Borja Naranjo Cerpa Opciones para esta historia Hace unos días - TopicsExpress



          

Borja Naranjo Cerpa Opciones para esta historia Hace unos días hablando con el compañero Angel Mora De Las Heras, sobre la artista hispano-venezolana que tantas veces nos a inundado de melancolía con su vigorosa y a la vez cálida voz, y en su canto las canciones de la Nueva Trova Cubana. No podría ser otra que Soledad Bravo. Juntos, lamentamos la reconversión que esta descendiente de republicanos ha sufrido. En estas ancas, recordé una entrevista que leí hace ya un tiempo en el diario chileno "El Mercurio" (diario que tuvo relación con el derrocamiento del presidente Salvador Allende), que le hicieron al empresario chileno Antonio Sánchez García. En esa extensa entrevista comprendí como Antonio Sánchez García, empresario chileno que vive en Venezuela, intenta trasladar a Chile una especie de Chavezómetro, típico de la derecha venezolana: dime qué piensas de Hugo Chávez o de la Revolución Bolivariana y te diré quien eres. Antes de votar, dice la pintoresca recomendación de Sánchez, los chilenos y chilenas no deben pensar en la Constitución, ni en el cobre, el agua, la previsión, la salud, la educación, ni la guillotina de las tarjetas de crédito, sino en Chávez. Ocurre que Sánchez García no es sólo un típico representante de la derecha de Venezuela, sino que es además un arrepentido. Combinación que ningún Prozac puede calmar. El tipo de persona, que se ve mucho en Venezuela, cuyo combustible vital es la bilis que les produce la Revolución Bolivariana, y el tipo de persona que vive justificando la voltereta política y ética que alguna vez dieron en sus vidas. Pero para entender algo de este personaje, vayamos atrás en el tiempo. En los años 70 y 80 se desarrolló en Venezuela una vigorosa campaña de solidaridad con Chile, en contra de la dictadura, con la simpatía generalizada de la mayor parte de la población y del espectro político. Vivían en este país decenas de miles de chilenos, la mayoría exiliados económicos, y los comités solidarios procuraban agitar la causa del pueblo chileno para apoyar políticamente y con dinero a la solidaridad interna y la resistencia antifascista, como se llamaba entonces. Era Venezuela un país importante en la red mundial anti-Pinochet. Cada año, en septiembre, se organizaban actos solidarios, que llenaban salas y teatros. En ellos se desarrollaban diversas manifestaciones artísticas de la comunidad exiliada, con la participación entusiasta de figuras públicas de los dos países. Entre los artistas chilenos que vivían en Venezuela, destacaban el fallecido Pepe Duvauchelle -un activista militante-, su hermano Héctor, y Orietta Escámez, siempre dispuestos a todo. Esos eran actos de cierta envergadura, difíciles de organizar, en los que siempre se contaba con la solidaridad: una sala que prestaba alguna institución, el sonido que prestaba otra, los locutores, artistas, iluminadores, creativos, todo gratis. Hubo artistas venezolanos de fama que aceptaron integrarse. De todos, el legendario Alí Primera, era el más entusiasta. A Alí meto la mano en el fuego que no había que ir a buscarlo, él seguramente iba solo, sencillo y dispuesto, sin jamás poner condición alguna. Como él, también participaban celebridades como Lilia Vera, Cecilia Todd y Jesús Sevillano, que atraían numeroso público que así se sensibilizaba con el gravísimo problema humanitario que sufría Chile. Pero habían otros que no participaron jamás. Uno de ellos, entre los chilenos, era el actor Julio Jung, el mismo que ahora hace avisos elogiando la honradez y competencia de las AFP. Y entre los "cuasi criollos" estaba Soledad Bravo, en aquella época un icono de la canción social venezolana, asidua invitada a festivales en Cuba, amiguísima de Pablo y Silvio, como ya dije al principio. Ella, que llenaba estadios cantándole a la revolución, no cantaba gratis contra Pinochet. Y Soledad Bravo estaba -y aun está- casada con su representante, un chileno, un empresario que tenía una firma de eventos: Antonio Sánchez García. Un chileno de izquierda, según se decía, que no sólo no participaba junto a su famosa cónyuge-cliente, sino que nunca facilitó los preciosos equipos de sonido que él poseía y que eran esenciales para organizar aquellos actos realizados con las uñas, pero con rigor profesional. Nunca ayudó en nada pero se las arregló, como él mismo dice, para estar en la primera fila en las celebraciones del fin de la dictadura. Y animar a la población chilena votar por Sebastián Piñera (hombre que hace homenajes a Pinochet). Todo esto lo digo tras la indagación y mi investigación exhaustiva sobre Sánchez García que aconseja a la población chilena votar por Sebastián Piñera y por la derecha que jamás ha condenado el golpe de Estado ni a Pinochet, al contrario homenajes le hace. Él, Sánchez García, el "mirista" arrepentido, quiere lo mismo para Chile que para Venezuela: que se privatice todo lo que queda por privatizar, que se abran las arcas que aun no están abiertas, que el aparato estatal se llene de funcionarios leales al Opus Dei y al orden imperial. Como muchos antiguos izquierdistas venezolanos y chilenos, no soporta este aguerrido ex revolucionario que le hayan arrebatado la bandera y alguien insospechado -Chávez- haya puesto en práctica lo que ellos predicaban desde las cátedras, las becas, los bares y los refinados clubs: la utópica justicia social. Es verdad que quizás antes Caracas era bastante más vivible. Era más fácil encontrarse en un civilizado café en el bulevar de Sabana Grande, a la salida de la Universidad Central, y luego cenar en un restaurante italiano en la avenida Francisco Solano, y más tarde saborear un whisky añoso en algún bareto de moda, y comentar allí las profundas injusticias sociales, la corrupción del gobierno, el modelo de cambio revolucionario, las reformas necesarias, la organización del pueblo, mi próximo libro, la beca para el postgrado en California en la Universidad de Standford . Era fácil hacer todo eso, con el pueblo arrinconado allá lejos en los cerros, esperando su salvación. Así como ahora es fácil denunciar la ineficiencia, la corrupción, la incompetencia y los abusos del chavismo. Lo que definitivamente no es fácil, es organizar centenares de centros de salud gratuitos en cada rincón del país, vacunar, dar escuela y alimentación diaria a todos los niños, darle poder real a las comunidades, editar millones de libros, establecer cine gratuito en cada capital provincial, garantizar alimentos para todos, convertir a Venezuela en el país menos desigual de América del Sur, organizar la solidaridad continental, el desarrollo independiente, el antiimperialismo. Todo eso con sabotajes, conspiraciones, y una inmensa campaña mediática mundial en contra. Tal vez, si Sánchez García no estuviera tan ocupado organizando la contrarrevolución en Venezuela y ayudando a la extrema derecha en Chile, podría aportar con sus conocimientos empresariales y teóricos a que este proceso sea mejor, pues no existe la perfección, pero si se puede mejorar. Y lo peor, que estoy seguro que la influencia de Antonio Sánchez García, ha influido en esa transformación de su esposa Soledad Bravo, la cuál la ha llevado a cantarle a las juventudes de la derecha venezolana las canciones más simbólicas de la Nueva Trova Cubana y del cantor del pueblo y comunista de corazón y pensamiento Alí Primera. ¿Se puede ser más contradictoria?, una verdadera lástima de Soledad Bravo. Borja Naranjo Cerpa
Posted on: Fri, 04 Oct 2013 22:29:21 +0000

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