Bajo vigilancia Estamos en un momento, en que vivimos bajo estricta vigilancia, porque por donde vamos, dejamos huellas. Pero a su vez, el control tecnológico, despliega todo su poderío en todas las dimensiones de nuestra vida. Y sino preste atención. En los ingresos y egresos de los espacios públicos, cuando hablamos por el celular, cuando encendemos nuestra computadora personal o al twittear el registro, es automático. Aunque también es cierto que nadie nos obliga a pagar con tarjeta de crédito, a abrir cuentas de mail, o entrar en redes sociales o comprar a través de Internet. Es nuestra decisión. Las escuchas telefónicas es una forma, digamos, escandalosa de control social. Es el momento en que pensamos en nuestros derechos individuales. Es el imperialismo de la técnica. Los bancos de datos, las cámaras en los edificios, celulares con GPS o direcciones de IP que tienen en su reverso, la privatización de esas tecnologías de llamémosle de intromisión. Se esfuerzan en decirnos que son para protegernos aunque en realidad son de control. En nuestra provincia, son cientos de cámaras instaladas estratégicamente, a fin de generar más seguridad pero lo que ocurre, es que ese potencial control nos hace víctimas y el corolario es que desconfiamos del otro y aparece la lógica de la delación. Como dice la letra de Calle 13 que los vigilantes sepan que los vigilados disponen de tecnología de control. “A los policías que no se olviden que los celulares ahora tienen camaritas, los estamos vigilando, los estamos grabando” Esa fractura entre vigilantes y vigilados, no nos hace mejores ni nos ha hecho más libres. Esta realidad, no ha convertido en más frágiles: dependemos de la mirada de los demás para existir. Hoy, las paredes oyen y también ven. Pero claro, pertenecemos a una cultura que enaltece la visibilidad y la celebridad, para ser alguien. Así estamos. Así siento.
Posted on: Sun, 22 Sep 2013 22:03:46 +0000
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