclamar varias quejas como si estuviera en desacuerdo con el dueño de algún hotel de cinco estrellas, decía que la cama era demasiado dura para poder tomar una siesta aunque fuera de 5 minutos, que con cuatro simples pasos recorría todo el lugar y anhelaba una celda mas amplia, ¡¿Celda?! exclamé, ¿Qué diablos hago en una celda?, todo aquel lugar en un principio era confuso para mi, me sentía arrinconado en un potrero de alguna ranchería dispuesta a mantenerme allí por un lapso indefinido, mi primera conjetura al despertarme vislumbraba una especie de secuestro y sentía mi vida al borde de un peligro latente y no lograba que mi desorbitada mente diera crédito a donde estaba, pero al oír aquella quejumbrosa voz sollozada y demacrada como un grito desesperado en medio de la oscuridad consumida por solo unos cuantos destellos de luz, todo se fue aclarando poco a poco, obvio que eso era parte de la prisión, Por Dios, ¿Cómo es que llegué aquí? me interrogué en un tono enfadado, seguía escuchando la voz de aquel hombre que lloriqueaba como un niño cuando pierde su juguete preferido, insistía en lo mal que estaba siendo tratado, hablaba de tener fuertes influencias y amenazaba a todo aquel que lo estuviera oyendo, no dejaba de maldecir su grotesco baño, una simple emulación construida de gravilla y cemento, en ese momento voltee y vi aquella figura cilíndrica construida sobre el nivel del piso y entonces comprendí porque inhalar una bocanada de aire era tan desesperante y fastidioso. Apareció un hombre del otro lado de la reja, su aspecto lucía cansado pero su mirada era penetrante e imponente, sobre su cabeza se montaba una gorra color café y plasmado en ésta un emblema en forma de estrella de matiz azulado, su uniforme estaba perfectamente combinado en tonos café claro y oscuro, portaba una arma negra, ¡El color de la muerte! pensé, colocada a la vista a un costado de su cadera sobre un cinturón del mismo color, con una voz enérgica me pidió que le dijera mi nombre completo y edad, así como demás datos personales: domicilio, lugar de nacimiento y residencia, nombres de mis familiares, trabajo desempeñado, y la pregunta final ¿Porqué estaba yo aquí?, desconcertado y temeroso le expliqué de una manera cordial con mi voz quebrantada por el miedo que no sabia porque motivo me encontraba encarcelado, mi memoria no lograba coordinar lo vagos recuerdos que rondaban mi pensamiento nebuloso, el guardia no dejaba de intimidarme con su mirada como un cazador a su presa, fue entonces cuando me entregó un conjunto de hojas dentro de un fólder amarillezco cuarteado, y de pronto, dio algunos pasos firmes con sus zapatos que daban la impresión de ir clavando la suela en el piso y provocando un eco que se extendía hasta el ultimo rincón, pisada tras pisada fue desapareciendo hasta el punto de no lograr ubicarlo, regresé a la llamada cama de concreto, me senté y comencé a hojear aquel documento que me habían entregado, nada de eso tenía sentido para mi, la escritura era legible pero el sentido de aquellos renglones no cabían dentro de mi formulación del problema, ¿Qué tiene que ver esto conmigo? especulé, en cada página aparecía en la parte superior derecha escrito un nombre, se leía: Damián Grossman, y al lado izquierdo lo que parecía ser un título "Muerta por una obsesión", mientras mas indagaba en aquellas palabras, mi cara palideció, era una de las historias mas frías y perturbadoras que había leído, entre las paginas había oculta una hoja de color amarillo que no encajaba con las demás, la analice con detenimiento, mis ojos parecían dilatarse como un felino al acecho al encontrar entre esas frases una revelación, mencionaba en varios renglones posicionados uno bajo el otro un cuantioso número de datos: Nombre: Damián Grossman, Edad: 43 años, Nacionalidad: Española, Lugar de residencia: Barcelona, Familiares: Esposa y dos hijas, ocupación laboral: Escritor, Delito cometido: Homicidio con arma blanca a su cónyuge, debajo de la hoja venían descritos todos los datos de aquel homicidio; aún no entendía porque me habían dado tal información, no intuía nada en absoluto, mientras seguí hojeando aquellas páginas apareció la fotografía de una mujer con el rostro ensangrentado y la mirada perdida, cabellos rubios manchados por gotas rojizas, su cuerpo se encontraba tendido sobre una cama, debajo de la fotografía se apuntaban algunas palabras: Erika Negrete Gachuzo, muerta el día 16/07/2005, no pude controlar mi asombro al ver la imagen de aquella mujer sin vida, uno a uno los recuerdos que al principio se tornaban fugaces empezaron a tomar forma dentro de mi memoria, los recuerdos sacudían mi cabeza y la reminiscencia ya era parte de mi, mentalmente regresé el tiempo tres semanas atrás: era un lluvioso día de verano con los jardines de mi casa inundados de traslúcidas gotas de agua que se dejaban caer desde la copa de los árboles, ese día una insaciable sed de venganza se apodero de mi cuerpo y alma, durante varios días había visto a mi esposa con un comportamiento extraño y mi experiencia como escritor de novelas de amor y desamor me había enseñado que si una mujer tiene un comportamiento anormal se tenía que estar muy atento, ¡Quizá una posible infidelidad!. Ese pensamiento no dejaba de seguirme a todos lados, ¡Mi esposa, con la que prometí ante Dios compartir todo mi vida, había tenido un cambio radical!, se comportaba indiferente hacía mi persona, había perdido el gusto por los detalles románticos que iluminaban mi corazón día con día, las palabras bonitas llenas de piropos poéticos ya no salían de sus dulces labios, toda se estaba perdiendo y solo esa suposición aterradora era la que entraba en mi hipótesis, Me es infiel, maldito sea el día en que decidí formar una familia con ella me exalté demasiado, nuestras dos pequeñas hijas no tenían la culpa, pero pensaba yo que no tenían porque lidiar con una mujer que a espaldas de todos se cubría bajo el manto de madre protectora. Todo se aclaro con el paso de los minutos, y ahora sabía porque me encontraba tras una reja, aquel día mis celos enfermizos me hicieron cometer el acto mas repugnante de mi vida, entre a la casa, subí las escaleras de madera en forma de caracol que conducían al segundo piso de mi acogedora casa, me inserté en mi cuarto, y ahí estaba ella, Erika dormida bajo las sabanas de color turquesa que cubrían la cama matrimonial de caoba finamente tallada, entonces con un silencio amargo me acerqué hacia donde se encontraba, traía entre mi mano derecha lleno de rabia, una punta de metal que se prolongaba hacia abajo cada vez mas gruesa incrustada en un mango de plástico color azulado, ese día sería el ultimo que Erika respiraría. Salí de mi casa con paso rápido ocultando mi rostro entre las hojas verdosas de los árboles de cedro, me refugié en mi casa de campo a unos kilómetros de Barcelona y me instale con un miedo incontenible por lo que acababa de hacer, me tumbé varios días en la cama con un cansancio físico y mental que me desgastaba de pies a cabeza, lloraba incontenible, lágrimas robustas salían de mis temerosos ojos, ya no me importaba nada en esta vida. Para intentar controlarme tomé mi computadora personal y comencé hacer lo que mejor se me daba, ¡escribir!, la narrativa de la historia estaba basada desde el día en que conocí aquella mujer dueña de todos mis sueños hasta el momento cumbre de su cruel extinción, a esa historia la nombre "Muerta por una obsesión", terminé aquella novela, la imprimí y la leía a todas horas, todos los días en cada cobijo de mi casa de campo, eso fue hasta el día de ayer que las autoridades dieron conmigo, me resistí al arresto con una cruel fuerza que marcaba un instinto de supervivencia, pero mi ultima imagen fue un puñado de golpes en cada parte de mi cuerpo dejándome inconciente. Ahora estoy aquí, tragado en una oscura cueva, encerrado por mis actos enfermos y sin justificación, situado en el lugar que me corresponde, sin escapatoria y que será mi suplicio durante muchísimo tiempo hasta el último aliento de vida. Leí parte de la última hoja de aquel acervo de páginas, se mencionaba: Paciente: Erika Negrete Gachuzo y más abajo un diagnóstico: Cáncer pulmonar crónico. Ahora entendía por que mi esposa se había estado comportando de una manera tan anormal, protegiéndose de su enfermedad con el amor de su familia, quizá no quería que la viera sufrir y desfallecer con una lentitud de tristeza incontrolable, pero ahora de nada servía todo mi arrepentimiento, mi condena estaba dictada. Desperté inhabilitado de todo recuerdo, mi mente no aclaraba lo que ocurría a mi alrededor, mis pensamientos eran fugaces y siniestros sin lograr enlazarlos, solo me observé arrumbado en un rincón de duro concreto, estaba vestido con una camisa desgarrada de color simultáneo entre anaranjado y rojo como si el reflejo del cielo cuando ocurre la puesta de sol se postrara sobre mi pecho, traía unos pantaloncillos desgastados y sucios de una tonalidad negra con la costura rasgada dejando ver algunas cicatrices en mi piel y sentía mis piernas débiles y cansadas que me impedían tomar una postura vertical, ¿Qué lugar es este? me pregunté; un triste espacio tan reducido donde solo cabía el silencioso aire dentro de el, con una luz tenue apenas perceptible que emanaba de una bombilla casi a punto de fundirse colocada en el techo, un olor rancio se hizo presente en el entorno que no dejaba lugar para una respiración delicada y suave, había una pequeña ventana tapizada de reducidas columnas de hierro oxidado que solo dejaba ver un par de estrellas en lo mas alto del cielo, la noche en todo su esplendor perdía su belleza desde aquel ángulo donde me encontraba derribado, las paredes grisáceas llenas de diminutas grietas revelaban dibujos mal trazados de líneas que parecían grabadas con las propias uñas de manos humanas haciendo de ese momento una pesadilla tangible y poniendo en duda todo mi entendimiento de la circunstancia que me albergaba en ese instante, a mi lado se situaba una comprimida construcción de solo unos cuantos tabiques de color rojizo empalmados y mal aplanados formando un rectángulo largo casi perfecto, haciendo alusión a una dura cama para un tormentoso descanso, viré la mirada hacia otro punto de aquel deplorable cuarto y mis ojos fatigados enfocaron mas barras verticales de metal cobrizo colocadas en posición paralela con un insignificante espacio entre ellas y de una altura considerable excediendo por unos centímetros mi propia estatura, también figuraba en una esquina opuesta a donde me encontraba, un extraño cilindro deforme colocado en el suelo con un agujero en la parte superior que es de donde se desprendían aquellos olores intensos de putrefacción, dando la impresión de que allí se había situado un pequeño pozo, pero suponía que lo último que saldría de ahí seria agua cristalina. Intenté ponerme de pie para observar lo que había afuera de esa peculiar habitación a través de aquellos estrechos de vacío que formaban las barras de hierro fundido colocadas justo en frente de mi, con gran desesperación mis manos se postraron poco a poco sobre la pared con un sutil quejido que mi voz expulsó impulsando mi frágil cuerpo hacia arriba, sintiéndome como si me estuviera elevando al cielo que en ese momento lo tapaba una gran loseta de cemento, cuando por fin logré mantener el equilibrio, caminé con pasos cansados y adormecidos hacia el único lugar que me permitiría explorar mas allá de ese lamentoso encierro, mi sorpresa fue mayúscula cuando miré un inmenso candado labrado en metal de color plateado y alrededor de el, una cadena lo rodeaba a través de los lingotes que me mantenían aislado, creando entre ambos una fortaleza indestructible para cualquier fuerza humana que intentara quebrantar aquella cerca de aleaciones metálicas. Eche un vistazo hacia el exterior, logré observar un largo pasillo de mosaico viejo y fracturado que se ampliaba hacia dos extremos desde mi perspectiva y en toda la extensión estaban colocadas varias sillas de madera a medio roer que su finalidad seria cualquier cosa menos dar una apacible calma en su respaldo, en la parte superior se lograban ver varios focos colocados en hilera que alumbraban a media luz todo el espacio, era de una dimensión extensa y solo de verlo me producía escalofríos, en todo el lugar había cuartos similares al mío, me preguntaba cuantos mas habían despertado con la misma sensación de no saber donde se ubicaban, y de pronto, de alguna parte se escuchó una voz clamando por su libertad, rogaba que lo dejaran salir, que no soportaba mas tiempo hundido en la oscuridad de esa limitada habitación y empezó a exclamar varias quejas como si estuviera en desacuerdo con el dueño de algún hotel de cinco estrellas, decía que la cama era demasiado dura para poder tomar una siesta aunque fuera de 5 minutos, que con cuatro simples pasos recorría todo el lugar y anhelaba una celda mas amplia, ¡¿Celda?! exclamé, ¿Qué diablos hago en una celda?, todo aquel lugar en un principio era confuso para mi, me sentía arrinconado en un potrero de alguna ranchería dispuesta a mantenerme allí por un lapso indefinido, mi primera conjetura al despertarme vislumbraba una especie de secuestro y sentía mi vida al borde de un peligro latente y no lograba que mi desorbitada mente diera crédito a donde estaba, pero al oír aquella quejumbrosa voz sollozada y demacrada como un grito desesperado en medio de la oscuridad consumida por solo unos cuantos destellos de luz, todo se fue aclarando poco a poco, obvio que eso era parte de la prisión, Por Dios, ¿Cómo es que llegué aquí? me interrogué en un tono enfadado, seguía escuchando la voz de aquel hombre que lloriqueaba como un niño cuando pierde su juguete preferido, insistía en lo mal que estaba siendo tratado, hablaba de tener fuertes influencias y amenazaba a todo aquel que lo estuviera oyendo, no dejaba de maldecir su grotesco baño, una simple emulación construida de gravilla y cemento, en ese momento voltee y vi aquella figura cilíndrica construida sobre el nivel del piso y entonces comprendí porque inhalar una bocanada de aire era tan desesperante y fastidioso. Apareció un hombre del otro lado de la reja, su aspecto lucía cansado pero su mirada era penetrante e imponente, sobre su cabeza se montaba una gorra color café y plasmado en ésta un emblema en forma de estrella de matiz azulado, su uniforme estaba perfectamente combinado en tonos café claro y oscuro, portaba una arma negra, ¡El color de la muerte! pensé, colocada a la vista a un costado de su cadera sobre un cinturón del mismo color, con una voz enérgica me pidió que le dijera mi nombre completo y edad, así como demás datos personales: domicilio, lugar de nacimiento y residencia, nombres de mis familiares, trabajo desempeñado, y la pregunta final ¿Porqué estaba yo aquí?, desconcertado y temeroso le expliqué de una manera cordial con mi voz quebrantada por el miedo que no sabia porque motivo me encontraba encarcelado, mi memoria no lograba coordinar lo vagos recuerdos que rondaban mi pensamiento nebuloso, el guardia no dejaba de intimidarme con su mirada como un cazador a su presa, fue entonces cuando me entregó un conjunto de hojas dentro de un fólder amarillezco cuarteado, y de pronto, dio algunos pasos firmes con sus zapatos que daban la impresión de ir clavando la suela en el piso y provocando un eco que se extendía hasta el ultimo rincón, pisada tras pisada fue desapareciendo hasta el punto de no lograr ubicarlo, regresé a la llamada cama de concreto, me senté y comencé a hojear aquel documento que me habían entregado, nada de eso tenía sentido para mi, la escritura era legible pero el sentido de aquellos renglones no cabían dentro de mi formulación del problema, ¿Qué tiene que ver esto conmigo? especulé, en cada página aparecía en la parte superior derecha escrito un nombre, se leía: Damián Grossman, y al lado izquierdo lo que parecía ser un título "Muerta por una obsesión", mientras mas indagaba en aquellas palabras, mi cara palideció, era una de las historias mas frías y perturbadoras que había leído, entre las paginas había oculta una hoja de color amarillo que no encajaba con las demás, la analice con detenimiento, mis ojos parecían dilatarse como un felino al acecho al encontrar entre esas frases una revelación, mencionaba en varios renglones posicionados uno bajo el otro un cuantioso número de datos: Nombre: Damián Grossman, Edad: 43 años, Nacionalidad: Española, Lugar de residencia: Barcelona, Familiares: Esposa y dos hijas, ocupación laboral: Escritor, Delito cometido: Homicidio con arma blanca a su cónyuge, debajo de la hoja venían descritos todos los datos de aquel homicidio; aún no entendía porque me habían dado tal información, no intuía nada en absoluto, mientras seguí hojeando aquellas páginas apareció la fotografía de una mujer con el rostro ensangrentado y la mirada perdida, cabellos rubios manchados por gotas rojizas, su cuerpo se encontraba tendido sobre una cama, debajo de la fotografía se apuntaban algunas palabras: Erika Negrete Gachuzo, muerta el día 16/07/2005, no pude controlar mi asombro al ver la imagen de aquella mujer sin vida, uno a uno los recuerdos que al principio se tornaban fugaces empezaron a tomar forma dentro de mi memoria, los recuerdos sacudían mi cabeza y la reminiscencia ya era parte de mi, mentalmente regresé el tiempo tres semanas atrás: era un lluvioso día de verano con los jardines de mi casa inundados de traslúcidas gotas de agua que se dejaban caer desde la copa de los árboles, ese día una insaciable sed de venganza se apodero de mi cuerpo y alma, durante varios días había visto a mi esposa con un comportamiento extraño y mi experiencia como escritor de novelas de amor y desamor me había enseñado que si una mujer tiene un comportamiento anormal se tenía que estar muy atento, ¡Quizá una posible infidelidad!. Ese pensamiento no dejaba de seguirme a todos lados, ¡Mi esposa, con la que prometí ante Dios compartir todo mi vida, había tenido un cambio radical!, se comportaba indiferente hacía mi persona, había perdido el gusto por los detalles románticos que iluminaban mi corazón día con día, las palabras bonitas llenas de piropos poéticos ya no salían de sus dulces labios, toda se estaba perdiendo y solo esa suposición aterradora era la que entraba en mi hipótesis, Me es infiel, maldito sea el día en que decidí formar una familia con ella me exalté demasiado, nuestras dos pequeñas hijas no tenían la culpa, pero pensaba yo que no tenían porque lidiar con una mujer que a espaldas de todos se cubría bajo el manto de madre protectora. Todo se aclaro con el paso de los minutos, y ahora sabía porque me encontraba tras una reja, aquel día mis celos enfermizos me hicieron cometer el acto mas repugnante de mi vida, entre a la casa, subí las escaleras de madera en forma de caracol que conducían al segundo piso de mi acogedora casa, me inserté en mi cuarto, y ahí estaba ella, Erika dormida bajo las sabanas de color turquesa que cubrían la cama matrimonial de caoba finamente tallada, entonces con un silencio amargo me acerqué hacia donde se encontraba, traía entre mi mano derecha lleno de rabia, una punta de metal que se prolongaba hacia abajo cada vez mas gruesa incrustada en un mango de plástico color azulado, ese día sería el ultimo que Erika respiraría. Salí de mi casa con paso rápido ocultando mi rostro entre las hojas verdosas de los árboles de cedro, me refugié en mi casa de campo a unos kilómetros de Barcelona y me instale con un miedo incontenible por lo que acababa de hacer, me tumbé varios días en la cama con un cansancio físico y mental que me desgastaba de pies a cabeza, lloraba incontenible, lágrimas robustas salían de mis temerosos ojos, ya no me importaba nada en esta vida. Para intentar controlarme tomé mi computadora personal y comencé hacer lo que mejor se me daba, ¡escribir!, la narrativa de la historia estaba basada desde el día en que conocí aquella mujer dueña de todos mis sueños hasta el momento cumbre de su cruel extinción, a esa historia la nombre "Muerta por una obsesión", terminé aquella novela, la imprimí y la leía a todas horas, todos los días en cada cobijo de mi casa de campo, eso fue hasta el día de ayer que las autoridades dieron conmigo, me resistí al arresto con una cruel fuerza que marcaba un instinto de supervivencia, pero mi ultima imagen fue un puñado de golpes en cada parte de mi cuerpo dejándome inconciente. Ahora estoy aquí, tragado en una oscura cueva, encerrado por mis actos enfermos y sin justificación, situado en el lugar que me corresponde, sin escapatoria y que será mi suplicio durante muchísimo tiempo hasta el último aliento de vida. Leí parte de la última hoja de aquel acervo de páginas, se mencionaba: Paciente: Erika Negrete Gachuzo y más abajo un diagnóstico: Cáncer pulmonar crónico. Ahora entendía por que mi esposa se había estado comportando de una manera tan anormal, protegiéndose de su enfermedad con el amor de su familia, quizá no quería que la viera sufrir y desfallecer con una lentitud de tristeza incontrolable, pero ahora de nada servía todo mi arrepentimiento, mi condena estaba dictada.
Posted on: Wed, 10 Jul 2013 08:37:43 +0000

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